REALIDAD & JUEGO

Capítulo 1. Objetos transicionales y fenómenos transicionales

Vamos a partir de la “zona intermedia” de la que nos habla Winnicott. Esta es la que se encuentra entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto. Es decir, entre lo subjetivo y lo objetivo. Los objetos y los fenómenos transicionales pertenecen a la ilusión que constituye la base de iniciación de la experiencia.

El objeto transicional representa el pecho materno, o el objeto de la primera relación. Con éste, el bebé pasa de la ilusión omnipotente, a la desilusión de manera gradual. Si las cosas salen bien durante ese proceso, queda preparado el escenario para las frustraciones que reunimos (¿quienes?) bajo la denominación de destete. Vamos a definir el destete como una desilusión gradual. Es claro que lo transicional no es el objeto, más bien, éste representa la transición del bebé, que va de un estado en que se encuentra unido a la madre, a uno de relación con ella como algo separado (Véase esquema).

Es importante mencionar que en ocasiones, dicho objeto puede convertirse en un objeto fetiche y por tanto, persistir como una característica de la vida sexual adulta.

Por otra parte, los fenómenos transicionales, representan las primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el ser humano la idea de una relación con un objeto que otros perciben como exterior a éste. Los fenómenos transicionales comienzan a aparecer desde los cuatro a seis meses, hasta los ocho o doce.

“Psicopatología que se manifiesta en la zona de los fenómenos transicionales”

Cuando se encuentra ausente la madre, o alguna otra persona de la cual depende el bebé, éste tiene un recuerdo mental de la madre o bien, una “representación interna de ella”, que se mantiene viva durante un cierto periodo, si la madre se ausenta durante un periodo prolongado, se disipa el recuerdo del que se hablaba. Y cuando ello se produce, los fenómenos transicionales se vuelven poco a poco carentes de sentido, por tanto, el bebé no puede experimentarlos. Antes de la pérdida per se, se observa en ocasiones, la exageración del empleo del objeto transicional como parte de la negación de que exista el peligro de desaparición. Tal es el caso de “X”, un niño de 7 años de edad, quien había sido referido al Departamento de Psicología del Hospital de niños Green por su médico familiar, debido a una serie de síntomas que indicaban una perturbación en el carácter de éste.

La madre de “X” era depresiva, por lo que era una madre ausente y eso se veía reflejado en el comportamiento del niño y su obsesión por los cordeles. Winnicott hace referencia a las cuerdas como una técnica de comunicación y unión. Dichas cuerdas aparecían cada que la madre se ausentaba, ya fuera por internalización en el Hospital Psiquiátrico, por operaciones e incluso ante el nacimiento de su hermana. Y ello no sólo se trataba de que la madre se fuera, sino de su falta de contacto con él a consecuencia de su absorbente preocupación por otros asuntos. Así, la función del cordel consiste en pasar de la comunicación, al rechazo de la separación. Demos cuenta que se trata de un rechazo, no de aceptación a la separación.

A los 11 años, “X” tiene varios osos que para él son niños, por lo que nadie se atreve a decirle que son juguetes. Les es muy fiel, les muestra afecto y les fabrica pantalones que exigen una labor de costura muy cuidadosa. No es difícil pensar que tiene una identificación materna basada en su propia inseguridad en relación con su madre. Del mismo modo, los cordeles pueden ser una perversión.

--

--