#12: Cumplimos tres meses de ser amigas por correspondencia

Amigas por correspondencia
Amigas por correspondencia
6 min readOct 27, 2017

TAM: Estos días estuve leyendo para una nota que tengo que hacer un libro de Judith Butler que salió hace unos años y que acaba de traducir Eterna Cadencia, con el título Desposesión: lo performativo en lo político. Pero el libro no es solo de Butler, y eso es lo que me interesó primero: lo escribió en coautoría con Athena Athanasiou, una filósofa feminista griega bastante más joven…¡y lo escribieron mandándose mails! El texto es literalmente eso, una serie de intercambios epistolares sobre diferentes temas, todos rondando el concepto de la desposesión y una serie de paradojas interesantes en torno de él. No es un libro perfecto (creo que esta reseña es la que mejor resume sus logros y sus flaquezas) pero sí tiene muchas cosas interesantes. Al que lo agarre sin haber leído mucha filosofía posmoderna le puede resultar ilegible a primera vista, pero lo que siempre digo sobre estas cosas: no les tengan miedo. Son filósofos que no están hechos para que los leas y entiendas todas las palabras, se leen de forma más climática, vas entendiendo algo y de pronto te perdés de vuelta y te volvés a encontrar, y la idea, al menos para mí, es que saques algunas intuiciones que te interesen, que tengan más que ver con lo que te hace pregunta intelectualmente a vos que con leer el libro desde un lugar más frío pensando en qué propone, ¿se entiende? Creo que son lecturas intelectuales pero también poéticas, que hay que leer desde ese lugar.

Cuento entonces lo que me interesó a mí: Butler y Athanasiaou empiezan explicando que hay dos sentidos de la desposesión. El primero, que para simplificar podemos llamar “el sentido que nos gusta”, refiere a la idea de la desposesión que es necesaria para la empatía, para el encuentro con el otro, desposeernos para que el mundo nos conmueva. La segunda sería el sentido clásico de los desposeídos, los que no tienen casa, trabajo, país, libertad. Y un poco a lo largo del libro se van preguntando por la relación entre ambos sentidos, que para ellas existe claramente. Y me gustaba un poco esa idea (esto quizás ya es invento mío, lo que yo entendí o quise entender) de que la posición del desposeído es entonces una posición, paradójicamente, muy buena para pensar la justicia yacercarte a los demás. Lo más común, pienso, en el sentido común pero también entre intelectuales, siempre es lo contrario, pensar “nosotras que somos privilegiadas entendemos más, ellos pobres están alienados”, y me gusta la idea inversa, de que el saber está del lado de los desposeídos, que ellos son los que saben. Y otra pregunta, que sí es menos invento mío, que está muy clara, es cómo hablar de esa desposesión “buena” y seguir señalando la desposesión “mala”, o sea: cómo decir que está bueno deconstruir tu propia identidad de mujer o negra o asalariada o lo que sea sin decir que está bueno que te destruyan otros esa identidad. Y algo que vendría a ser parecido, ¿cómo construir lo colectivo en un mundo de “desposesiones”, de identidades rotas para bien y rotas para mal? ¿A partir de qué, si no es a partir de esas identidades que ya dijimos (lo dijo Butler siempre) que hay que deconstruir? Me parece que más allá del lenguaje críptico son problemas super reales (aunque el libro ni los resuelve ni aspira a resolverlos).

Y otra cosa que me gustó, volviendo a la correspondencia, es que creo que ese género “conversación” va muy en función de lo que ellas quieren plantear. No es tan común en textos así de no ficción “no literaria” que se piense realmente la forma en relación con lo se quiere contar, escribís un ensayo y ya. Pero me parece que justamente en esa cosa medio decimonónica y platonista que inventan está parte de lo que les interesa hacer, elegir un “género menor” como el mail, por un lado, y proponer un modo más abierto de pensar, por otro, ¿no? Como pararse en el lugar de la incertidumbre, de “yo digo x pero quizás vos decís y y tenés más razón”. Además me encanta que casi no discuten, re patriarcal la idea de que para que la conversación sea productiva tienen que “pelear”, más bien solamente conversan, amplían lo que dijo la otra, hablan solas. No te digo “como nosotras”, jajaja, pero por qué no…

LUCHI: Lo que decís en el último párrafo me hace acordar a algo que dijiste en el primerísimo mail que nos mandamos en este ¿experimento?: “la conversación es el género de esta época”. Ayer me hizo gracia un tuit que decía que nos vivimos quejando de los grupos de Whatsapp pero Twitter es básicamente un gran grupo de Whatsapp. Y también pasa eso que decís de que a veces hablamos solos, a veces intercambiamos de verdad, a veces peleamos. Supongo que en las interacciones cara a cara también es así.

Cumplimos ya tres meses intercambiando estos mails. Me gusta el ejercicio de nunca saber con qué me voy a encontrar cuando vos iniciás el intercambio semanal, esa cuota de sorpresa, el desafío creativo de responder, como en un partido de tenis pero donde no hay ganador sino que la pelota tiene que seguir cruzando la red ad eternum. Me gusta también que lo que mandamos a los suscriptores es el resultado real de nuestros intercambios, que no hablamos antes sobre qué vamos a escribir cada semana (que tampoco estaría mal, pero nos salió así el formato, sin pensarlo demasiado). Lo que más raro me resultó al principio es la exposición, la sensación de hacer público un momento privado. Si bien había escrito notas en primera persona y ensayos personales, acá va directo a 500 casillas de mail, no sé, es más directo. ¿A vos qué cosas te vienen pasando?

Sobre el libro de Butler, me gusta la guía de lectura para no filósofos (o lectores de filosofía) que hacés. Siempre me irritaba cuando en clases de inglés, ponele, alguien se paralizaba en una lectura porque no entendía una palabra o el sentido de una oración. Hay que seguir leyendo, se aprende así.

TAM: Hoy estuve todo el día evitando ver la foto de un cuerpo, es un tema que tengo con eso, un tema personal. Quería informarme pero no quería verla. Es muy difícil trabajar de periodista de cultura, espectáculos y frivolidades cuando pasan cosas siniestras, una se siente una idiota. A la vez, por supuesto, no hay nada más útil en cierta pose solemne que en seguir viviendo y trabajando yconversando. En un momento casi te digo que cancelemos el intercambio de esta semana pero pensando en esto que me preguntás de “qué vengo aprendiendo” de esto que estamos jugando a hacer pensé que es raro porque efectivamente es un intercambio super expuesto, super narcisista (o sea, es un narcisismo maravilloso pensar que a alguien le puede interesar cada cosa que nos pasa por la mente: todos los que escribimos, ficción o no ficción, creo, somos así de narcisistas), pero también yo lo siento como una especie de refugio. Por supuesto lo puede leer cualquiera y lo puede bardear cualquiera como todo lo que uno hace público, está siempre ese riesgo. Pero hay algo de estas conversaciones que me hace sentir que es un “espacio seguro”. Quizás es lo vintage del formato, del mail, que me recuerda al Internet de cuando yo era chica donde éramos todos freaks y nadie podía señalar a nadie. Íbamos a los foros y a los grupos de mail (yo participaba de uno de fans de Massive Attack donde hice muchos amigos) a ser lo que queríamos ser. Creo que esto que hacemos hoy es algo así para mí. Y ojalá sea así también para quién lo lea.

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