El Lado Oscuro del Liberalismo

Isaac de la Peña
Algonauta
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9 min readJun 4, 2019

En mi reseña de la magistral obra de Antonio EscohotadoLos Enemigos del Mercado” cargué bastante duro contra la religión, el nacionalismo, y el comunismo, acusándolos de utilizar los mejores objetivos del ser humano para justificar los peores medios. No guardo ningún remordimiento por lo dicho pero varias personas me han preguntado, educadamente. “¿Y el capitalismo?”. Bien, es justo que dediquemos unas líneas a hablar del lado oscuro del liberalismo, y no veo mejor forma de hacerlo que a través de las ideas de un premio nobel, bien conocido por su habilidad para cuestionar el status quo.

La Economía del Comportamiento

Como sabrán en este 2017 ha sido galardonado con el premio nobel Richard Thaler, un profesor de la Escuela de Chicago. Al anunciar el premio, la Real Academia de las Ciencias Sueca citó explícitamente el rol histórico de Thaler en la creación del campo de la economía del comportamiento, diciendo que “sus contribuciones han construido un puente entre los análisis económico y psicológico del proceso de toma de decisiones”. A diferencia de la mayoría de economistas no es tampoco un desconocido para el gran público ya que por ejemplo en el 2015 participó en un sketch de la película de culto “La Gran Apuesta”, precisamente explicando junto a la cantante Selena Gómez las razones psicológicas detrás la burbuja especulativa inmobiliaria que nos llevó a la Gran Recesión de los tiempos modernos.

Durante muchos, muchos años los profesores de Economía han vivido con lo que me gusta llamar “envidia de la Física”, el hermano mayor en la familia de las ciencias, y han percibido la matematización teórica como la única vía para obtener precisión, prestigio y el debido respeto. Por desgracia eso no ha resultado en una mejor predictibilidad, sino que ha conducido a crear corsés muy estrechos, como la la Teoría de los Mercados Eficientes de Eugene Fama acerca de la infalibilidad de los mercados financieros. Es gracias al trabajo de Thaler que hemos recordado que la economía es una ciencia social, esto es, basada en los individuos. ¿Y si dichos individuos cometen crasos errores de juicio al comprar un coche, una casa o un yogur — algo que el márketing ha sabido explotar jugosamente desde hace siglos — por qué iban de pronto a convertirse en oráculos dotados de razón e información perfecta a coste cero? Poco después del galardón tuve ocasión de hablar de ello en Capital Radio gracias a la amable invitación de Laura Blanco.

Desarrollando el campo abierto por Thaler tenemos obras imprescindibles de la ciencia financiera moderna como “Beyond Greed and Fear” de Hersh Sherfin, donde identifica y analiza en detalle fallos repetidos en el comportamiento real de los mercados, así como “Adaptive Markets” de Andrew Lo, en el que reconcilia las teoría clásica con los fenómenos descritos por la economía conductual, aplicando fórmulas de la teoría darwiniana de la evolución a las interacciones financieras mediante conceptos de competición, adaptación y selección natural.

Pero no es nuestro objetivo desarrollar estas ideas aquí; ya lo hemos hecho dentro de la obra “Fundamentos del Análisis Financiero” de Editorial Deusto escrita con mi admirable socio Carlos Doblado, allí les remito. Hoy el objetivo es diferente; como dijimos las obras de Thaler han cuestionado las ideas clásicas acerca de lo que motiva el comportamiento de los individuos en la economía, y han permitido una comprensión más profunda del comportamiento humano en dominios que van desde las finanzas domésticas hasta cuestiones de política nacional. Libros suyos que son de lectura obligatoria incluyen “Misbehaving: The Making of Behavioral Economics” y “Nudge: Improving Decisions About Health, Wealth and Happiness”. Precisamente este último libro es el que me parece más indicado para explorar el lado oscuro del liberalismo.

La Política de los Empujones

En “Nudge”, que se puede traducir como “Empujoncito”, Richard Thaler explora cómo los conceptos de la economía del comportamiento pueden utilizarse para corregir grandes problemas sociales e influir las normativas públicas. La idea principal es que un cambio relativamente sutil en las políticas al uso puede tener enormes consecuencias en cómo los individuos planifican y distribuyen su tiempo y sus recursos.

Para disipar dudas conspiratorias, quede claro que aquí estamos hablando de políticas que “inviten” (de ahí el empujoncito), ayuden a la gente a tomar decisiones que, de hecho, les benefician; están alineadas con su interés personal en un sentido amplio, como por ejemplo: cuidarse más, hacer más deporte, comer más sano, gastar mejor y ahorrar más.

Tampoco se trata de penalizar a la gente financieramente si no actúan de una cierta forma, sino hacer más fácil que tomen ciertas decisiones que, en el fondo, son mejor para ellos. En las palabras del propio Thaler: “Sabiendo cómo y qué piensa la gente es posible hacer más fácil la elección de aquello que es mejor para ellos, para sus familias, y para la sociedad en general”.

Podemos encontrar un buen ejemplo en la política de pensiones del Reino Unido. En el 2012 el Gobierno Británico mandó a los empresarios que establecieran un sistema de “enrolamiento automático” en los planes de pensiones, con el objetivo de incrementar lo que era un porcentaje de ahorros para la jubilación preocupantemente bajo entre los trabajadores del sector privado. Esto significa que las contribuciones se deducirían de forma automática de sus salarios a menos que ellos formalmente solicitaran estar exentos.

Richard Thaler, autor de “Nudge”

La teoría era que mucha gente de hecho quería guardar más dinero para su retiro, pero que no lo hacían porque no querían tener que pasar por lo que ellos percibían como decisiones complicadas y largos trámites, mientras que al convertirlo en automático se les facilitaría el hacer lo que, en el fondo, ya querían hacer antes.

Y… ¿Ha funcionado? Los expertos dicen que sin duda alguna. Desde que el enrolamiento automático se introdujo en 2012 la tendencia descendiente de toda una década se invirtió, y los planes de jubilación del sector privado en el sistema han saltado de 2.7 millones a 7.7 millones en el 2016.

La Otra Mano Invisible

A pesar de su efectividad probada, o precisamente por ella, hay considerables sectores de la población que se oponen a este tipo de actuaciones. Se suele tratar de aquellos que se identifican con el pensamiento libertario, el extremismo liberal que eleva la autonomía individual al grado de principio absoluto y percibe en cada prerrogativa del gobierno una amenaza para dicha libertad.

Es comprensible que los libertarios conciban los empujoncitos como indeseables injerencias estatales, abuso de poder casi conspiratorio; pero es a la vez bastante ingenuo pensar que en ausencia de ellos se produzcan decisiones más libres, con menos interferencias: todo lo que se consigue es dejar el espacio abierto para que lo llenen las sugestivas fuerzas del márketing en otros empujoncitos desde manos con intereses particulares y mucho menos cándidos.

Michael Bloomberg y los Vasos de Coca-Cola.

Tal vez recordarán el berenjenal que se montó en el 2012 cuando Michael Bloomberg, siendo alcalde de Nueva York, propuso limitar el tamaño de los vasos de Coca-Cola en los restaurantes. ¡Vaya ataque a la libertad! Conviene matizar que el tamaño máximo propuesto era de casi medio litro, y cualquier doctor nos diría que beberse tal cantidad de agua azucarada durante la comida es muy poco saludable. Mientras tanto, los vasos que se servían sobre todo en los restaurantes de comida rápida eran de más de un litro. La discusión llegaba al paroxismo de la estupidez, porque si alguien realmente quería hacer oposiciones a diabético… pues no tenía nada más que pedirse otro vaso. Pero claro, eso es un esfuerzo adicional que afectaría negativamente a las ventas. Y así se desvela el otro empujoncito interesado, el de la industria.

Es también curioso como, de manera especular y por el mismo año 2012, ciertos estados controlados por gobiernos Republicanos como el de Texas, de orientación conservadora, establecieron una ley que obligaba a las madres que desearan abortar a presenciar fotos por ultrasonido de su futuro bebé. Pudiera parecer que el libertarianismo no tiene tantos adeptos cuando la decisión no coincide con sus creencias personales.

El Fracaso de la Ilustración

El liberalismo nace con la Ilustración, y sus padres fundadores como John Locke y Adam Smith comparten un corpus de ideas que cristalizan en Europa durante el XVIII: frente al oscurantismo, la superstición y la tiranía, los filósofos ilustrados anteponen el conocimiento. Las luces del saber permitirá elevar al ser humano de su ignorante condición y conducirlo a una era de progreso y realización personal. A partir de estos ideales surgen iniciativas que hoy consideramos fundamentales como las tertulias de divulgación, las bibliotecas públicas, y la escolarización universal, elementos para construir un mundo mejor.

“Une soirée chez Madame Geoffrin” de 1755: autores, filósofos y artistas atienden una tertulia sobre las obras de Voltaire.

Y sin duda hemos conseguido progresar, con nuestros altibajos durante el trayecto y más guerras de las previstas, pero con tremendos logros sociales. Sin embargo, también hemos constatado que los avances tecnológicos no tienen por qué ir aparejados con un crecimiento moral, que la abundancia material no tiene por qué conllevar una mayor realización personal, y que la accesibilidad universal del conocimiento no tiene por qué motivarnos para estudiar más. Esto es lo que llamo el fracaso de la Ilustración: que teniendo todos los medios para formarse, grandes sectores de la población prefieren la comodidad de la ignorancia al esfuerzo del aprendizaje. Y como la educación es la única vía para superar nuestros sesgos cognitivos quedan mucho más vulnerables a los efectos de muchos empujoncitos perversos.

Hay quien llega a hablar de “esclavitud encubierta”, sin grilletes ni látigo pero igualmente subyugadora del individuo una vez este se ha metido en un préstamo para el nuevo coche (el otro ya tenía un par años), dos hipotecas (no se puede vivir sin casa de vacaciones) y tres tarjetas de crédito con pagos aplazables a un interés creciente, sin entender las implicaciones legales o financieras de cada uno de dichos contratos. Francamente esa terminología me parece exagerada y victimista porque a diferencia de la esclavitud antigua, la de verdad, aquí se trata al fin y al cabo de decisiones personales; tal vez sin la capacidad adecuada para un juicio correcto, pero si se garantiza un acceso universal razonable a la educación entonces lo que prima es la responsabilidad individual por formarse e informarse. Eso o la renuncia y el Estado tutelado.

Conclusiones

La pregunta sobre el capitalismo se convierte en tendenciosa si pretende meter dicho sistema en el mismo saco de totalitarismos como el nacionalismo, el comunismo y la religión. Eso sería injusto, por las siguientes razones:

Primero, porque aunque no sea un sistema perfecto ha permitido la opulencia de nuestras sociedades actuales en las cuales, a ojos de cualquier época anterior, todos somos ricos. Por cada zapato que se producía a principios de siglo veinte hoy se pueden crear miles, y así con cualquier otro artículo que pueda imaginar.

Segundo, porque si bien la tesis de Marx sobre la tiranía del capital no era correcta ya siquiera cuando la tinta estaba fresca en su obra de título homónimo, la propia maduración del capitalismo nos ha llevado a la sociedad actual en la que ese factor productivo se ha convertido en una commodity. En cambio el recurso más escaso y preciado es el talento individual y, por tanto, el que tiene la mayor poder de mercado.

Tercero, y mucho más importante, porque el liberalismo filosófico que es la base tanto de la democracia como del capitalismo no nos impone un propósito universal ante el que tengamos que someternos, sea Dios, la Patria o la Comunidad: cada uno tiene margen de maniobra para establecer su misión vital y perseguir su propia felicidad.

Ahora bien, el talón de Aquiles del liberalismo, la democracia y el capitalismo es la suposición de que la sociedad está compuesta por individuos formados que saben decidir bien en libertad. En cambio, la experiencia diaria nos muestra lo vulnerables que somos a las sugestiones externas del márketing y lo fácil que resulta reconducir la opinión de una masa ignorante. Esto es algo que las tecnologías de la información en lugar de subsanar han acrecentado. Por un lado aumentando la cantidad de ruido ambiental a procesar. Por otro posibilitando una recopilación y análisis de las preferencias individuales que, en las manos adecuadas, se convierten en un arma de manipulación masiva con extrema efectividad. Con la campaña adecuada se nos puede convencer hasta del paroxismo Orwelliano: que la guerra (preventiva) es la paz, que la libertad es esclavitud (del desprotegido), que la ignorancia es fuerza (de la fé).

Hemos de asumir que no nacemos libres si no que llegamos a serlo, de forma siempre temporal y precaria, a través de un duro proceso de aprendizaje, ensayo y mucho error que dura, en los mejores casos, toda una vida.

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