Miedo

No podemos escapar de nuestro momento. Jesús se encarna en una realidad, no estamos ajenos a la realidad que nos rodea y en ella debemos dar fruto esperando el día de la siega.

On Air Ediciones
Adoración Eucarística

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Ayer, un día perdido entre los muchos, escuchaba en la misa diaria a un sacerdote sobre las indulgencias. Cómo persona nacida en España y en 1962 he podido conocer el crecimiento de la Iglesia española en el Concilio Vaticano II. Toda la iglesia española ha luchado por apartarse del Nacional catolicismo y entrar en el Vaticano II. Esa lucha interna e histórica ha hecho que los nacidos en ese tiempo hayamos vivido dentro de las familias católicas con tradiciones que los mismos sacerdotes rechazaban con el silencio de la explicación, y por lo tanto los que estábamos creciendo dentro de la Iglesia vivíamos con el rechazo de las “supercherías” y abrazando la fe que cada vez se transformaba en menos sobrenatural y más natural. El Evangelio ha llegado a humanizarse tanto para aproximar a Jesús de Nazaret que ha desaparecido Jesús Hijo de Dios.

Esa fe natural que pretende hacernos creer que la salvación la obtenemos sólo por nuestras obras, que la bondad del hombre está en el hombre y que Dios en la historia personal de su salvación participa como espectador, no se dice tan así, porque todos repiten que la Gracia de Dios juega su papel en nuestra salvación. Sin embargo, poco se confía en la oración como arma de crecimiento personal y comunitario.

Ayer el sacerdote 54 años después del Concilio Vaticano II, volvió a la misma linea:”Debemos salir de la iglesia de las indulgencias compradas”…”Salvación que podíamos comprar con nuestras obras, con nuestras acciones…”…”no podemos tener ninguna seguridad ante Dios”.

Terribles palabras si uno toma los dogmas de fe de la Iglesia y comprueba que Purgatorio es dogma y que Pablo VI hizo una recopilación preciosa de las indulgencias y condiciones para las mismas. Si uno las lee entiende el bien que vivir consciente de la existencia de las indulgencias, ya que nos sitúa dentro de la dimensión sobrenatural. Cierto también que la presión por lograr que el hombre se ponga en el centro de la vida de la Iglesia nos ha llevado a virar de tal forma que se ha quedado relegado todo el mundo de prácticas de piedad que no son otra cosa que momentos especiales de encuentro con Dios en la oración para lograr interceder, pedir, dar gracias, bendecir, alabar y contemplar.

Lo tangible se levanta como el único estandarte en el desierto. Por ello, ante años de silencio, ante años de caminar como católico sin el aliento de lo divino, de lo espiritual, sólo reservado a los monjes…y los laicos llevando la vida cotidiana a la iglesia, junto con los sacerdotes esperando que la secularización de la iglesia trajera la luz de la verdad y esperanza, la redención de todos los pecados colectivos como Iglesia, han dejado sin espacio a lo sobrenatural.

Hemos crecido y hecho adultos en fe, sin demonio, sin purgatorio, casi sin cielo, con un Dios tan clemente que el libre albedrío se quedaba en un “fatúm” en un “doom” que nada podemos contra él. Donde las tentaciones, nuestras malas inclinaciones ante el mal no eran más que elementos que debíamos aceptar como compañeras de viaje dentro de nuestra realidad terrena.

Es ahí donde escuchar “Asalto al Cielo” nos da una dimensión diferente, el mundo sobrenatural se establece como algo tan real como nuestro mundo natural. Esa dimensión en la que el hombre se establece como parte de la creación de Dios, el alma.

En las fechas en que estamos, Todos los Santos y Día de ánimas, esa dimensión se establece como fundamental para poder comprender que vive la Iglesia en el Cielo y en la tierra.

Nosotros, yo, los de mi generación crecidos en la iglesia española, somos unos analfabetos sobrenaturales, incapaces de comprender cómo es nuestra vida sobrenatural dentro de la vida natural. Cómo actúa mi vida espiritual dentro de la vida sobrenatural y cómo actúa la oración en todas las dimensiones sacramentales.

Todo porque hemos, nos han, impregnado de medievo a la oración y a lo sobrenatural, y nosotros eramos “ilustrados”. Se ha incorporado a la Teología la pátina de la razón científica. Dejando encerrada en una caja todo lo que haga referencia a lo sobrenatural, cómo si la religión no fuera sobrenatural, cómo si la muerte del mismo Dios en la Cruz no fuera más que irracional.

Todo lo que acontece en el Evangelio es sobrenatural.

El mismo Jesús cuida y sana, obra y premia, castiga y perdona, pero todo tiene un sólo fin, el Cielo, que las almas logren el fin último de encontrarse con el Padre. Las almas llorando y gimiendo en este valle de lágrimas…eha! abogada nuestra, vuelve esos ojos tuyos misericordiosos…(Salve),todo nos pone en el lugar de encontrar un camino para la salvación, esto es liberarnos de las ataduras del pecado y volar hasta Dios Padre. A cambio nos han llenado la cabeza de lograr que el Reino de los Cielos venga a nosotros, construirlo en la tierra, dar una dimensión redentora en la tierra, para salvar a los oprimidos sin vida material que llevarse a la boca.

No podemos acercarnos al Altar si tenemos deudas con nuestros hermanos, sino amamos hasta el límite, sin poner al prójimo en el centro de nuestra vida pero tampoco sino confiamos en que la dimensión sobrenatural la llevamos como sello.

Dios está en el prójimo, ha venido a traer el Reino pero también a llevarnos al Cielo.

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