De visita en el cielo

Hace tiempo ya que no me subo a un escenario. Y es que tengo tanta ansiedad que siento como se come mis entrañas a pellizquitos, es como tener abstinencia sexual de años y verlo todo deseo o dejar de leer por mucho tiempo esperando la mejor de las historias tan pronto llegue la primera palabra escrita.

Andres Ospina
@Andres Ospina

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Recuerdo la última vez que me sentí verdaderamente en un escenario, fue el 21 de Agosto de 2011. Una fecha difícil de olvidar, fuimos invitados con Stayway para ser el Opening Act de un artista extranjero y aunque no hubo prueba de sonido, ni camerino, ni nada de nada de las cosas (como es costumbre), pero ese día tuvo eco en mi vida.

El teatro donde deberíamos presentar nuestro show estaba conectado con un colegio pequeño en la parte posterior, por lo que nuestro “camerino” resulto ser un lindo pasillo con adornos colegiales muy coloridos y una vieja mesa que conocía ya de lejos las idas y venidas del lijado sobre su maderosa piel.

Antes de salir a tocar atravesamos un segundo pasillo mucho más largo, una sala llena de comidas y bebidas costosas para los “verdaderos” artistas y una escalera en forma de caracol que parecía interminable. Una vez allí, estábamos listos para ocupar nuestros lugares en medio de la oscuridad… Siempre he pensando que una banda es como una persona que no existe hasta que todos los que la componen se conectan como si pudieran hacer vivir una criatura mitológica por un pequeño instante, es una utopía que encuentra una fisura en la realidad lista para seducirnos a todos.

Llego la hora de salir al escenario, no había ni una pizca de luz en el lugar, se escuchaban de lejos las personas sedientas de guitarras saturadas y gritos armonizados. Empece mis dos pequeños rituales previos a los shows, tan pronto como terminé nos dieron la señal de salida al escenario, ocupamos nuestros lugares y entonces apareció la conexión divina entre nosotros y música en carne viva. Ese pedacito de madera de 6 cuerdas que me regalo mi madre y mi padre 3 años atrás era uno solo conmigo, el destino de ese árbol de caoba estaba en mis manos literalmente y la magia se hizo presente durante 50 deliciosos minutos… El resto es historia que quedará entre los asistentes, Stayway y yo… Muy pronto nos volveremos a ver en el escenario y espero que la magia se haga presente de nuevo, porque no hago más que contar los días que faltan para volver a visitar el cielo por 50 minutos.

Escrito el 1 de Junio de 2013

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