Edición transatlántica: sobre viajes y libros
TAM: ¿Cómo viene tu viaje? Por lo que pude ver en Instagram estás en la cresta de la ola. Yo estoy con un días imposibles, imposibles posta. Organicé mal todo febrero y todo lo que había que terminar en el mes entero lo terminé esta semana. Llevo días sin dormir bien, y encima con esto de la despenalización del aborto volví a estar todo el día pendiente de las redes sociales y la tele y las noticias, cosa que había logrado más o menos manejar.
Hablé varias veces por acá de mis tendencias a la ansiedad, y no soy psicóloga (aunque he sido mucho paciente) pero aunque el burnout es horrible también tiene algo como…¿viste esa cosa de las compus viejas, que se pronto se reiniciaban en “modo a prueba de fallos” cuando ya no daban más? O como esos sistemas que automáticamente cuando se recalientan se apagan. Es medio un alivio, finalmente, es realmente un reseteo. Está bueno saber que no te vas a morir, que el cuerpo te avisa antes. Soy cero hippie de “el cuerpo sabe” pero a veces qué le vas a hacer, es cierto y ya.
En mis ratos de libertad y relativa tranquilidad estuve leyendo Known and Strange Things, de Teju Cole, un escritor afroamericano que es también fotografo y historiador del arte. Es como una especie de María Gainza él también (la de El nervio óptico, lectorxs: hablamos de ese libro cada vez que podemos en este newsletter) pero un poco más político. Además de hablar de su vida y de distintas obras de arte habla también de su herencia, de cuestiones de política y de clase, de la realidad en el lugar de donde vienen sus padres (Nigeria) y todo con un tono dulcísimo. De hecho es más inocente, en muchas cosas, creo, que María Gainza, menos irónico, más sencillo. Lo compré porque todo lo que sea experimentar con la forma del ensayo corto me intriga, y me gusta lo que hace, aunque sea super clásico: propone una idea, la examina, desde un lugar intelectual pero también sensible, y trata de aprender algo de eso. Creo que eso me gusta en los ensayos: los que entienden la escritura como un proceso de aprendizaje más que como un espacio donde se cuenta lo aprendido.
¿Vos qué tal?
LUCHI: Hola, desde un colectivo en un autopista en Holanda, que se mueve con el ronroneo típico de los viajes en la ruta, el que te da sueño. Estar en un transporte en movimiento mirando por la ventana debe ser uno de mis estados favoritos en la vida.
Lamentablemente a este bus le pusieron como un ploteo azul a lo largo de todas las ventanas justo a la altura de los ojos. Solo veo las copas peladas de los árboles, estiradas y altas a lo Van Gogh (vi Loving Vicent en el avión de ida; me pareció, ante todo, estéticamente bella). A pesar del ploteo, cuando pasamos por un pueblo o ciudad me levanto sobre el asiento lo más que puedo y miro las casas y los negocios. Es un gesto romántico pero también obsesivo.
El viaje viene muy bien. Sacando alguna tragedia o crisis imponderable, no me imagino otra manera en la que pueda ir un viaje. Los primeros cuatro días (repartidos entre Amsterdam y tres ciudades belgas: Amberes, Gante y Brujas) tuvimos exclusivamente teymperaturas bajo cero. No era el pronóstico cuando sacamos el pasaje, sino más bien una ola polar inesperada para esta época. Fue incómodo pero igual estuvo bien. Nevaba cuando llegamos a Brujas y fue lindo. Además, ahora que estamos arriba de 0 grados nos sentimos casi en verano, cómodos y livianos.
Hoy a la mañana caminamos en Brujas hasta un barrio bastante alejado del centro, donde parecía que podía llegar a vivir gente normal y que no giraba alrededor del turismo, mientras hacíamos chistes de que seguro ahí había redes de trata y niños vendiendo drogas y que la perfección del centro, que parece un cuento, era una fachada. Cargo, como muchos, con el mandato bastante trillado de separar “lo auténtico” de “lo turístico”. Por supuesto, también las calles de ese barrio también eran divinas y parecían sacadas de un cuento. Además, pienso: también es divertido y interesante ver cómo se comporta el turismo en cada lugar, a qué se reducen algunas marcas, cómo se condensa la identidad de cada lugar en algunos ítems. En el centro de Brujas, por ejemplo, un restaurante argentino ofrecía picaña, un corte de carne típicamente brasileño, y pasaba música colombiana.
(Este era el barrio “alejado” en Brujas.)
Me está pasando lo mismo que a vos con el debate sobre el aborto: me cuesta soltar Twitter y los diarios. También me pasa algo detestable: encuentro cierto morbo en leer opiniones radicalmente distintas a la mía. Un gesto más sano sería intentar entender a los (no radicales) que piensan distinto, pero me atraen los discursos radicales. Me atraen todas las ortodoxias, creo que lo hablamos una vez.
¡A Teju Cole le tengo ganas hace rato! Ahora que contás eso más aún. Para leer me iba a traer solo el Kindle y La divina comedia (sigo firme en Dante 2018), pero unos días antes de salir mi amigo Pablo me prestó de manera espontánea la narrativa completa de Dorothy Parker. Dice que lo hizo porque me gustó Once tipos de soledad. Así que ahora voy para todos lados con un ladrillo de 700 paginas en la mochila (pero un gran ladrillo). Y en el Kindle arranqué el segundo libro de la saga del noruego Karl Ove Nausgard, Un hombre enamorado. Del primero, más allá de algo de la trama muy por arriba, solo me acuerdo el tono y que me había gustado aunque nunca había terminado de entender cuál era su mérito para que eso fuera así. Lo traje porque siento que los viajes y leer novelas marida bien. En algún punto, se parecen. Hay que tenerles paciencia, bancarse las mesetas, las esperas, y buscar el sentido de su narrativa, que a veces es difuso pero está.
TAM: De acuerdo con que los viajes maridan bien con la ficción. Siempre estar fuera de la casa de uno tiene algo de ficción, ¿no? Como esos episodios de las series que transcurren en algún ámbito muy diferente, o apenas diferente, trastocado, como el lado B del universo en el que se ubican en general.
Lo de la autenticidad me divierte, especialmente porque creo que es siempre un invento del que la mira de afuera, por eso es algo con lo que nos entusiasmamos tanto los occidentales/urbanos/mainstream (lo linkeo también con otro entusiasmo muy occidental, el de las “ortodoxias”: nadie que viva en una piensa que sean particularmente interesantes, no solo porque les tiene bronca sino porque posta en general son menos “complejas” de lo que parecen, creo yo). Hace poco leía una nota sobre la búsqueda de la perfección en un plato de “queso”, no queso como queso sino “queso” como un dip de comida tex-mex (texana mexicana) que se llama así, le dicen así en inglés, “queeeisouuu”. Y lo que era gracioso era que este “queso” en su forma más común era una porquería comprada derretida con otra porquería picante mezclada, y todos los intentos de “mejorarla” se distanciaban de “lo auténtico”…pero a la vez lo auténtico no era ninguna cosa ancestral, ¿entendés? Era el resultado de una fusión de cosas compradas y prefabricadas y distintas. No sé si sirve el ejemplo pero me hizo pensar en que la “autenticidad” es siempre una ficción que nos inventamos para buscar.
¡Cuando vuelvas quiero más de tu viaje! Me encanta cómo lo contás, yo no sé mirar nada, ja.