Sobre la belleza

Amigas por correspondencia
Amigas por correspondencia
6 min readAug 16, 2018

TAM: Este fin de semana largo tuve mi primer VIAJE DE PRENSA. Sé que vos viajaste mucho (o al menos mucho más que yo), pero para mí fue increíble. Fui a Ushuaia, pero lo que más me gustó fue esa sensación de “viajar sola” y de “viajar por trabajo”, re nenita jugando a ser grande. Creo que descubrí que viajar trabajando es mi forma preferida de viajar: no sentía ese deber de “divertirme” y de “aprovechar cada segundo”. Como durante el día en general teníamos actividades organizadas (subí a una montaña en helicóptero, anduve en moto de nieve, caminé con las raquetas esas en los pies, etc) a cada rato que tenía libre me iba al hotel y me ponía a trabajar, ¡y nadie me miraba mal por eso! Supongo que ayudaba que el hotel era muy lindo jiji, pero además genuinamente me gustó esa experiencia mixta, viajar sin “estar de vacaciones”. Voy a ver si puedo replicar algo de eso en mis próximas vacaciones (o si puedo pegar otro viaje pero eso está más difícil).

También me hizo pensar mucho en qué es escribir, ante todo, qué es contar, por esto: salvo por un periodista de negocios (a quien me encantó ver laburar: cada vez que nos cruzábamos con un instructor o dueño de hotel o funcionario sacaba su libretita y empezaba a preguntar números, tasas de ocupación, precios, sectores, todo muy serio y muy old school), todos los demás eran gente de la tele. Venía el conductor con un camarógrafo e iban mostrando las excursiones que hacíamos, entrevistando a los guías y cosas así. Yo, en cambio, parecía no estar trabajando, tanto que de a ratos me daba vergüenza. Entiendo que mi trabajo era mirar, experimentar, juzgar si lo que estoy haciendo es fácil, es divertido, si es apto para niños, no sé. Pero me pareció interesante pensar que ellos estaban ofreciendo algo “directo” y que lo mío era como una especie de filtro, que lo que yo presto son mis ojos.

Por último: te comenté que estuve leyendo Perfect Me: Beauty as an Ethical Ideal https://press.princeton.edu/titles/11281.html en mi viaje de vuelta. Es SUPER interesante el argumento, y va en línea de una intuición que me obsesiona hace mucho sobre el rol de la belleza hoy. Está escrito en el lenguaje un poco aburridísimo de la filosofía moral anglosajona (como una prolijidad muy subrayada) pero las tesis son muy buenas. Básicamente, el argumento central de ella es que aunque siempre existieron ideales de belleza el rol que el ideal de belleza cumple en nuestra sociedad actual es infinitamente más central: no es solamente un ideal estético sino un ideal moral. Es una tesis super fuerte pero me parece que se sostiene: es claro que ser linda o no serlo no es un problema secundario como, digamos, ser alta o no serlo, o incluso ser inteligente o no serlo.

Otra de las tesis que me interesaron es que nuestros ideales de belleza se están achicando mucho en parte también porque el rango de esfuerzo y tratamientos que hoy consideramos “normal y aceptable” se ha expandido muchísimo. Cuando yo era adolescente entrenar 5 veces por semana (y tener el cuerpo de una persona que entrena 5 veces por semana) era solo para deportistas: de hecho, ni siquiera usábamos el verbo “entrenar”. Yo misma, el año pasado, consulté a una dermatóloga para empezar a “hacerme tratamientos”: llegué a hacerme dos o tres sesiones de mesoterapia, un tratamiento anti-age bastante popular. Lo hice porque conocí muchas chicas de mi edad, que como yo no trabajan de ser lindas, que lo hacían. Eso también es una novedad, que nos parezca super normal hacer tratamientos, y desde edades muy tempranas. Y lo que la mina dice es que el hecho de que mucha gente haga estos tratamientos y nos parezca cada vez más normal hace que seamos cada vez menos libres de no hacerlos, aunque en general no lo pensemos así. El paradigma, dice ella, es la depilación. La mayoría de las chicas diríamos que lo hacemos “porque queremos”, digamos que sabemos que en el siglo XXI hay gente que no se depila, pero el hecho de que tantas mujeres lo hagan hace que esa elección supuestamente libre sea menos libre: y la autora del libro vaticina que eso está pasando con los tratamientos de belleza, la dieta, el gimnasio, con todo. Todo se vuelve cada vez más obligatorio. Es tremendo y sé que suena super distópico pero a mí no me sonó como una locura, me sonó como AL FIN ALGUIEN LO DICE.

LUCHI: Estoy segura de que el periodista de negocios que comentás es el mismo con el que viajé una vez, también a Ushuaia , y también me llamó la atención su forma de preguntar.

Uf, qué género hermoso los viajes de prensa. Yo los disfruté mucho en mis años de revista femenina. Eran un paréntesis rarísimo en la vida, como si por unos días escalaras en la curva del nivel socioeconómico a la categoría, no sé, Concepción Blaquier, y después volvieras a tu normalidad. Entre mis grandes anécdotas de viajes de trabajo están ir a Miami a la presentación de un shampoo, una cata de yerba mate en Ushuaia, una semana en un hotel cinco estrellas en Beverly Hills, conocer una planta de extracción de gas natural en Neuquén y compartir habitación con una modelo ucraniana en un hotel en Islas Canarias. Sé que suena todo muy genial (lo fue) y que parece raro que haya decidido irme de ese trabajo, pero llega un momento en el que en la balanza te empiezan a pesar otras cosas (ganaba muy mal, no tenía posibilidades de crecimiento, quería cambiar de rubro, etcétera).

Estamos muy alineadas con las lecturas. Yo estuve leyendo The beauty myth y habla sobre el momento en el que, a través de las revistas y la publicidad, se instala el discurso de la belleza es algo que todas pueden alcanzar si le dedican tiempo y dinero. Si usás esta crema, podés tener la piel impecable. Si hacés esta rutina de ejercicio, vas a tener el cuerpo que siempre quisiste. Entonces, claro, siempre estás en falta, nunca le estás dedicando el tiempo y dinero suficiente. Nunca estás haciendo suficiente, siempre estás insegura, siempre estás en deuda con una sociedad a la que, aparentemente, le debés ser linda.

Mi conflicto interno con los artificios de la belleza tiene que ver justamente con eso: el tiempo y la plata. Cada minuto que invertí en esperar que se secara el esmalte de las uñas es un minuto que podría haber invertido en otra cosa. Es un momento que un hombre invierte en otra cosa. Cada peso que gasto en una crema para la cara es un peso que podría gastar en otra cosa, que un hombre gasta en otra cosa. Por supuesto que una puede pintarse las uñas porque realmente le gusta y hasta quizás sea un ritual que le resulta relajante y placentero pero, como decís, qué difícil trazar la línea entre la presión para hacerlo y el deseo. Yo ya no me pinto las uñas pero gasto plata y tiempo en un montón de cosas que me gustan sólo por su valor estético y porque encuentro ahí placer, algo lúdico. No me interesa el maquillaje pero sí me gustan la moda y la decoración. No tengo conflicto con eso. Tengo conflicto con sentir que si voy a un casamiento estoy obligada a ponerme tacos y maquillarme porque, si no, estoy haciendo algo mal.

Por supuesto, esos viajes a presentaciones de shampoo y experiencias similares fueron grandes disparadores para pensar en estos temas. Son experiencias donde todo el asunto está llevado a un punto tan absurdo (una conferencia de prensa de un cirujano capilar dueño de una clínica privada en Boca Ratón hablando de la nueva línea de esa marca de shampoo) que te producen un extrañamiento, te muestran el engranaje de la maquinaria. Trabajar en Para Ti fue un extrañamiento para mí en todo sentido porque nunca había consumido antes ese tipo de revistas. A la vez, y también en todo sentido, fue una experiencia positiva. Tanto para ver muy de cerca lo malo del discurso de la belleza y hacerme preguntas, como para aprender muchísimo sobre periodismo y sobre un montón de cosas.

Siempre cuento que hice notas sobre desde cómo iba a afectar la reforma del código civil a las propietarios de inmuebles (esa nota en una revista para mujeres me parece un gesto feminista, le estás hablando a una mujer propietaria e inversora) hasta cómo evitar que tu pelo pierda volumen con el paso de los años (le estás pidiendo que gaste plata y tiempo en algo imposible: detener el tiempo). Y lo mejor de la experiencia fue el grupo de trabajo: un grupo de mujeres (y algunos hombres también) inquietas, inteligentes, divertidas y solidarias. Cuando escucho eso de que las mujeres somos jodidas para trabajar juntas pienso en la redacción de Para Ti como ejemplo de que no es más que un lugar común. Bah, es más que un lugar común: es una forrada.

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