El problema de no unirnos
Podemos no unirnos y dejar las cosas como están. No esforzarnos y dedicarnos sólo a disfrutar de sectores hermosos que tenemos cerca de nuestras casas, gratis, donde nadie nos controla y hacemos lo que queremos, donde solo nuestros “buenos” modales nos regulan. La realidad es que ese tipo de sectores de escalada está en peligro de extinción. Vemos rejas nuevas en nuestros senderos, cobros que, muchas veces, no entendemos y ecosistemas deteriorados. No podemos dejar las cosas como están, porque terminaremos con pocos sectores y muchas restricciones.
Tenemos otra alternativa: hacer lo contrario y unirnos. Hacer la difícil, pero necesaria tarea de reencontrarnos, impulsar cambios, acordar diferencias y colectivamente preocuparnos por el futuro de los sectores de escalada. Llegar a una convivencia con la flora y fauna local, con las comunidades aledañas, y sobre todo, con nosotros mismos. Tenemos una oportunidad única de aprovechar las virtudes de la comunidad escaladora. De aquellas personas apasionadas, con disciplina, que entrenan, que aprenden constantemente y son conscientes del medio ambiente. Usar los valores que aplicamos para mejorar el grado de escalada, la técnica y manejo del miedo, en convivir armónicamente junto a otras comunidades y ecosistemas.
La escalada está pasando por un punto de maduración, parte de un fenómeno mundial. Tenemos mucho que aprender de experiencias internacionales, tales como Australia, USA, Italia y sin ir más lejos, Argentina. Muchos de estos lugares han pasado por encrucijadas parecidas a las que ocurren en Chile, pero, por medio del esfuerzo colectivo han encontrado soluciones a varias de las problemáticas. Ahora bien, aún queda mucho por innovar.
Para mi fue importante conocer historias como la de los Gunks en el estado de Nueva York o del Refugio Frey en Bariloche, que son ejemplos de una gestión efectiva de zonas de escalada. Estos lugares fueron víctimas de su éxito, debido a la gran calidad de sus paredes, y trajeron un alto tráfico de personas generando efectos negativos en los sectores, tanto así, que necesitaron aplicar regulaciones. Capacidad máxima de carga, implementación de baños, veda de paredes por anidación, mantención de senderos y reposición de anclajes son algunas de las muchas medidas que se pueden apreciar en estos sectores.
Entiendo la nostalgia que podemos sentir del pasado acerca de cuando los sectores eran incipientes y conocidos por pocos. Como muchas cosas en la vida, el desarrollo de un lugar pasa por fases, es dinámico en el tiempo y nos obliga a adaptarnos. Alguna vez Palestras fue un sector conocido por muy pocos, donde seguro un puñado de escaladores lo sintieron como un hogar. Hoy, por el contrario, es una zona clásica de escalada de Santiago, con rutas que han puesto a prueba a varias generaciones. En lo personal, estoy muy agradecido por esos pioneros y pioneras que desarrollaron las primeras zonas, y es su esfuerzo que hoy me impulsan a mí a aportar en la siguiente etapa de estos lugares: la preservación y regeneración.
La idea de unirnos está motivada por el hecho de que como escaladores tenemos en común una serie de ideales y valores que constituyen una moral compartida. Puede que tengamos diferencias importantes en muchos temas, pero al final son más los puntos de encuentro. Encontrar esos acuerdos para construir comunidad, recopilar la historia de nuestra escalada y generar una memoria colectiva, impulsará la confianza en la comunidad escaladora que llevará a cabo ideas que hoy parecen “imposibles”.
La invitación más que a soñar, es a trabajar. Hacer realidad los parques de escalada, la compra de terrenos como colectivo para asegurar su buen uso, la protección de zonas naturales del extractivismo por medio de nuestro activismo, apoyar el desarrollo de comunidades locales, educar y aprender en la naturaleza, a convivir en simbiosis. Lo único imposible de esos sueños es intentarlos de forma aislada, tenemos que trabajar unidos.