Objetos transicionales y fenómenos

Donald Woods Winnicott

Winnicott, critica en forma radical la concepción de un aparato psíquico cuyas únicas alternativas sean las derivadas de un presunto funcionamiento omnipotente, alucinatorio (propio del mundo de la realidad interna subjetiva), o la adaptación plástica y no creativa a la realidad exterior en cuanto proveedora de necesidades. En su opinión, la experiencia cultural intersubjetiva no tiene espacio en este modelo estructural del aparato psíquico, y su ubicación requiere una nueva conceptualización.

Para él, el niño recién nacido tiene un estado intermedio entre la tendencia a usar el puño o los dedos para estimular la zona oral en una forma “subjetiva” o “narcisista” y su salida al mundo de los objetos reales, objetivos, representados por un osito o un muñeco con el cual el bebé juega poco tiempo después. Dicho estadio intermedio está señalado por el uso de lo que el autor ha dado en llamar, “objetos transicionales”, que en realidad constituyen sólo la manifestación visible de un espacio particular de experiencia que no es definible como totalmente subjetiva ni como completamente objetiva: el de los fenómenos transicionales. Este espacio no es interior al aparato psíquico, pero tampoco pertenece del todo a la realidad exterior y, como veremos luego, constituye el campo intermedio en el que se desarrollarán tanto el juego como otras experiencias culturales. A partir de esta formulación interpreta que debe existir un estadio transicional entre la vida en la realidad subjetiva tal como el bebé la vive y la aceptación de la realidad exterior. Introduce entonces el aludido concepto de fenómenos transicionales, que utiliza “para designar la zona intermedia de experiencia entre el pulgar y el osito de peluche o manta; entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la creatividad primaria y la proyección de lo que se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de la deuda” (con el mundo exterior) “y el reconocimiento de ésta” (Winnicott, 1971).

La pauta de los fenómenos transicionales empieza para Winnicott en un período variable que va desde los cuatro a seis meses hasta los ocho a doce meses.

La manifestación observable de la emergencia de esta zona intermedia de experiencia es el uso del objeto transicional que representa para el bebé una primera posesión del todavía no formado Yo. Efectivamente dicho objeto transicional no es el bebé, pero tampoco es concebido por éste como exterior a sí mismo. Posee características subjetivas a la vez que otras propias del mundo externo, representado esencialmente por la madre. Ejemplos de estos objetos pueden ser las mantitas, chupetes, pañuelos, objetos con textura suave, a los que el bebé se aferra en estos primeros meses, y que le proporcionan una defensa contra la ansiedad, siendo incluso a veces imprescindibles para poder conciliar el sueño. Aunque su variedad es infinita, dichos objetos comparten en general la característica de poder ser poseídos y manipulados por el bebé (que así adquiere derechos sobre ellos), pero a la vez presentan la condición de ser capaces de conservar el olor de la madre u otras de sus características particulares. De esta manera, representan el espacio que el bebé necesita para renunciar a la posesión omnipotente de su progenitora, conservando algo de la seguridad que ésta le proporciona. Como se ve, el objeto transicional puede ser concebido en este sentido como un precursor evolutivo de lo que luego se logrará por medio de las representaciones mentales. Pero para Winnicott, mucho más importante que el hecho de que el objeto transicional represente a la madre, resulta precisamente la circunstancia de no ser la madre. Esto indica que se ha aceptado algo como no-Yo, aunque este algo no sea tampoco del todo perteneciente a la realidad exterior objetiva. Esta es la paradoja que en opinión del autor debe ser tolerada, de manera que no es operativo formular la pregunta de si el objeto transicional fue creado por el niño o le fue presentado desde el exterior.

La aprobación de esta incógnita imposibilidad de contestar la pregunta, supone la aceptación de todos aquellos fenómenos que no pueden ser considerados enteramente subjetivos ni objetivos, y que abarcan todo el campo de los fenómenos culturales. En este sentido, si bien como veremos, a la postre el objeto transicional se abandona y pierde importancia, ello no es porque desaparezca la zona de experiencia que éste expresa, sino porque precisamente su significación se ha extendido para abarcar todo el espacio propio de lo cultural que ha trasmitido la madre.

  • ¿Por qué el objeto transicional debe ser textura suave y resistente?
  • ¿Hasta que punto de desarrollo, es “normal” usar objeto transicional?

Montserrat G. de la Rosa Arellano

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