De acuerdo a Freud el principio del placer es uno de los procesos psíquicos primarios. Las experiencias de placer le llegan al niño por medio del cuidado materno; sin embargo, el predominio del principio del placer se va desvaneciendo conforme pasa el tiempo y se forman estructuras que le permiten separarse de los padres, se establece el principio de la realidad.

La realidad exterior cobra importancia a través de la atención que el niño vierte hacia la exploración del mundo externo.

El yo se vuelve “razonable”, se somete al principio de realidad y entonces es capaz de renunciar a la satisfacción inmediata, posponer el placer y enfrentar el displacer; el tránsito del principio de placer al principio de realidad es uno de los progresos más importantes en el desarrollo del yo.

El proceso secundario significa que la capacidad de pensar sustituye a la descarga motriz, entonces el lenguaje como función simbólica, adquiere gran relevancia, ya que permite que el pensamiento se haga perceptible y pueda, además, exteriorizarse.

Bajo este proceso el yo adquiere la capacidad para diferir el placer y dominar el exceso pulsional, lo que implica que el niño ha logrado una mayor autonomía que le permite aceptar la separación de sus objetos infantiles y ampliar el círculo de las relaciones sociales.

El fracaso en la transición del proceso primario al proceso secundario, sugiere la posibilidad de fallas en la integración del self, fragilidad del yo, que impide al individuo el control de sí mismo, posponer la satisfacción y controlar la excitación pulsional, por lo que no puede inhibir tampoco, la manifestación de sus deseos agresivos; las dificultades en la ligazón de las investiduras libidinales y agresivas, conlleva que el niño se sienta abrumado por impulsos carentes de significación, que se relacionan con la destructividad y la actividad sin sentido.

Referencia:

Esparza, E. (2015). Los síntomas del TDAH, solo la punta del iceberg . Clínica de lo negativo. CIES. México

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