Por qué hacemos este newsletter, un año después

Amigas por correspondencia
Amigas por correspondencia
6 min readSep 11, 2018

LUCHI: Nunca supe bien por qué, pero siempre me gustó particularmente mucho este texto de Pedro Mairal en la primera revista Orsai. Digo “este texto”, porque no es un cuento ni una crónica, es algo que no tiene género, y porque me gusta la palabra “texto”. Siempre debería alcanzar para hablar sobre algo bien escrito, más allá de los formatos.

Y me acordé de ese texto, en el que Mairal empieza pidiéndoles perdón a los editores porque, dice, no puede escribir lo que se comprometió a escribir, porque sentí que tenía que hacer algo del estilo: pedir perdón por las semanas que pasaron sin mandarte este mail.

Algunas cosas que pienso y voy a intentar ordenar:

1) En el secundario, el profesor de filosofía nos preguntó y nos hizo escribir para la clase siguiente cuál era nuestra motivación para hacer las cosas, nuestra verdadera motivación para hacer las cosas. ¿Por qué íbamos al colegio? ¿Por qué estudiábamos un instrumento? ¿Por qué jugábamos a un videojuego? A mí me importaba mucho impresionar a ese profesor, porque siempre me importó mucho impresionar a la gente que me parecía más inteligente que yo. No me acuerdo qué respondí, pero me acuerdo de la pregunta aunque la escena sea un cliché, una escena que podría haber robado de la serie Merlí, si hubiese visto la serie Merlí.

Siempre me hago esa pregunta. Una lleva su vida de acuerdo a máximas arbitrarias y lógicas, variadas y coherentes, profundas y superficiales, todo a la vez. También alguna vez leí en una nota de Buzzfeed el consejo “always say yes to seeing friends” y lo tengo tan grabado como a la pregunta del profesor de filosofía.

La motivación para hacer este newsletter, que acaba de cumplir un año de vida, es escribir todas las semanas, es vencer la introversión, es hablar con vos y con la gente que lo lee y nos escribe. Suena a “lo más importante es el cariño de la gente”, pero lo más importante es el cariño de la gente.

2) Hoy leí el newsletter de las chicas de Bums, que tienen 23 años, están terminando la facultad y hablaban entre ellas, con mucha lucidez, sobre lo poco que se parece el presente a cómo se imaginaban el futuro. Las leía con un poco de ternura, porque ya tenemos derecho a leer con ternura a las que están pasando una etapa que ya pasamos. De la misma manera en la que algunas lectoras mayores que nosotras nos escriben con el mismo sentimiento.

3) El texto de Mairal es un manifiesto, uno de los tantos manifiestos posibles, de la generación anterior a la nuestra. Los personajes van a jugar al fútbol a Open Gallo, escriben en blogs, duermen en el depósito de editoriales de poesía que ya cerraron. “¿Para qué estoy contando todo esto? Me perdí. ¿Cuánto se puede contar del entramado hormonal de las generaciones?”, dice Mairal en un momento. Las chicas de Bums, y las chicas como las chicas de Bums, van a ir escribiendo la tragedia y la comedia de su generación.

¿Cuál es la nuestra? ¿Cuáles son las escenas con las que nos vamos a acordar de este momento? ¿Cuáles son sus texturas? ¿Cómo le entra la luz? ¿Qué música tiene?

4) También hoy leí un concepto bobo en Buzzfeed que me quedó en la cabeza, al menos hasta ahora, que ya es de noche. El título de la nota era algo como Qué cosas son mejores a los 29 que a los 19 y uno de los ítems era que a los 19 sos más selectiva sobre a qué le dedicás energía.

Entonces: 1, 2. 3 y 4: Quiero dedicarle energía a esto, porque encuentro una motivación profunda. Quiero hacer muchas cosas, trabajar, siempre decir que sí a ver a mis amigos, tener proyectos como este newsletter, estar con Felix en nuestra casa, porque todas esas escenas son las que le van textura a lo que me voy a acordar sobre este tiempo, las que van a dejar entrar la luz de determinada manera. Esa es mi ecuación, sobre la que avanzo y retrocedo todos los días. Ese es mi drama y no se me ocurre uno mejor.

Espero que aceptes las disculpas con menos forma de disculpas de la historia. ¿Vos cómo estás?

TAM: ¡Uf, yo tuve unas semanas horribles! Me esguincé el tobillo, y como tengo problemas de espalda ahora no solamente me duele el tobillo sino todo lo demás. Lo único bueno (aunque cansador) es que esta semana empecé a dar dos talleres, uno sobre periodismo cultural y uno sobre ensayo feminista; el primero lo voy a disfrutar más, creo, la semana que viene, cuando me toque leer las cosas que trayeron los que vienen (“los alumnos” me suena demasiado pretencioso). El segundo ya lo empecé a disfrutar porque me encantó volver a leer textos que hacía mucho que no agarraba. Hacía años, por ejemplo, que no leía las Memorias de una joven formal, de Simone de Beauvoir. Me había olvidado de lo bien que describía el horror de la pubertad y esas primeras fantasías sexuales cuando una todavía ni sabe que son sexuales, es graciosísimo: cuenta por ejemplo que sueña que un tipo la aplasta, así, ni la besa ni la abraza ni la penetra, solamente “la aplasta”.

Leyendo a todas las ensayistas feministas también en eso que decís de por qué escribir, o sea, por qué escribir este newsletter pero también por qué escribir cualquier otra cosa. Hoy somos muy pudorosos todos, ¿no? Queda poco canchero decirlo de esta manera, pero no se me ocurre nada más honesto: creo que las que escribimos tenemos la convicción sincera de que tenemos algo para decir. Es gracioso porque es “algo” en un sentido medio abstracto, si se tratara de una cosa concreta, sencillamente vas y la escribís y “terminaste” tu escritura para siempre. Así que no sé exactamente qué significa ese algo, es un “algo” para decir que nunca termina de agotarse y definirse pero se trata de eso, de esa convicción, sin dudas.

Y en lo de las generaciones supongo que también pensé. Mi hermana del medio se casó (en esa fiesta me esguincé) y me di cuenta de que mis amigas y yo no éramos, en ese casamiento, las chiquitas de la fiesta, sino que incluso lo contrario: éramos mayores que la novia. Recordé ser la quinceañera en el casamiento de algún primo y pensé que bueno, que sí, que una ya es grande aunque no se sienta así. Mis amigas de 50 o 60 o más dicen que una nunca se siente grande, que una nunca deja de sentirse de la misma edad, y creo que es medio cierto. Tampoco puedo evitar sentir que soy una especie de adulta incompleta eterna, por algunas razones objetivas: no tengo un trabajo de oficina, pago mal todos los trámites, mi departamento parece el de una adolescente que no sabe cómo terminar de mudarse…es increíble lo poco adulto que se puede ser siendo adulto, eso pensaba. Cumplo los requisitos mínimos pero fuera de eso la verdad estoy muy atrasada.

Y hoy mi drama es mi tobillo: sé que es una tontería pero lo estoy dramatizando de forma muy novelera. Entre todas las cosas que leí sobre Simone De Beauvoir estuve leyendo mucho sobre la relación mente-cuerpo, y cómo ella quiso poner en crisis el modo en que históricamente la filosofía hecha por hombres había pensando esa relación, en la que el cuerpo funciona como instrumento de la mente para actuar en el mundo. Ella dice que para las mujeres el mundo no es un lugar a ser conquistado con herramientas, que no experimentamos el cuerpo como esa herramienta colonizadora sino de formas más ambiguas también (pensando, por ejemplo, en experiencias como la menstruación, en la que te atraviesa algo que no “te sirve” para nada). Supongo que tiene razón pero estos días yo no pude pensar en otra cosa que en el cuerpo como obstáculo permanente de todos mis planes.

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