La historia del nombre ‘Aerolab’

Cómo inventamos el nombre que resume nuestra pasión por el universo digital. ¡Hola, Aerolab!

Agustín Linenberg
Aerolab Stories

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Cuando fundamos esta hermosa empresa nos sumergimos en la búsqueda de un nombre que represente nuestra pasión por lo digital. Primero comenzamos preguntándonos qué era aquello a lo que nos dedicábamos, y tras varias noches excedidas en café surgió una hipótesis:

A través del medio virtual, hacemos tangible lo intangible.

Sí… sabíamos que eso era una paradoja, pero esa misma contradicción fue el inicio de nuestro razonamiento. Teníamos las herramientas para poder convertir las ideas en algo visible, necesitábamos encontrar una metáfora que explique este proceso. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nuestra búsqueda se encaminaba hacia la idea de romper los límites, y empezamos a pensar en todo aquello que es inalcanzable para el resto, pero no para nosotros.

Más allá de lo que podemos ver se encuentra lo inexplorado. Romper con los límites significaba mirar más allá, no solo el cielo sino también las nubes, las estrellas y lo desconocido.

Aprovechando los conceptos del cielo y de los límites nos preguntamos: ¿qué elemento atraviesa un proceso de cambio y se convierte en algo tangible más allá de nuestra visión? Después de mucho buscar, encontramos una respuesta: cometas.

El cometa es un fenómeno que en algunas ocasiones se convierte en un aerolito, es decir, una piedra aérea que traspasa la atmósfera y puede ser recuperada sobre la superficie terrestre. En pocas palabras, son fragmentos de cometas que tenemos la posibilidad de tocar.

Hasta ahí teníamos una parte de lo que queríamos expresar, pero todavía nos faltaba encontrar una analogía que haga referencia a nuestra particular capacidad de observación. Dentro de este universo hallamos el astrolabio, un antiguo instrumento utilizado para determinar la posición y el movimiento de los astros. Un buscador de estrellas.

Sumamos al Aerolito con el Astrolabio y… ¡Eureka!

Mucho más alto de lo que nuestra imaginación creía, surgió nuestro nombre. Ahora no solo podíamos ver esas estrellas, sino también alcanzarlas y tocarlas. ¡Hola Aerolab!

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