#10: Javier Sinay viajó 17 mil kilómetros por tierra para encontrarse con Malena y volvió para contarlo (por mail, obvio)

Amigas por correspondencia
Amigas por correspondencia
7 min readOct 11, 2017

TAM: Venimos con muchos invitados pero es porque…bueno, porque las circunstancias lo van ameritando. Esta vez lo invité a Javier Sinay, amigo y uno de los mejores periodistas de nuestro tiempo, porque estoy bastante fascinada con lo que está haciendo en su viaje por el mundo. Ya todos saben que no soy particularmente fan de los viajes (aunque estoy tratando de mejorar en eso), pero eso no significa que no me encante leer sobre los viajes de otros; de hecho, gran parte de lo que me pasa es que prefiero siempre leer las crónicas de otros que ver cosas por mí misma. También me interesó que Javi blanqueó públicamente dos cuestiones en relación a su viaje que me parece casi “revolucionario” contar: primero, que se quedó sin trabajo y por eso pudo hacerlo. En un mundo donde todos estamos vendiendo éxito constantemente me parecen muy interesantes siempre las personas que se corren de ese discurso; segundo, la historia con su pareja (la genia de Malena Higashi, a quien sigo obsesivamente en todas las redes sociales), con quien entiendo que se disponían a tener una relación a distancia (otro gran tabú y gran desafío de época) por un tiempo. ¡Perdón que te salgamos con todo esto Javi! Contanos dónde estás, tus nuevos hallazgos, hablanos de lo que quieras.

JAVIER: Hola Tamara,
Hola Lucila,

Muchas gracias por esta invitación. Siendo un divertido lector de sus mails, ahora soy un privilegiado polizón en la conversación.

Antes que nada, quiero aclararte, Tam, que te escribo ya desde Olivos, América del Sur. Volví hace unos días del viaje que mencionás, que me llevó de España a Japón, país por país, a lo largo de más de 17.000 kilómetros.

Sobre los dos ejes que planteás, agradezco mucho tus valoraciones!

Yo creo que el cambio de trabajo hoy es algo inherente al periodismo. En todo caso, deberíamos preguntarnos ya no sobre la crisis de nuestro agraviado oficio, sino sobre las soluciones que vamos a darle a esa crisis.

Como las mejores soluciones siempre tienen algo de apuesta y desafío, decidí que la visita de 15 días a Malena debía extenderse a un mes, con un prólogo de otros tres meses de travesía por Eurasia. Este viaje también fue concebido, en parte, como una misión periodística, y por eso hay un encadenamiento total con el final de mi trabajo anterior (en el que era un corresponsal).

El itinerario se me ocurrió en una noche de insomnio y, como además tenía varios pendientes que resolver en Eurasia, la ruta me hizo sentido también al día siguiente (¡de día!). Y ya, a prepararla — y a tramitar tres visados de periodista :)

Malena, que es una compañera extraordinaria, me guió a lo largo de las mesetas y las montañas, como si fuera un faro en Oriente. Con esto quiero decir que la relación a distancia se hizo relativamente fácil: cuando uno tiene la suerte de tener una novia con la cultura letrada de Malena, todas las distancias euroasiáticas se reducen al tamaño del mail que uno espera con ansiedad.

Gracias por el espacio y disculpen si abusé de él ;)

LUCHI: Me gusta el tono de tu mail, algo solemne, muy de viajero epistolar (?)
Y hablando de abusarse, yo respondo con una serie de pedidos caprichosos. Quiero:

  • Una anécdota / escena / imagen de al menos tres de los puntos amarillos del mapa.
  • Una conclusión sobre llevar una relación por mail (que es básicamente el concepto de este newsletter). Me gusta que menciones la ansiedad de la espera, que es algo que uno relaciona a la escena del enamorado esperando que llegue el barco con la carta de la enamorada (o viceversa) y no a las formas de comunicación instantáneas de hoy.
  • Respuestas a estas preguntas: 1) ¿Qué es lo más rico y lo más feo que probaste en todo el viaje? 2) ¿Qué conversación tuviste con un extraño que nunca pensaste que podías llegar a tener? 3)¿En algún momento sentiste miedo?

JAVIER: Manos a la obra!

1- (a) Ekaterinburg-Omsk. Sin dudas, ir en el Tren Transiberiano fue de lo mejor del viaje. En sus vagones conocí místicos, boxeadores, borrachos, pescadores, jóvenes ilusionados y mujeres apasionadas. Me convidaron vodka (varias veces) y me regalaron una bolsa de cerezas. En el Tren Transiberiano me sentí ruso y feliz. Las invito a leer: http://www.lanacion.com.ar/2067315-viaje-5793-kilometros-en-el-tren-transiberiano

(b) Recomiendo a quien ande por Ulaanbaatar que se dé una vuelta por el restaurante “Pyongyang”: un restaurante oficial del Estado de Korea del Norte (DPRK) en suelo mongol. Además del kimchi sabroso y del karaoke desafinado, hay un sector dedicado a los folletos turísticos. Ojo: cierra temprano, a las diez.

© El Lago Saiko, en Japón: un pequeño espejo de agua fría, rodeado de pinos, surcado por pececitos: el mejor mirador para admirar el Monte Fuji, que aparece y desaparece entre las nubes. Una postal viva en un país que sabe relacionarse con su naturaleza.

2- La relación por mail (al que se suma la carta y la tarjeta postal) solo es posible si se ama también a la escritura.

3- (1) Lo más rico fue la causa que mis amigos peruanos Joseph y Rosa me prepararon cuando me recibieron en su casa, en Barcelona. Cenamos mirando la noche mediterránea desde el balcón y fue mágico. Lo más feo fue algo que no pude terminar (y eso que, al menos por cortesía, trato de terminar cada plato): sopa de soja, una receta tradicional de Pekín, demasiada agria.

(2) Me encontré hablando sobre el destino y la vida, en una conversación seria y profunda, con un ingeniero civil noruego mientras cruzábamos el desierto mongol, bajo un sol agobiante, en un viaje de 26 horas en tren. No pudimos concluir si era mejor disfrutar el presente o planificar el futuro.

(3) Sorprendentemente, no hubo ninguna situación de miedo ni de peligro. En Siberia, un chamán buratiano me dijo que mis antepasados me cuidaban para que recorra el mundo (y una mujer del pueblo me aseguró que ese chamán no mentía).

TAM: ¡Qué ricura y belleza todo! Creo que lo me más me interesa de estas historias que contás son esas cosas que uno se permite cuando esta lejos de su casa. Por un lado, esa apertura desvergonzada (voyeurista casi) de la mirada, que como periodista es una cosa que tal vez uno intenta ejercitar todos los días pero que creo que se potencia cuando sentís que a esa gente no la vas a volver a ver nunca más pero en serio. Por otro, esa libertad de participar también, ¿no? No solo de espiar a los demás sin pudor sino también de participar, eso, tomarse un vodka en un tren con un desconocido. Uno en casa está menos receptivo me parece, menos abierto a dejarse sorprender. Más hinchado de pelotas también, por supuesto, hay una libertad que no tiene solo que ver con la distancia sino con el no estar yendo a laburar, apurado a una reunión o cansado de hacer trámites. También me encanta lo de tener una “conversación seria y profunda” con una persona que nunca viste en la vida. Para eso tenés que haber ya entrado, creo, en el nirvana vacaciones.

Sobre tu relación por correspondencia, totalmente. A veces pienso incluso que hay una cosa narcisista: prefiero escribir un mail a hablar por teléfono porque prefiero armar una historia, sentarme, pensarla, disfrutar de construir mi propia voz…antes de escuchar la voz física del otro. Super narcisista. También creo que hay un descanso en la escritura de cartas, postales y mails que no hay en las formas de comunicación más inmediatas, pensando también en esto de planificar el futuro o estar en el presente. ¡Estar presente es agotador! Una profesora de danza con la que entreno dijo esa frase el otro día, en relación con el cansacio que te puede dar solamente estar parado tratando de ser consciente de todo lo que estás haciendo con tu cuerpo, y creo que tiene razón. Whatsapp, por ejemplo, qué flagelo whatsapp, pero también el teléfono, te demandan “hacete presente ya”. El mail me parece más respetuoso de la ausencia del otro. Y por eso, mucho mejor para los que tenemos tendencia hacia la ansiedad. Al final estas entregas siempre son una especie de alegato por la correspondencia. Y contra la ansiedad, que es mi nueva causa.

JAVIER: Una parte del trabajo de un periodista es entrenar la curiosidad y mantenerla fresca. Pero créanme que desde la frontera de Belarús (Bielorrusia) hacia el Este (con Belarús incluida) todo fue exótico y cautivante, y no hubo necesidad de forzar esa curiosidad. Todos los días eran buenos para el descubrimiento. Lo que más me interesaba, lo que más disfrutaba, era conocer a la gente de cada sitio. Me gustaba entrar lo máximo posible en sus vidas y entender qué mirada tenían de la existencia y del mundo. Por eso los diálogos profundos fueron los que más me atravesaron. Un chamán buratiano, una filóloga de los Urales, un lama pobre, un prisionero alemán, un profesor bielorruso de Historia Soviética, una refugiada norkoreana, un ingeniero noruego, etc.: todos ellos me enseñaron algo, y Malena también lo hizo cuando la reencontré en Kyoto, y finalmente el viaje cambió mi propio modo de ver la vida. Por eso prefiero no usar la palabra “vacaciones”.

Por otro lado, y a decir verdad, mi relación a distancia también tuvo mucho de WhatsApp. En cada país al que llegaba, me compraba una SIM card. Ahora tengo las nueve guardadas en una cajita, junto a las de los viajes anteriores: souvenirs del siglo XXI.

Con Malena nos comunicábamos (y nos seguimos comunicando) también por teléfono y por chat. Aunque estamos lejos, estamos cerca.

En los dos primeros mails hice hincapié en los mails, en las cartas y en las tarjetas postales porque ahí hay algo un poco poético: en las palabras, en la caligrafía, en el tiempo.

Sólo que, bueno, si estás en Krasnoyarsk sólo un par de horas y querés enviarle una postal a tu novia, quizás no encuentres la oficina de correos y nunca se la puedas enviar… :)

PD: quiero compartir con ustedes un video de los chamanes buratianos: siempre me estremece:

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