El día que entré en Aerolab por ganar al FIFA

Guillermo Vidal Quinteiro
Aerolab Stories
Published in
7 min readApr 12, 2016

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Ansiedad, nervios y mucha adrenalina. La historia de cómo un partido de fútbol virtual decidió mi futuro laboral.

La entrevista estaba pactada para las 18, pero fiel al estilo inquieto que me caracteriza llegué un ratito antes. Y sí, las ansias bullían, y no era para menos. Por más inverosímil que me pareciera, mi futuro laboral dependía de un joystick.

Para entender de qué se trataba todo esto tenemos que remontarnos varias semanas atrás. Por aquél entonces, yo todavía tenía trabajo. O casi. Hacía unos días que había recibido la pésima noticia de que cerrarían la empresa para la que trabajaba, y que tendría que tomar otros rumbos. It’s ok. Shit happens.

Digerí las malas nuevas con todo el optimismo que me fue posible, desempolvé mi CV y comencé mi búsqueda. Mientras tanto, un amigo mío -al que llamaremos Ivan P- había tenido una entrevista en Aerolab, y había vuelto muy entusiasmado con la idea de trabajar ahí. Según me comentó, el ambiente estaba buenísimo y se respiraba muy buena onda.

Eso despertó mi interés, así que decidí investigar. Googleé el sitio web y las redes sociales de Aerolab y enseguida me di cuenta a qué se refería Ivan. Lo que había empezado como una mera curiosidad se transformó en un deseo concreto: quería trabajar ahí.

Sin embargo, también sabía que no podía contactar a Aerolab usando los métodos tradicionales. Pasaría desapercibido, entre decenas -quizás cientos- de postulantes en las mismas condiciones que yo. La premisa era clara: si me limitaba a enviarles mi CV y una carta de presentación, lo más probable era que mi nombre se perdiera en una marea de aspirantes igualmente interesados.

Tenía que emplear una estrategia simple y eficaz. Que fuera directa, arriesgada y reactiva. Así fue:

Aerolab respondió:

Unos días después, recibí un mail de Agustín Linenberg, el CEO de la agencia. Me citaba a una entrevista personal. Le había gustado mi estrategia, según me dijo. Y había recogido el guante del desafío. El partido se jugaría, aunque por decisiones de la localía el encuentro se disputaría en el FIFA, y no el PES.

Acepté, claro, aunque el FIFA no fuera mi fuerte. Tenía que probar que estaba dispuesto a adaptarme a cualquier entorno, dentro o fuera de la cancha.

EL FIFA DAY LLEGÓ

El timbre sonó en las oficinas de Aerolab a las 17.50. Me estaban esperando, noté enseguida. Cuando me presenté como “HolaSoyGuillermoTengoUnaEntrevistaALas18ConAgustín”, desde el fondo de la oficina alguien respondió: ¡¿Es el que viene a jugar al FIFA?!

Sí. Era yo.

Se escucharon murmullos y algunos gritos de aliento. Ahora sí estaba nervioso. La play estaba enchufada y lista para ser exprimida. Agustín me saludó amablemente, me hizo algunas preguntas para romper el hielo y me invitó a sentarme en un banquito de madera frente a la tele. Me preguntó qué me parecía si primero jugábamos y después hablábamos sobre trabajo. Me pareció bien.

Tomé el joystick y me di cuenta de que no estaba familiarizado con la interfaz del FIFA. Estoy seguro de que mi torpeza en los menús del juego me pintaron como noob que no sabía qué estaba haciendo. Y así era.

Agustín me explicó que para que el partido fuera justo, los equipos serían elegidos al azar por la máquina. La metodología era simple y despiadada. Se escogerían sólo los equipos dentro de la categoría “Internacional”. Había que apretar el cuadrado para que la suerte decidiera nuestro destino.

Cada player tendría dos oportunidades para volver a sortear el equipo, en caso de que no le gustara el que le habia tocado. Días después, un aerolabber llamado Manuel me revelaría que el truco para que te toque una buena selección es iniciar el random desde Bolivia, aunque el tiempo no tardaría en desmentirlo.

Apreté el cuadrado y me entregué al azar. El primer resultado fue bastante desalentador: Argelia. Fuck. Recalculando. El segundo equipo no lo recuerdo, aunque debió ser bastante malo, porque no dudé ni un segundo en cambiarlo.

Era mi última oportunidad. Cualquiera fuera la selección que me tocara, no podría cambiarla. ¡Sálvame Jebús!

Italia.

A Agustín le tocó Portugal, iba a ser un partido difícil. Y lo fue. La primera mitad del encuentro me esforcé por adaptarme a la mecánica del juego. Mi prioridad era mantener el arco en cero y tratar de lastimar en alguna contra. Planté dos líneas de cuatro y le encomendé a Pirlo la construcción de mis ataques. Llegué por abajo en varias oportunidades, pero mi impericia en la definición me negaba la posibilidad de ponerme arriba en el resultado.

Agustín no se quedaba atrás. La velocidad de Cristiano Ronaldo vulneraba una defensa que, a pesar de estar plagada de buenos nombres, era controlada por un usuario que poco entendía del mundo FIFA. Por suerte, a Buffon lo controlaba la IA. De no ser así, probablemente esta historia hubiera sido diferente.

El segundo tiempo decidí arriesgarme y adelanté a mis volantes para que presionen bien arriba. Las subidas de Candreva y Marchisio rápidamente comenzaron a generar peligro. El primer tanto llegó de un córner desde la derecha. Andrea Pirlo puso la redonda en la cabeza de Daniele de Rossi y el mediocampista italiano la acomodó contra un palo.

No festejé. Al menos, no de la boca para afuera. Años de experiencia me enseñaron que el karma en el fútbol siempre está a la orden del día, sea un partido real o virtual.

El segundo gol llegó alrededor del minuto 70. Agustín había adelantado sus medios en pos de lograr el ansiado empate, pero tuvo que pagar muy caro las consecuencias. Una contra encabezada por Antonio Cassano dejó al implacable Mario Balotelli mano a mano con Rui Patricio, y el arquero portugués no pudo hacer mucho. El delantero definió abajo, contra el palo derecho. Imposible.

Cuando el árbitro pitó el final del encuentro, Agustín me pidió la revancha. Acepté, naturalmente. La suerte volvió a sonreírme a la hora de elegir los equipos, aunque no puedo decir lo mismo de mi contrincante. España para mí, Polonia para él. Ups!.

La diferencia entre ambos equipos se hizo notar rápidamente. La selección polaca básicamente se resumía en: Lewandowski + 10, y ni siquiera el lungo delantero del Bayern Munich era muy diestro con la pelota. La contracara era una España plagada de figuras de buen pie: Iniesta, Xabi Alonso, Isco, David Silva, Cesc Fábregas, por nombrar algunos.

La victoria en la ida me había cargado de confianza, así que opté por un planteo más ofensivo: 3–4–3. De entrada, decidí adueñarme de la pelota y aprovechar las ventajas que me cedía la debilidad de la defensa contraria. La velocidad de Villa no tardó en marcar la diferencia. El ex Valencia recibió la pelota sobre la banda izquierda y se sacó de encima a dos defensores polacos con una finta deliciosa. Se enfrentó al arquero y definió con un disparo seco a media altura. Red.

Antes de que finalice el primer tiempo, me puse 2–0 arriba con un cabezazo de Fernando Torres. Un grito de felicidad extrema explotó en mi interior. Obviamente, permanecí inmutable. Era una piedra, un guardia suizo. Corté la repetición y retomé el partido como si éste siguiera cero a cero.

Los goles siguieron llegando. Sé que el tercero lo hizo Andrés Iniesta, aunque debo admitir que no recuerdo bien cómo fue. Probablemente, porque quedé impactado con la definición de David Silva en el cuarto tanto. Al parecer, nuestra memoria asigna espacios de almacenamiento limitados para este tipo de recuerdos, aunque debo decir que las imágenes que sí sobreviven quedan marcadas a fuego en nuestra retina.

El jugador del Manchester City recibió la redonda en tres cuartos de cancha y en un solo movimiento se sacó de encima al mediocampista central polaco, que nunca más pudo alcanzar al número 21 español. Cuando el segundo zaguero central salió a cortarle el paso, Silva adelantó la pelota unos metros con un ligero toque y luego soltó un zurdazo descomunal. La pelota viajó como un misil teledirigido al ángulo izquierdo del arco defendido por Wojciech Szczęsny, que nada pudo hacer para evitarlo.

La mirada incrédula de Agustín resumió la espectacularidad del gol. Estoy casi seguro de que el tanto de Silva debió afectar el orgullo de mi contrincante, porque enseguida cambió su postura en la silla y mandó a todos sus jugadores a buscar el descuento. Ya no le importaba si recibía más goles, su necesidad más urgente parecía reducirse a impedir que mi arco terminara virgen. Su arrebato de amor propio no tardó en dar frutos. Un potente tiro de media distancia de Łukasz Teodorczyk obligó a Iker Casillas a a dar un rebote largo y dejó a Robert Lewandowski mano a mano contra el portero español. El delantero polaco definió con clase contra un poste.

El partido terminó. Nos saludamos como dos buenos rivales, y tal como me había adelantado Agustín al principio, tuvimos nuestra entrevista laboral al estilo clásico.

Unos días después, me llamaron para confirmarme que empezaría a trabajar en Aerolab a principios de mes. Si bien en todo momento me dieron a entender que la entrevista formal fue la que definió mi contratación, mi intuición me sigue diciendo al día de hoy que esa decisión ya se había tomado antes, en la cancha.

¿Querés sumarte a Aerolab? ❤🎈

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