El encuadre… más allá de poner reglas

El encuadre es el marco en el cual se van a dar las condiciones necesarias e imprescindibles para el funcionamiento del dispositivo analítico, que deberán permanecer invariables y se cumplirán estrictamente, son los pilares sobre los que se construirá una relación transferencial productiva.

A estos movimientos de apertura de un análisis, así denominados por Freud en 1912, Winnicott los reelaboró teóricamente, como el lugar donde el analista puede expresar su odio sin ser destruido.

Winnicot proponía la idea de que toda madre, debe poder hacerse cargo del odio que siente hacia su hijo, la elaboración de que su bebé no es una parte suya. Es decir hacerse cargo del odio que siente hacia su hijo porque éste no es un objeto que la completa. Este odio primario materno tiene un correlato en el bebé; la madre no está siempre que él la necesita y no es incondicional.

Si se desplaza esta situación al análisis, encontramos que el analista también expresa su odio sin ser destruido. La aparente antipatía del analista a la hora de hacer respetar estrictamente horarios, honorarios, posibilidad de interrumpir la sesión o prolongarla, etc., son formas sutiles de mostrar este odio materno primario, a la vez están funcionando como un contenido-continente que preserva con cualquier otro espacio.

Dentro del encuadre analítico el analista le pide al paciente que siga la regla fundamental de la asociación libre, ofreciéndole en contrapartida su propia regla de la atención flotante. En el análisis con niños esto cambia pero no radicalmente, la atención flotante es más bien atención consciente y se convierte en atención permanente; el analista de niños tiene que poder estar lo suficientemente disociado como para poder entrar en el juego y estar fuera de él al mismo tiempo.

El encuadre analítico tiene que ser lo mas parecido al holding materno: el espacio analítico debe transformarse en un espacio transicional, dentro del cual se pueden desplegar las fantasías y juego del paciente sin que el terapeuta se sienta herido o molesto por las mismas. El espacio transicional permite trabajar sobre lo imaginario del niño para una posterior simbolización e historificación. Melanie Klein, interpretaba los ataques al encuadre como ataques a la figura del analista, representante a su vez de imagos parentales proyectadas.

Espacio transicional: es una dimensión del vivir que no pertenece ni a la realidad interna ni a la realidad externa, se trata del lugar-espacio en el que ambos, lo interno y lo externo se conectan y se separan, comienzan desde el principio como una herramienta de separación de la díada madre-bebé, y en este espacio se colocarán las capacidades lúdicas y creativas del niño. Para favorecer la creación de este el encuadre debe estar bien planteado desde el principio.

Este espacio no pertenece a ninguno de los dos participantes de la díada analítica, se favorece la idea de que todo puede suceder, el paciente puede desplegar toda su “fantasmática”, dentro de ese espacio paradójico el paciente podrá destruir al analista sin herirlo ni destruirlo, podrá abrir un espacio, a través de las intervenciones del terapeuta sin que éstas signifiquen un ataque a la integridad de su ser en el mundo.

El analista se abstiene de formular y formarse juicios de valor o etiquetas que sitúen al paciente en nosologías prejuiciosas, iatrogénicas o estigmatizantes, permite lo realmente creativo, verdadero y propio del niño. Trata de comprender la situación del niño y acompañarlo para que pueda salir de lo que amordaza su creatividad.

¿Cómo plantear el encuadre en el psicoanálisis con niños?

NO HAY RECETAS ÚNICAS…

Se deben tomar en cuenta las transferencias, se planteará un encuadre concreto, visitas periódicas, esporádicas, por demanda de los padres o del niño-paciente etc. Cada escuela psicoanalítica tiene diferentes bases ejemplo:

Melanie Klein

El ver a los padres durante el tratamiento de un hijo interfería en la transferencia del mismo y optó por dejar sentado que cuanto menos se trabajase con los padres mejor suerte.

François Dolto

Dolto sugería a los padres que escribieran notas sobre lo que creían que le estaba pasando a sus hijos.

Mannoni

Llegó a postular que a veces era más necesario ver a los padres que al propio niño.

Anna Freud

Propuso establecer una alianza terapéutica con los padres recomendando dar indicaciones directas si así lo requería el caso o bien orientaciones de carácter pedagógico.

En lo que atañe al encuadre, las entrevistas con los padres se comentan y nunca se ocultan a los niños, aclarándole que el material que surja con ellos se comentará con él niño, si el material le interesa o preocupe.

Otra aclaración, se debe dar la seguridad del niño que no romperá el secreto profesional, como terapeutas no se hablará de lo que el niño manifiesta y desarrolla en las sesiones, se escuchará a los padres y nada más.

CUANDO LOS NIÑOS QUIEREN ALGO DE LA SESIÓN.

Hay niños que durante un tiempo quieren traer sus propios juguetes, las dificultades comienzan cuando el niño quiere llevarse a casa algún juego, juguetes o dibujo producido en las sesiones. Lo producido en la sesión es algo que pertenece al espacio transicional; pertenece al espacio analítico. Llevárselo a casa, exhibirlo o sacarlo de la consulta es un intento de romper con el encuadre, pequeñas trampas de la resistencia de cada niño que no deben permitir.

EL PAGO

Otro tema importante relativo al encuadre y que cobra características especificas en el análisis es el pago. Hay que decir pago, no dinero, ya que el dinero no es el pago, sino que constituye su móvil. El dinero, en el discurso analítico, tiene que ver con las significaciones inconscientes que el paciente y analista le van descubriendo.

La significación más inmediata que adquiere el interés por el excremento no es probablemente la de oro-dinero, sino la de regalo. El niño no conoce más dinero que el regalado, como el excremento es su primer regalo, el dinero como los excrementos adquieren el valor de un don al Otro.

Pagar significa “corresponder uno a otro lo que le debe” “satisfacer la culpa por medio de pena”. El pago involucra DON, DEUDA y CULPA, todos ellos elementos que intervienen en la enfermedad de los pacientes y en la situación analítica.

Freud aconseja hablar del dinero con los pacientes, en oposición a otros médicos con actitudes de “bondad” y complacencia hacia sus enfermos, para evitar acrecentar falsamente en ellos una estima e idealización.

Melanie Klein dice “es preferible que el niño no conozca el importe de los honorarios porque seguramente le parecerán exorbitantes” pero los niños no solo deben saber que al analista se le paga, sino cuanto se le paga y debe ser el niño quien entregue el dinero al terapeuta.

François Dolto propone el “pago simbólico”, paga para ser escuchado “solamente estamos al servicio de quien nos lo pide, del que sufre y del que tiene algo que decir. Cuando las cosas se entienden así, es sorprendente ver como el pago simbólico se convierte en una levadura del sentimiento de libertad, permitiendo al niño trabajar para el mismo, gracias a alguien que lo ayuda, o rehusarse a hacerlo”. El pago simbólico se puede entender como aquello que permite al niños sostener su demanda de análisis independizándose de los padres en su proceso de subjetivación. Dolto “el dinero se ubica en la dialéctica anal, el pago simbólico no esta hecho para esto, no sirve para situar al analizado en una dialéctica anal, sino para hacerlos acceder a una dialéctica de sujeto, a una dialéctica del ser.”

Winnicott, la transferencia del paciente se hará antes sobre el encuadre que sobre la persona del analista. A partir de esta idea, para que haya una buena transferencia, tiene que estar estructurado un encuadre adecuado. Es posible que no sea el mismo para cada paciente, pero es importante que se mantenga intacto para cada paciente en particular.

Blinder C. Knobel J. y Siquier M. L. Clínica psicoanalítica con niños. Editorial Síntesis. España pp. 49–61

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