Algo parecido a la esperanza
En torno a los 21 años de la biblioteca Alejandro Aura
A María Teresa Pérez Cruz la conocí por Eusebio Ruvalcaba. La amistad afortunada nos conduce a nuevos hallazgos, en muchos terrenos de la vida. Así fue como llegué al FARO de Oriente, el primero en su tipo. El único que conozco. Y al cual le tengo mucho aprecio y respeto. Esta suerte de fortaleza, donde se imparten talleres de arte y oficios, nos ha recibido a los colegas del taller de Eusebio Ruvalcaba en diferentes ocasiones y por motivos muy variados. Recuerdo, en primer lugar, el homenaje que hicimos allí al maestro Eusebio, tiempo después de su fallecimiento. También presentamos en la biblioteca Alejandro Aura, a cargo de la cual se encuentra Tere, novelas y libros de cuentos; así mismo, organizamos un taller de fanzines para todas las edades, con la intención de difundir este formato que me hace pensar en la resistencia, la contracultura y la guerrilla. Algo tiene de esto último el fanzine, pero aplicado de forma creativa. El taller, vale la pena decirlo, tuvo suficientes asistentes como para dejarnos un buen recuerdo a los participantes. Lo que trato de decir es que el FARO, y en especial la biblioteca Alejandro Aura, hacen un trabajo excepcional para movilizar a los actores culturales que generalmente se ven atraídos hacia el centro de la ciudad. Muy pocas veces se piensa en la periferia como un polo cultural; todo lo contrario. Hay una serie de prejuicios arraigados en la mentalidad citadina que relacionan el oriente de la ciudad con todo tipo de escasez y marginación. Pero, visto de cerca, el oriente está bullendo de vida, incluso más que otras partes de la ciudad, cooptadas por intereses meramente económicos y donde la cultura es un fetiche, una mercancía para el consumo de unos pocos. En el oriente de este monstruo metropolitano hay colectivos de teatro, algunos centros culturales, talleres de poesía y narrativa; hay artistas visuales, músicos, poetas, narradores, cronistas; personas que todos los días apuestan por la creación como una forma de vida. Bajo esta lógica, el FARO — cuyo nombre evoca una luz que nos guía a puerto seguro — y la biblioteca Alejandro Aura son una trinchera cultural que aglutina a los creadores, con la finalidad de acercar su trabajo creativo a la gente. Por eso se respira otro aire, algo parecido a la esperanza, cuando se visita este espacio. Porque rompe toda lógica utilitaria o mercantil y abre la posibilidad de entender el mundo en términos diferentes: en las páginas un poemario, en las líneas de una novela o en la lectura de un cuento en voz del autor. Razones de sobra para celebrar la existencia de este oasis.
Publicado originalmente en: Antología del FARO de Oriente, 21 años