Morgan Stark y los números complejos

¿Qué pasó con el garaje de Tony Stark después de su muerte?

Myriam Barnés
Alendeia
17 min readJun 26, 2024

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El día que Tony Stark murió, Morgan Stark jugaba a los superhéroes con su amigo, Alvar Roots, junto al lago de su casa. En esos años, no había muchos menores de 5 años con quienes interactuar y Alvar era un niño moreno, de pelo muy rizado, que tenía 4 años igual que Morgan y pasaba las tardes en casa de los Stark. En su juego favorito, Morgan se ponía un casco de Pepper que había encontrado en el garaje y se convertía en la heroína Súper Maguna. Alvar, por su parte, había construido su propia armadura de cartón de Iron Man, su superhéroe favorito. Aquella tarde se divertían juntos salvando el mundo de un monstruo invasor.

—¡Chss! ¡Chss! ¡Vamos! ¡Zas! — sonaban los disparos y rayos láser que los dos niños imaginaban.

—Morgan, ¡ven aquí!

—Alvar, ¡nos vamos!

Ambas madres interrumpieron el juego de los niños aquel día. Pepper tenía los ojos enrojecidos, le quitó el casco azul a su hija y la tomó para abrazarla y besarla en la frente. La madre de Alvar cogió al niño de la mano y lo instó a irse de allí.

—¡Adiós, Morgan! — se despidió el niño.

La pequeña agitó la mano y, en ese mismo lugar, su madre le contó que papá se había ido para siempre, que había salvado el mundo, pero nunca más volvería. Claro que siempre y nunca eran cantidades de tiempo confusas para la pequeña. Aquella tarde su madre vistió a Morgan de negro, su casa se llenó de gente que no conocía, vieron las últimas palabras de su padre en un holograma grabado la noche de antes, antes de la segunda venida de Thanos y el tercer chasquido, y dejaron sus cenizas flotando en el lago donde hacía unas horas ella jugaba con Alvar.

Morgan echó en falta a su padre esa noche. Ella había nacido después del primer chasquido y su padre había sido día y noche para ella, estaba siempre leyendo en el salón y si no lo encontraba ahí, solo tenía que bajar al garaje donde estaría inmerso en alguna de sus creaciones. Pero Tony Stark no volvió aquel día, tampoco al siguiente, y la pequeña Morgan empezó a impacientarse.

—Mamá.

—Dime.

—¿Cuándo va a venir papá?

Pepper estaba acostando a Morgan y le pilló desprevenida la pregunta. Se le saltaron las lágrimas que se secó con el dorso de la mano.

—Cariño, papá no a venir nunca.

—Ya, pero ¿cuándo?

—Ay, Morgan — Pepper le acarició el pelo a su hija — Papá no va a volver. ¿Recuerdas que dejamos sus cenizas en el lago?

Morgan la miró fijamente:

—¿Papá está en el lago?

Pepper se mordió el labio, estaba siendo la conversación más difícil de su vida. Acarició las manos de su hija.

—Papá no está en el lago, papá era un superhéroe y se fue de viaje con otros superhéroes para salvar el mundo. Al final lo salvaron, pero los demás volvieron y él no.

—Ya, y ¿cuándo vuelve él?

—Morgan, cariño, papá está muerto.

Su madre pronunció aquellas palabras como si se le atragantaran, había bajado el tono de voz y tuvo que carraspear al terminar. Morgan no sabía qué era estar muerto de verdad, cuando jugaba a los superhéroes con Alvar también morían, pero era solo un juego. Sin embargo, su madre había pronunciado está muerto con una voz tan trémula que no le pareció un juego, sino algo terrible. Entendió que algo horrible le había pasado a su padre y que no volvería. Cogió con fuerza la mano de su madre y se puso a llorar. Su madre la abrazó y Morgan sollozó hasta quedarse dormida.

Un par de días más tarde, Alvar volvía a casa de Morgan con su armadura casera de Iron Man para jugar con ella a los superhéroes. La niña buscó como siempre su casco de Súper Maguna y empezaron a imaginar que disparaban a los terribles patos del espacio que habían caído en su lago. Un monstruo poderoso les acechaba desde las profundidades para conquistar el mundo. De pronto, un disparo fingido alcanzó a Alvar.

—¡Maguna, ayúdame!

La superheroína acudió en auxilio de su amigo que había quedado tumbado entre la niebla que dejaban los restos imaginados de la destrucción del mundo. Ella no dejaba de disparar al monstruo del lago.

—¡Chss! ¡chss! — sonaban los rayos láser que imaginaba salir de su mano — ¡voy a rescatarte, Alvar!

—Me muero… — susurró Alvar desde el campo de batalla.

Y entonces, Morgan no vio el mundo imaginario en el que jugaban. La niña se dio cuenta que su amigo estaba tumbado con los ojos entrecerrados bajo el sol radiante, al lado del lago, y había dicho tan flojito eso de me muero, que pensó en su padre y un terrible presentimiento se le coló por dentro. Se quitó enseguida el casco de superheroína y se tiró al lado de Alvar.

—¡No! ¡No! — empezó a gritar mientras agitaba a su amigo y le arrancaba el cartón de la armadura casera — ¡no te mueras!

—Morgan, es de broma — le dijo su amigo abriendo los ojos e intentando calmarla.

—¡No! ¡No! — Morgan no podía escuchar, no podía parar de gritar — ¡no te mueras, estúpido!

—Morgan, que estoy aquí — insistía Alvar y se protegía como podía de los tirones de su amiga — ¡no lo rompas!

Al escuchar los alaridos que venían del jardín su madre salió corriendo de casa.

—Morgan, cariño — la abrazó Pepper nada más llegar junto a los dos niños — No pasa nada, estamos en casa, está todo bien.

—No está muerto, ¡estúpido!

—Claro que no — la calmó su madre — Alvar, ven aquí conmigo.

Los dos niños se sentaron en sus piernas en el césped. El sol relucía sobre la superficie calmada del lago. Ya no quedaba nada del mundo imaginario en el que los dos niños luchaban unos minutos antes. Ni siquiera la armadura de cartón de Alvar había sobrevivido aquella tarde.

—Estamos todos aquí y no hay monstruos — susurró Pepper— estamos todos bien.

Morgan y Alvar

12 años después, Morgan y Alvar no habían vuelto a jugar a los superhéroes. La madre de Alvar siguió dejándolo en casa de Morgan por las tardes e inventaron mil historias, pero nunca más trajo Alvar su armadura destrozada y Pepper se guardó bien de esconder el casco de Súper Maguna en el garaje, junto a todas aquellas creaciones de Tony Stark que quedaron tapadas bajo gruesas mantas.

12 años después, Morgan y Alvar tenían 16 años e iban a la misma clase. Era curioso, porque en el instituto había cinco cursos con menos de la mitad de los alumnos que el resto de años. Mientras que los de 2 años más eran 3 clases y los de 4 años menos hasta 5 clases, ellos solo eran una. Los llamaban los años de la excepción y gracias a ello, Alvar y Morgan, que cursaban ramas del conocimiento distintas, estaban en la misma clase. Alvar dibujaba genial y estudiaba más asignaturas de literatura y arte con el objetivo de dedicarse a los cómics o la animación. Morgan, sin embargo, había heredado la curiosidad científica de su padre y su abuelo, y estudiaba matemáticas y física con el ánimo de trabajar en investigación.

En las asignaturas comunes se sentaban juntos y pasaban las horas de conversación. En las que se dividía el grupo se echaban miraditas entre las cabezas de sus compañeros y se reían por lo bajo. Después de clase, Alvar acompañaba a Morgan a casa y seguían quedando algunas tardes. Estudiaban juntos y se quedaban hasta altas horas de la noche viendo series y comentándolas por internet. Entre ellos había una gran amistad, se conocían de toda la vida, y tenían tanta complicidad que cualquiera habría adivinado mirándolos que entre ellos había algo más, aunque todavía no hubiera ocurrido.

Una tarde, Alvar estudiaba Historia contemporánea para un examen mientras Morgan repasaba problemas de Física relacionados con gravitación. Estaban solos en el salón de la chica y habían inundado la mesa central con sus respectivos papeles, apuntes, mochilas y bolígrafos

—Me abuuurro — dijo Alvar estirándose en la mesa.

—Venga, para ya, que estoy terminando este problema.

—Me abuuuuuuurro — repitió Alvar haciéndole cosquillas a Morgan.

—Ay, ¡espera que me queda nada!

—Es que esto deprime a cualquiera — cogió sus apuntes para empezar a leerlos imitando un locutor de radio de voz grave y profunda — La década oscura se caracteriza por ser un periodo histórico en el que se sucedieron una pandemia mundial y los años de la excepción que van entre el primer chasquido de Thanos y los chasquidos segundo y tercero de los Vengadores. Se caracterizó por una gran recesión económica debida al descenso de la población por enfermedad o desaparición que…

—No pongas esa voz de tarado, mi padre murió en esa época — lo interrumpió Morgan.

—Joder, es verdad, lo siento. Pero fíjate, lo cuentan súper frío y aburrido como descenso de la población, como si las personas que desaparecieron fueran números. Ojalá nos contaran lo que pasó de verdad. Tu padre estaba en los Vengadores ¿verdad?

—Sí.

—Joder, qué guay.

—No es tan guay si te matan.

—Pero salvas el mundo.

—Y abandonas a tu familia.

—Joder, Morgan, qué dura.

—Es lo que es — suspiró ella.

—Bueno vamos a cambiar de tema — Alvar hizo un intento de volver a hacerle cosquillas, pero Morgan se zafó.

—Has empezado tú — se quejó la chica.

—A ver ¿cómo llevas tú los problemas? Yo creo que el examen medio me lo sé.

—Ya me has desconcentrado — le sacó la lengua Morgan — . De todos modos solo estaba repasando, no son para mañana.

—¿Y si vemos una peli?

—¿Ahora? Mi madre me mata, dice que estoy enganchada a la tablet y me tiene controlado el tiempo que lo utilizo.

—¿En serio? Si tienes 16 años ya.

—Pero ya sabes cómo es, me mira el tiempo de uso casi todos los días, para que aproveche el tiempo — dijo Morgan imitando a su madre.

—Vaya tela. Pues la vemos en la mía, que la llevo aquí.

—No sé, si nos pilla…

—Un capítulo de una serie cortita.

Morgan arqueó las cejas.

—Venga, si no se va a enterar — siguió Alvar — siempre comentamos series por la noche pero nunca hemos visto una juntos.

Alvar insistió poniendo las caras más tiernas y graciosas que sabía y al final, Morgan cedió. Decidieron ver un capítulo de una serie sobre narcotraficantes a la que estaban enganchados. Recogieron todos los papeles que tenían sobre la mesa y se tumbaron juntos en el sofá con la tablet de Alvar entre ellos.

Era cierto que habían visto muchas series juntos pero ninguna tan juntos. De pequeños veían las pelis en la tele tirados cada uno en un sofá de casa de Morgan, pero ahora, la tablet entre ellos los obligaba a compartir asiento y a estar muy pegados. Alvar le pasó el brazo a Morgan por encima de los hombros y ella lo dejó, sintió su corazón acelerarse de pronto. Qué tontería, solo eran amigos. Pero el contacto con el cuerpo del chico era cálido y se acomodó en su hombro. Alvar la estrechó junto a él. Sentía que un cosquilleo le recorría de arriba abajo por tenerla al lado y le daban unas ganas enormes de besarla. Pero no podía, no se atrevía, ¿y si ella lo rechazaba? No quería perder por nada del mundo la amistad que tenían. Estaban tan pendientes el uno del otro que ninguno se estaba enterando del capítulo que veían, Alvar la estrechó de nuevo y entonces se oyó la cerradura de la puerta. Los dos se sobresaltaron en el sofá.

—Mi madre — advirtió Morgan en un susurro mientras se levantaba rápidamente — hagamos como que estudiamos.

Alvar se levantó de un respingo y la siguió.

—Mierda, lo hemos recogido todo, no va a colar — se preocupó Morgan hablando bajito.

—¿Y esa puerta? — señaló Alvar una puerta de chapa justo detrás de ellos.

—Buena idea, vamos — Morgan agarró las dos mochilas todo lo rápido que pudo y desaparecieron tras la puerta lo más sigilosamente que pudieron.

Justo cuando cerraron se oyó la voz de Pepper en la casa gritar ¡hola!, pero nadie contestó.

Los dos adolescentes estaban a oscuras al borde de lo que Alvar intuía que era un escalón.

—¿Dónde estamos? — susurró.

—Es el garaje de mi padre — Morgan encendió la linterna del móvil y alumbró los escalones que llegaban al garaje — salimos por detrás y volvemos diciendo que veníamos de la biblioteca, ¿vale?

Alvar asintió y alumbró también con su linterna del móvil. Grandes bultos tapados con mantas, grandes y pequeños, sobre mesas y en el suelo, llenaban el espacio.

—¡Ala! — exclamó en voz baja — ¿qué es todo esto?

—Son las cosas de mi padre, mi madre las tapó tras su muerte.

Alvar levantó la esquina de una de las mantas que había en la sala y al enfocar con la linterna apareció el casco de Súper Maguna.

—Mira, Morgan — lo señaló dando un codazo a su amiga — ¡te encantaba!

—Hace mucho tiempo ya de eso…

Alvar siguió alumbrando y apareció entre las mantas una armadura antigua de Iron Man, de verdad y en perfecto estado. El chico abrió mucho los ojos.

—¡Ala! ¡Morgan, mira!

A ella no le impresionó.

—Son las cosas de mi padre — repitió.

Pero su amigo estaba alucinando y al mirar bajo otra manta descubrió un gran panel de control con un sistema holográfico. Toda la tensión de los momentos antes juntos en el sofá había desaparecido y se había transformado en emoción de descubrimiento.

—¡Morgan, Morgan! ¿¡Tu padre era Iron Man!?

—Sí.

—¿¡Qué!? — Alvar no daba crédito a lo que estaba descubriendo — ¿Cómo no me lo has dicho nunca?

—Pero si te dije que mi padre era de los Vengadores.

—¡Ya! — Alvar puso los ojos en blanco — ¡Pero no me dijiste que era Iron Man! Madremía, Morgan, como no lo había pensado antes, tu padre era Tony Stark, ¡claro que era Iron Man!

—¿Y eso qué cambia?

—¿¡Cómo que qué cambia!? ¡Tu padre hizo el tercer chasquido!

—Sí, bueno…

A Morgan no le gustaba sacar el tema de su padre. Aunque había pasado mucho tiempo, de pequeña le había costado mucho aceptar que no volvería a verlo nunca. Lo adoraba, y había desaparecido así sin más, sin despedirse de ella. Alvar seguía husmeando con su linterna por el garaje levantando esquinas de mantas.

—¡Morgan, mira! ¡Aquí están los restos de la máquina del tiempo cuántica!

A Morgan todo aquello no le hacía ninguna ilusión, incluso le irritaba un poco. Solo eran cacharros antiguos de su padre. Sin embargo, reconocía que ver a su amigo tan alucinado le producía algo de interés.

—¡Mira Morgan! Estas pulseras son GPS espacio temporales. ¡Y hasta hay partículas PIM!

—¿Y tú cómo sabes todo eso? — dijo Morgan cogiendo otra de las pulseras y examinándola por delante y por detrás.

Alvar tocó un botón y se encendió la pantallita del GPS, en ella había una flecha, un par de ceros y una ecuación.

—Qué pasada… — suspiró Alvar.

—Mejor que no toques — susurró Morgan.

Pero su amigo seguía trasteando alucinado. De pronto hubo un gran destello de luz que los absorbió y se apagó tras unos instantes. Los dos adolescentes se encogieron del susto. En el GPS los datos de la pantalla habían cambiado.

—¡Alvar! — gritó Morgan en un susurro.

Estaba visiblemente enfadada.

—Deja eso. Vámonos ya de aquí.

Dejaron las pulseras bajo las mantas y se encaminaron hacia el exterior. El garaje tenía dos ventanas tapadas también con mantas y Morgan se asomó a una de ellas antes de abrir la puerta al exterior. Cuando volvió la cabeza hacia Alvar estaba pálida y desconcertada.

—No puede ser… — susurró.

—¿Qué pasa?

Morgan le señaló la ventana a su amigo para que mirara.

En el exterior había un jardín lleno de flores y dos niños de unos 10 años jugando al escondite. El niño tenía el pelo rizado y rubio, pero cuando se giró y Alvar le pudo ver la cara pegó un respingo.

—Morgan…

El chico se echó las manos a la cabeza.

—Somos tú y yo.

—Oh, joder, Morgan.

—¡Has sido tú! ¡Estamos en el pasado!

—¡Pero ese niño que tiene mi cara es rubio!

—¡Y mi casa tiene flores! ¡yo que sé!

—Joder, Morgan, si yo no he tocado nada.

—Algo has tenido que tocar para que saliese el resplandor.

—Joder.

Se volvieron de nuevo hacia las mantas y alumbraron con las linternas del móvil buscar de nuevo las pulseras GPS espacio temporales. A ambos les iba el corazón a mil por hora, y Alvar no podía dejar de decir joder cada tres segundos.

En la pantalla había ahora un punto rodeado de un círculo y un par de coordenadas: (0, 0) y (−6, 5).

—A saber qué significa esto… — suspiró Morgan.

—Antes ponía otra cosa.

—¡Si no hubieras tocado!

—Joder, pero ya está hecho.

—¿Qué ponía antes?

—Una flecha, el mismo (0, 0) y una ecuación.

Alvar sacó unos folios de su mochila y dibujó la pantalla antigua y la actual de la pulsera.

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Problema 1: ¿Dónde están Morgan Stark y Alvar Roots?

—¡Mira Morgan, en tu resultado aparecen los números –6 y 5! — dijo Alvar señalando la pantalla actual de la pulsera — ¡Lo mismo que los otros números! ¡esto tiene que ser algo!

—Y qué va a ser, aunque esté simplificando esto no es nada, no tiene solución, no existe la raíz de –1.

—A lo mejor sí existe y aún no lo has estudiado.

—Es imposible, no hay ningún número que multiplicado por él mismo sea negativo.

—¿Entonces qué significa?

—Yo que sé…

Los dos adolescentes volvieron a mirar la pulsera. Morgan estaba desesperada.

—Por qué tuviste que tocar nada… — se quejó en un susurro.

—Lo siento Morgan, yo que sé, no sabía que esto eran tan sensible.

Alvar se paseaba por el garaje pensativo y volvió a mirar por la ventana. Era extraño verse allí, a solo unos metros, con 10 años, 6 menos que los que tenían en la actualidad, y además con el pelo rubio. Le gustaba más su yo actual moreno. Y de pronto…

—¡6 años menos! — exclamó — ¡cómo no nos hemos dado cuenta!

—Alvar, no grites.

—Morgan, Morgan — Alvar estaba emocionado de nuevo — ¡Ahí fuera tenemos 6 años menos!

—Ya, ¿y qué?

Alvar señaló los dos números de la pantalla y la solución de su ecuación.

— La T es de tiempo, ¡hemos vuelto 6 años atrás!

A Morgan se le iluminó la cara. Aquello parecía tener sentido, sin embargo…

—¿Y lo otro? ¿qué pasa con el 5?

—No sé, tú eres la que sabe de física y matemáticas, sabrás qué puede ser.

—Pero no se puede viajar en el tiempo.

—¿En serio me lo dices, Morgan? Los Vengadores viajaron en el tiempo para recuperar las gemas y conseguir el segundo chasquido. ¡Tu padre inventó cómo! Todavía me parece increíble que tu padre fuera Iron Man y que tengamos aquí todas sus cosas…

—Sí, ya lo sé, usó la cuántica, pero seguimos sin saber dónde estamos. Vale que 6 años atrás, pero tú eres rubio y en mi jardín hay flores que nunca hemos plantado. ¿Cómo puede ser? ¿Tendrá que ver con el otro número? ¿con el 5?

Alvar examinó el GPS de nuevo, si la T era de tiempo, la S tendría que ser de space, espacio, el punto en el espacio, porque no se habían movido. Entonces la T era lógico que fuera un punto en el tiempo, pero el tiempo no puede ser una coordenada, solo se puede ir hacia delante… o hacia atrás…

—Morgan, ¿el tiempo solo se mueve hacia delante y hacia atrás?

—En teoría sí, pero hay varias teorías físicas que hablan de otras líneas temporales.

—El multiverso.

—Bueno sí, hay pelis de eso, pero no creo que se pueda realmente…

—¿Y si, sí?

Problema 1: ¿Dónde están Morgan Stark y Alvar Roots?

—No me lo puedo creer, Morgan, ¡estamos en el multiverso! — dijo Alvar emocionado.

—A mí no sé si me parecen tan guay… Vamos a pensar cómo volvemos.

Problema 2: ¿Qué deben hacer Morgan y Alvar para volver al punto del que partieron?

Antes de resolver el problema 2: Hay que saber que la pulsera tiene varios botones:

  • Uno en la izquierda arriba que solo cambia de punto a flecha.
  • Otro en la izquierda abajo que permite seleccionar la S o la T y sus elementos.
  • Otro a la derecha arriba, con forma de rueda que, cuando está en modo flecha permite cambiar las coordenadas en la S o en la T, y cuando está en modo punto con círculo en la S no ocurre nada, pero en la T cambia la visualización. Puede ser una ecuación, una coordenada o un número seguido de un ángulo.
  • Otro botón a la derecha abajo, rojo, que Morgan y Alvar creen que es el que han tocado para moverse en el multiverso.
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—¡Espera, Morgan!

—¿Qué pasa, Alvar?

Los dos adolescentes tenían ya sus pulseras en el (0, 0) para volver de nuevo a casa, a su tiempo y su universo, al punto del que partieron.

—¿Estás segura que quieres volver?

—¡Claro que quiero volver! A saber lo que pasa en este mundo, a saber qué pasa si Morgan y Alvar pequeños entran aquí ahora, yo quiero volver a donde estábamos.

—Pero no has pensado…

—¿Qué pasa?

—Nada, nada.

—¿Qué te inquieta? Lo hemos hecho bien, poniendo el (0, 0) estoy segura que llegaremos a casa.

—No es eso, es que… ¿no querrías ver a tu padre de nuevo?

La cara de Morgan cambió de pronto y se le hizo un nudo en la garganta.

—Pero…

—Imagínate, verlo una vez más…

—Para, Alvar, no digas nada, no…

—¡Podrías verlo de nuevo, Morgan! Hablar con él, incluso prevenirlo. Podría ser en este universo, o en el nuestro, o en otro, a lo mejor no ha muerto en otras líneas temporales, a lo mejor podríamos matar nosotros a quien lo mató antes de que ocurra, o traerlo de nuevo…

—¡Alvar!, ¡para! — Morgan estaba visiblemente nerviosa pero su amigo no la escuchaba.

—Tenemos aquí armaduras y material de tu padre, tenemos las pulseras, podemos intentar lo que queramos.

—Pero, Alvar, escúchame — le pidió Morgan mirándole a los ojos — ¿y si no lo encontramos? ¿y si con los viajes en el tiempo nos pasa algo? Yo quiero volver a casa.

Morgan se había acercado mucho a su compañero y le hablaba visiblemente angustiada, pero él estaba eufórico, notaba su corazón latiendo lleno de energía.

Alvar le cogió la mano.

—Perdona, haremos lo que quieras — la miró a los ojos y le apartó el pelo de la cara — Volvamos a casa a descansar. Es una locura.

—Sí, es una locura.

Los dos adolescentes estaban cogidos de la mano y miraron sus pulseras.

—¿Le damos a la vez? — dijo Alvar.

Morgan asintió, pero antes de apretar el botón le apartó la mano a su amigo.

—¡No!

—¿Qué pasa?

—Tienes razón. Es una locura pero tienes razón. Quiero ver a mi padre de nuevo, quiero hacer algo. Vamos a intentarlo.

A Morgan le había costado asimilarlo pero se les presentaba una oportunidad increíble. Alvar la miró a los ojos para asegurarse que lo decía de verdad.

—Antes de que me arrepienta… — le pidió Morgan a Alvar.

A los dos se les aceleró el corazón. Dejaron las pulseras sobre la mesa y destaparon todos los objetos que había en el garaje. Debían idear un plan. Se miraron a los ojos y se cogieron fuerte de las manos.

—Vamos — dijeron al unísono.

Situación de aprendizaje: Morgan Stark y los números complejos

Las situaciones de aprendizaje son una herramienta perfecta para introducir en clase la resolución de problemas y qué mejor que la narrativa para tratar conceptos complejos. El utilitarismo exacerbado nos insta a relacionar las matemáticas con el mundo en el que vivimos, como si rellenar la declaración de la renta tuviera más interés que una vuelta al mundo en globo. Contra ello tenemos la ficción. Esta nos permite crear mundos distintos y jugar con ellos porque no tiene los límites estrictos de la realidad. Su único requisito es la verosimilitud que consigue meternos en la piel de los personajes, que puede convertir lo abstracto en tangible y llegar a partes de nuestro cerebro que al razonamiento lógico todavía no ha conquistado. De los trovadores a las plataformas de streaming, contar historias es la tarea más antigua y a la vez más actual del ser humano. No importa el formato.

Morgan Stark y los números complejos está pensada para introducir los números complejos en 1ºBachillerato. La tarea del profesor será fundamental para guiar su resolución, mantener la tensión en clase y conseguir, entre todos, el descubrimiento de este concepto matemático tan apasionante.

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Myriam Barnés
Alendeia

Mathematician, writer and designer. | Stories rule the world. ✨