Concertistas en las ramas

Aguardientes

Gonzalo Trinidad Valtierra
Aguardiente
3 min readJul 8, 2020

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Si la vida social de pronto se detuviera — nos hemos preguntado a través del cine y la literatura — ¿qué pasaría?

Ahora estamos en posibilidad de responder.

Y la respuesta es mucho más humilde de lo que habíamos imaginado. De esto me di cuenta al amanecer, cuando en vez del habitual sonido de motores y cláxones, escuché el canto de las aves.

Aves que difícilmente encuentran nuestros ojos acostumbrados a las pantallas, o en el mejor de los casos, los libros. Aves novicias o veteranas del canto, de diferentes tamaños y variedades.

En pleno verano hay especies migratorias que arriban a la ciudad siguiendo las corrientes de aire que, en breve, deberían propiciar la lluvia.

Con una guía de campo, provista por la CONABIO, y unos binoculares, traté de identificar algunos ejemplares desde la ventana, luego en la azotea y finalmente aprovechando cualquier momento propicio para alzar la vista hacia las copas de los árboles, los cables y los postes.

De esta forma he sido capaz de nombrar a las aves que habitan la vecindad. Aunque de formas mucho más imaginativas y poéticas que nosotros. A riesgo de haber cometido un error, pues no soy un observador profesional, creo haber identificado un par de colibríes de pico ancho; palomas huilotas y tórtolas, estas últimas abundan y me recuerdan los acordeones, con ese movimiento característico del fuelle que se infla y desinfla; un junco ojo de lumbre, varios gorriones caseros que viven en pandilla, algún pinzón, zanates al por mayor y casi estoy seguro de haber visto un cuitlacoche pico curvo.

Si a esto le sumo el encuentro con un gavilán que en mayo se posó en la fuente de un parque en Tlacopac, al sur de la ciudad, puedo dar gracias al cielo.

Otro tanto tendría que agregar sobre sus voces. Al alba es cuando da comienzo el concierto polifónico. Cosa desacostumbrada por su fuerza, variedad y claridad, en una ciudad peleada con la vida. No puedo decir si se trata de tal o cual especie la que emite el sonido más agudo, el más armonioso y sostenido o el más grave e intermitente. Pero están allí, casi palpables en el aire fresco de las siete.

El canto, las plumas y el vuelo. ¿Qué más son las aves? El nido, diría Luis Ignacio Helguera, cuando lamenta desconocer el cielo y se pregunta “por qué acaricio el milagro del nido/ y quedo tan lejos del pájaro/ que vuela y juega/ y canta a lo alto/ y vuelve divino el cielo”.

Todo esto me hace pensar en la vanidad de nuestro modo de vida, ahora mismo en pausa, pero amenazante con retomar el ritmo y el curso suicida impuesto por el capitalismo. Poco a poco vuelven a escucharse los motores y los cláxones por la mañana. Las turbinas de los aviones. Y me pregunto qué será de las aves y sus voces cuando alguien decida que es momento de poner en marcha todo el aparato de producción de esta sociedad enajenada y embrutecida.

Cuando eso pase, pienso que por lo menos tendré la compañía de un ave inmortal, Aram Khachaturian y su concierto para violín. Mientras tanto, vivo esperanzado con la visión de la chara crestada, el mirlo primavera, el tirano gritón o el chivirín barranqueño. ¿Qué abonarán al concierto?

Remedios Varo / Aves

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