El juego como fin en sí mismo: J. Piaget

Los aportes conceptuales que realiza Piaget a la actividad del juego en el niño, parten desde su teoría sobre la inteligencia, por lo tanto, vale la pena mencionar primero algunos de sus conceptos centrales y su proceder en el entendimiento del psiquismo humano.

Para Piaget, eso que llamamos psiquismo, se va conformando a partir del afuera de la persona y su propia regulación con ese mundo externo. La forma de ir armando su teoría se basa en la observación longitudinal de la conducta del niño. A diferencia de Freud, quien partió de la manera inversa, observando una serie de problemas en los adultos y teorizando sobre el desarrollo infantil.

La teoría piagetiana parte entonces de una observación directa y ofrece una serie de etapas definidas estructuralmente, lo primero que observa es que el niño en un inicio tiene conductas desorganizadas que con el tiempo tienden a organizarse, para esto añade el concepto de “esquema” como sinónimo de conducta en términos representativos. Es entonces que el niño recién nacido, viene al mundo con una serie de “esquemas reflejos”, por ejemplo: mamar.

Cuando el niño permite la inclusión de un nuevo acontecimiento en un esquema ya existente se le conoce como asimilación, mientras que la modificación de esquemas para que la información incompatible con esquemas ya existentes pueda ser integrada y comprendida, se le conoce como acomodación. En otras palabras, es la adaptación de nuevas realidades provenientes del mundo exterior del niño.

Los esquemas tienen una dimensión longitudinal, es decir; es un proceso continuo de asimilación y acomodación que va formando el aparato psíquico con el paso del tiempo, esto es lo que Piaget nombra equilibración.

Para marcar la aproximación de lo externo con la forma en que el niño va asimilando el mundo, es entonces que se denominan lo estadios de desarrollo, éstos a su vez van a guiar su teoría sobre el juego del niño.

Durante el primer estadio (sensoriomotor) Piaget no atribuye cualidades de juego a su conducta, sino simplemente una función adaptativa.

En el segundo (reacciones circulares) el autoerotismo del niño, visto desde la teoría freudiana, no la reconoce tampoco parte del juego del niño.

Para el tercer estadio (reacciones circulares secundarias) se reflexiona que el niño ya no se centra únicamente en su propio cuerpo sino en otros objetos que manipula intencionalmente, es entonces que cuando el niño comprende y le da una intención a los objetos, la acción se convierte en juego.

El cuarto estadio (reacciones circulares terciarias) en esta etapa el juego se vuelve un continuo aprendizaje de nuevas formas de realizar ciertas actividades lúdicas.

En el quinto estadio se realiza un juego muy parecido al de la etapa anterior, con la diferencia de que el niño empieza a tener una mayor cantidad de combinaciones en su propio juego.

Por último en el sexto estadio aparece el sentido simbólico del juego, es entonces que comienzan las representaciones y el “como si” del niño.

Para Piaget la evolución del juego transcurre en un primer momento como simple ejercicio durante el primer mes. Más adelante, entre el segundo y cuarto mes, el niño comienza a repetir acciones que le resultan placenteras y se convierte en algo lúdico por el mero placer funcional (chuparse el dedo, mirarse las manos, jugar con la voz, etc.) Entre los cuatro y ocho meses la actividad se dirige predominantemente a objetos del mundo exterior, apareciendo el placer de manipular dichos objetos. Después durante los ocho y diez meses el niño empieza a tener intencionalidad en su juego con los objetos. De los doce a los dieciocho meses aparece la transición hacia el juego simbólico en donde el niño tiene la posibilidad de sustituir y presentar una situación vivida por una supuesta; el objeto presente toma el papel del significante y el objeto ausente toma el papel del significado.

Esta última parte del juego es sumamente importante, pues el niño aprende a hacer acciones en el “como si”, ayudando también a formar esa autonomía posterior. A partir de los tres años el juego simbólico se enriquece notablemente ya que se impregna de una gran imaginación, esta nueva capacidad va a dar lugar a la manifestación de deseos reprimidos en la realidad pero expresados en el juego. Según Piaget el juego simbólico tiene su apogeo entre los dos y los cuatro años para luego ir declinando.

Las similitudes de Piaget con otros autores de corte psicoanalítico permiten dar cuenta que aquello que se ha teorizado sobre el juego del niño tiene también un sustento observable directamente de manera longitudinal desde una postura de tipo biologicista.

Referencia

Campoy, A. (1997). Un programa de intervención desde una perspectiva psicodinámica (la hora de juego kleniana). España: Servicio de Publicaciones e intercambio.

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