“Viajar de regreso”, un comentario sobre “The great passage” de Shion Miura.

Catalina J. García
Adjetivo
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6 min readMay 18, 2019

Compré “The great passage”, de Shion Miura, en Kinokuniya, una librería de varios pisos en Tokio cerca de la estación Shinjuku. No recuerdo bien si estaba lloviendo o no. Con la Cata fuimos en ambas ocasiones. En una llegamos con los pies secos y en la otra guardamos nuestros paraguas en unas bolsitas de plástico dispuestas fuera del edificio, pero no recuerdo cuál de las veces efectivamente compramos los libros que finalmente nos trajimos a Chile. Solo conocimos el primer piso porque era el único que tenía libros a la venta que no estuviesen en japonés y no quisimos exponernos al sufrimiento de ver estanterías y estanterías de palabras que ni siquiera podríamos leer. Cuando los compramos nos preguntaron haciendo un esfuerzo por hablarnos en inglés si los queríamos forrados. Dije que sí a todo sin saber muy bien qué estaba aceptando y una chica los vistió con delicadeza en fundas de papel.

Kabukicho en la mañana, después de la lluvia, un día que salimos a tomar desayuno.

Supe de la obra de Shion Miura después de que con la Cata viésemos un animé basado en una novela suya: Kaze ga tsuyoku fuiteiru, en inglés “Run with the wind” y en español (podría ser) “Corre con el viento”. Me llamaron la atención los ¿principios, valores? que motivaban la historia. La perseverancia, la disciplina, el amor con el que un atleta lesionado intentaba motivar a un grupo de universitarios nada entrenados a correr con él para llegar al Hakone Ekiden, una de las maratones más importantes para estudiantes, reencantando en el camino a otro atleta prodigioso que después de un evento desafortunado había olvidado cómo trabajar en equipo. La serie me pareció hermosa y me llamó la atención que todo hubiese surgido de la obra de una escritora mujer porque no conozco a demasiadas escritoras japonesas. La googlé y así descubrí “The great passage”, en japones Fune wo amu y en español “La gran travesía”: una historia sobre la confección de un diccionario y el amor por las palabras. No se requirió mucho esfuerzo para interesarme. Guardé el título en algún cajoncito de mi mente y pensé que llegaría un buen momento para sacarlo.

El primer párrafo de este texto habla de una librería en Japón más que sobre el libro en cuestión porque leerlo fue en parte volver a un lugar muy especial para mí. Si bien siempre me ha interesado la cultura, la literatura y las distintas manifestaciones artísticas japonesas, no existía una conexión previa tan importante como para pensar que conocer Japón me marcaría más que otros viajes u otras experiencias. Pero algo pasó. Algo misterioso, como esas cosas que solo existen en relatos japoneses, entre espíritus del bosque y espíritus de antepasados. El sobrecogimiento que experimenté entre sus calles iluminadas, sus templos escondidos y los graznidos de los cuervos fue tal que me cuesta ponerlo en palabras. Esta es la misma dificultad a la que constantemente se enfrenta el protagonista de “The great passage”, que aunque estudió Lingüística y es posteriormente escogido para la confección de un diccionario, sufre expresándose verbalmente.

“The great passage” es un libro suavecito. Un libro que te hace cariño. Cuando con la Cata teníamos ganas de ver algo que nos llenara de puros sentimientos lindos y apacibles, veíamos la serie que mencionaba antes. Algo parecido pasa en este caso. No es que las historias de Shion Miura sean ligeras. No es que no contengan antagonismos, sufrimiento o dificultades. No es que sean narraciones poco realistas (al contrario). Pero supongo que algo pasa en su forma de escribir que hace parecer la vida mucho menos desesperanzadora. Los protagonistas de este libro sufren gravemente a lo largo de la confección de “The great passage”, que es precisamente el nombre del diccionario que están armando, sin embargo, perseveran y el sentimiento que domina la lectura es lo gratificante que resulta sobreponerse tanto a las dificultades laborales como ante los propios demonios que se alzan en el camino.

Algo que me gustó muchísimo fue como en el libro se destacaban rasgos como la pasión, el esfuerzo y el compromiso a la hora de emprender un proyecto. Esto es algo que me gusta mucho de la cultura japonesa y que también pude observar durante mis días en Tokio: toda actividad, desde la más trivial, se llevaba a cabo con suma diligencia; toda labor parecía ser realizada con máximo respeto por la misma labor. Hay una frase que se repite mucho en todos los animes y que me gusta mucho: Ganbatte. Se usa tanto como en occidente se usa “buena suerte”. Y me gusta porque significa: hazlo lo mejor que puedas, dalo todo, esfuérzate al máximo. Aquí quisiera hacer un paréntesis. No quisiera idealizar a la cultura japonesa. Sé que son estas mismas características las que precisamente vuelven a Japón un país con tasas muy altas de suicidio y problemas de salud mental. La búsqueda de un trabajo bien hecho muchas veces se extiende a la búsqueda de la perfección y su imposibilidad resulta insoportable e incluso fatal. Sé que además Japón está lejos de ser un país ideal. Su cultura es conservadora, poco confrontacional y muy machista. Pero como alguien a quien le gusta trabajar (en el amplio sentido de la palabra, no solo trabajar en el sentido de trabajo remunerado), me gusta mucho como en Japón se insiste en el compromiso a toda actividad desempeñada y el esfuerzo que se debe poner en ellas, como forma también de crecer personalmente.

Relacionado a las características negativas que mencionaba de Japón, algo que me gustó mucho de “The great passage” fueron sus comentarios políticos, hábilmente deslizados en una obra que podría habérselos ahorrado completamente si hubiese querido. Al fin y al cabo, es una historia sobre la confección de un diccionario ¿por qué tendría que haber aludido a luchas sociales y políticas? Me gustó mucho que de formas enteramente contextualizadas Shion Miura hablara de lo importante que es la autonomía del lenguaje, que cuestionara el significado de la palabra “amor” como algo que existe meramente entre un hombre y una mujer, y que cuestionara también el que se definiera un género tan solo por sus rasgos “biológicos”.

Inglés (traducción original): “[…] I don’t think either men or women appreciate being defined in terms of pregnancy. […] I just think there should be a little more leeway in the definition […] Something like, ‘The gender that is not male. Also, those who so identify themselves.’”. (p. 166)

Español (traducción mía): “[…] No creo que ni hombres ni mujeres aprecien ser definidos en términos de embarazo. […] Sólo creo que debería haber un poco más de libertad en la definición. […] Algo así como ‘el género que no es hombre. También aquellas que se identifican como tal’”. (p. 166)

Insistiendo en el conservadurismo de la sociedad japonesa, me parece que este tipo de cuestionamientos son especialmente valiosos. Sin olvidar que “The great passage” fue publicado en 2011, recientemente, sí, pero antes de que temas como los derechos de las personas trans fuesen de discusión tan pública como lo son hoy.

Finalmente, me gustó mucho cómo se podía narrar algo complejo de forma sencilla, amena, con personajes entrañables, situaciones divertidas, sin caer en clichés ni en inverosimilitudes. De forma muy personal, me gustó el viaje nostálgico al que me envió y puedo decir que, al menos para mi, es una narración que con todo lo excepcional y lo entretenido, parece una representación bastante fiel de las cosas buenas que habitan la trivialidad japonesa. Me gusto también que este libro me diera la oportunidad de expresar, aunque fuera un poco, lo que significó para mi visitar Japón. Y quiero volver. Quiero volver a experimentar ese sobrecogimiento entre edificios que parecían haber crecido naturalmente, que parecían siempre haber tenido que estar ahí, entre ese caos ordenado, entre esa dualidad hiper tecnológica e hiper estimulante y la nostalgia de los espacios vacíos, silenciosos, sagrados. Quiero volver para ver a las personas. Escucharlas e intentar entenderlas aunque no hable su idioma. Observarlas desempeñar sus vidas de esa forma diligente que a ratos me gusta tanto y encontrar los puntos en los que convergemos a pesar de nuestras diferencias culturales.

Shinjuku, cerca de la entrada a Kabukicho, uno de mis puntos favoritos de Tokio.

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