De qué hablamos cuando hablamos de comer y cocinar

Amigas por correspondencia
Amigas por correspondencia
7 min readMay 30, 2018

TAM: Últimamente estuve tratando de organizarme para cocinar más; no es que sea tan difícil, pero esa cuota mínima extra de esfuerzo yprevisión a veces se me hace una montaña imposible. Pero bueno, más o menos lo logré (con muchos atajos: hace cuatro días vengo disfrazando el mismo couscous con distintas cositas como si fuera el trajecito de Marge) y me da una satisfacción tremenda de deber cumplido. Lo cual, por supuesto, me hace un poco sospechar…la culpa de no cocinar que sentimos mis amigas y yo, ¿es muy distinta de la culpa de no ser una gran ama de casa que podían llegar a sentir las mujeres de otra época? ¿Qué significa “llevar bien una casa”, ypor qué nos importa tanto? Obvio que esto tiene que ver también con la salud y la dieta, pero a veces pienso que es parte todo de lo mismo: cierto fetiche con el control. Las personas que me encuentro admirando/envidiando (hay que inventar una palabra híbrida entre esas dos) muchas veces son personas que dan la impresión, al menos desde afuera, que tienen todo controlado: su peso, sus cocinas, la decoración de sus casas, su carrera profesional, hasta sus momentos de ocio, ¿viste? Les entrás al Instagram y sentís “cómo hace para ir siempre a la feria que hay que ir y ver la película que nunca llego a ver porque para cuando me acuerdo ya la sacaron”.

Lo curioso es que (sigo pensando en la cocina, y ver si puedo pensar una relación más sana con ese placer) la mayoría de los chefs ypasteleros con los que he conversado por trabajo hablan prácticamente de lo contrario: cocinar es convivir con el hecho de que siempre algo puede salir medio mal, y que de hecho, la primera vez que hacés una receta lo más probable es que salga mal. Lo que diferencia a las personas que cocinan bien de las que apenas nos defendemos es sencillamente que cuando el plato sale mal, en lugar de olvidarlo para siempre, ellas lo intentan de nuevo. Tratan de ajustar la temperatura del horno, alguna cantidad, los tiempos…y ven qué pasa. Ese sí, creo, sería un aprendizaje interesante.

Por fuera de eso también descubrí estos días que sentirse bien no tiene nada que ver con la felicidad. Me siento super bien cuando como sanito pero la verdad soy mucho más feliz cuando me como un locro lleno de grasa aunque después me duela la cabeza y no me pueda mover. Qué se le va a hacer. Voy a seguir intentando a ver si un día logro encontrarle la intersección al asunto.

¿Vos en qué andás? Nunca me hablás de comida, ¿cocinás seguido? ¿Te gusta? Si no, ¿qué comés?

LUCHI: Es que el tema es la intersección, claro.

Me gusta mucho comer y me gusta un poco cocinar. También es algo que siempre me propongo hacer más seguido, y sumo una tercera área de control a la salud y la estética: la billetera. Trabajo en Recoleta y es carísimo salir a comprar los mediodías. Lo que me pasa es que no encuentro el equilibrio: una semana me cocino absolutamente todos los días y me traigo a la oficina todos los días, ya la siguiente ninguno. Tampoco encuentro el equilibrio en lo siguiente: si cocino, cocino en serio. Si me hago una tarta o unos wraps, tengo que hacer hasta la masa casera. Por eso, cuando suelto el control también lo suelto en serio.

Igual, más allá de ese problemita para encontrar el centro, hago un esfuerzo por no volverme obsesiva con la comida, porque ya tengo bastantes otras obsesiones. Siento que en esta vida de obsesiones que llevamos (lo que describís en el primer párrafo de tu mail, ese ideal perfecto de Instagram) el mejor negocio es elegir algunas ydescartar otras. Encuentro beneficios mucho más evidentes en hacer yoga (no me duele la espalda) que en cocinar todos los días. Tengo el bichito generacional que me dice al oído todo el tiempo que tengo que comer sano (y no me cuesta hacerle caso porque la comida sana también me parece riquísima), pero si me quiero comer un plato de ravioles porque llueve y siento que la lluvia marida bien con unos ravioles con salsa, lo hago. Lo mismo con la vida social: no voy a dejar de participar de un plan porque involucre muchas calorías o grasas saturadas. Esas son mis reglas. Además, hoy hay tantas definiciones sobre qué significa comer sano como cuentas de alimentación saludable en Instagram.

Otra cosa que me pasa, y también me parece generacional, es que me cuesta mucho distinguir las verdaderas motivaciones para comer sano. ¿Es porque quiero seguir siendo flaca o porque quiero estar sana? Me parece que antes no estaba mal visto decir “como así porque quiero verme así”. No digo que los cultores de la alimentación saludable sean todos mentirosos, para nada, pero sí que es más fácil caer en la confusión motivacional interna.

Hay una motivación para cocinar que sí me gusta más y es (voy a exagerar) más filosófica. Me gusta la idea de saber hacer cosas, de conocer los procesos. Cuando tengo en frente un plato terminado hecho por mí, me gusta pensar en que eso fueron ingredientes sueltos y en otro estado. Es una forma de conciencia sobre nuestro propio impacto en el mundo que me parece interesante.

Siento que este mail fue muy desordenado porque mis propias ideas sobre la comida lo son. Lo último: justo leí esta semana este ensayito en el que Lena Dunhan reivindica su propia inutilidad para cocinar y facilidad para pedir delivery.

TAM: Muy lindo el texto de Lena, me hizo pensar en que segurísimo la culpa enorme que me da el delivery me la transmitió mi mamá, que directamente lo desprecia. También me recordó a que parte de la fiesta que era pasar tiempo en lo de mi tía es que, efectivamente, en la casa de ella no se cocinaba: me daban unos menús de delivery yme decían “elegí lo que quieras” y yo no lo podía creer, me imaginaba que ser grande debía ser así.

Supongo que desarrollar una relación saludable con la comida ypreguntarse honestamente para qué una quiere “comer bien” es un desafío para cualquier mujer del mundo. No sé si cualquiera, pero segurísimo muchas culturas distintas. Las judías ortodoxas del Once, aunque poca gente lo sepa, se matan de hambre como cualquier instagrammer de Palermo, o incluso más: como tenés que estar toda tapada con pollera larga y mangas largas, la única forma de más o menos mostrarte linda es ponerte ropa super ajustada (las más ortodoxas saben que eso es hacer trampa y no lo hacen, pero muchas sí), y entonces las ves a las chicas en edad de casarse matándose con la dieta para poder amatambrarse tranquilas. Yo sí desconfío bastante, del fetiche con la salud, pero tal cual, no creo que las fitfluencers “mientan”: creo que nos mentimos todos un poco a nosotros mismos. También incluso (y esto tiene muuuuuuuy mala prensa) creo que hay que aflojarle al consenso vitalista: no es necesariamente mejor vivir una vida ascética hasta los 92 que una un poco más desprolija hasta los setenta y pico. Justo ayer veía en Instagram una yogi de cincuenta y pico que tenía un cuerpo mejor que el mío, y seguro tendrá una vejez mejor que la mía: pero bueno, a ella lo que la hace feliz es moverse, ¡tiene suerte! Yo puedo hacer más ejercicio y comer mejor, pero nunca me va a hacer más feliz hacer actividad física que leer, mirar una peli con mi novio, comer pastas o tomar algo con mis amigas. No va a suceder. Y por suerte me criaron en un montón de cosas raras pero eso de “sacrificarse” a los judíos nos es más bien ajeno.

Lo de aprender a cocinar en tanto “aprender a hacer cosas” me encanta: de hecho, me gusta la idea de pensar la cocina como uno de los comienzos de la cultura, de la idea de transformar “lo que hay” en “algo que yo quiero”. Es curioso porque la “movida natural” a veces parece hablar justamente de lo contrario (de hecho los más hardcore que yo conozco al menos son los raw foodists, que comen todo crudo), como de tomar “lo natural” como viene, pero para mí la cocina tiene que ver con lo contrario, con transformar algo que está ahí, que es medio neutro, en algo que le pertenece a una cultura, española, italiana, china, lo que sea. Esa historia y esos procedimientos sí me resultan fascinantes. Ya no me acuerdo si era Jamie Oliver o Gordon Ramsay o qué otro chef famoso el que lo decía pero alguna vez leí que el pan es una maravilla nutricional, porque es infinitamente más nutritivo que para el ser humano que la suma de sus componentes. O sea, es un gran invento, en el sentido más literal de la palabra. Esa es la parte de la cocina que más me entusiasma me parece.

PD: estoy viendo la serie de Luis Miguel y me gusta mucho. Mirala ysemana que viene comparamos notas sobre el tema (te prometo que es bastante divertida).

LUCHI: Jajaja ayer vi a la misma instagramer yogui! Y tal cual: mi primer pensamiento fue: ¿por qué esta mujer tiene dos décadas más que yo y es diez veces más flexible? El siguiente fue: porque no tengo ganas de hacer dos horas de ejercicio seis veces por semana en perjuicio de otras cosas.

Está buenísimo lo que decís de la casa de tu tía. Me hiciste acordar de que, en mi infancia, en la casa de mis abuelos maternos se comía comida casera riquísima y en la de los paternos siempre, pero absolutamente en cada visita dominical, sandwiches de miga comprados en la esquina. A mí me gustaban las dos cosas. La abuela que nos cocinaba y la abuela glamorosa que jamás. Las dos actitudes frente a la comida me generan un tipo distinto de admiración.

¡Vi ayer el primer capítulo de la serie de Luis Miguel! Si alguien más la vio y nos quiere mandar sus comentarios para la semana que viene, bienvenida/os.

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