Candela Sotos : “La Yrupé es salvaje en su estructura, sobretodo para mí, es la metáfora de la resistencia. //“L’Yrupé est une plante sauvage, elle est surtout pour moi la métaphore de la résistance.”

Hacer con la incertidumbre en el Antropoceno/Faire avec l’incertitude dans l’Anthropocène. Une série de Julie Le Gall. Épisode 4

Lucas Tiphine
Anthropocene 2050
19 min readMay 7, 2020

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Dans cette série bilingue, Julie Le Gall, enseignante-chercheuse à l’ENS de Lyon et actuellement chercheure en délégation au CNRS — Centre d’études mexicaines et centraméricaines (Mexico), propose d’aborder l’incertitude dans et de l’Anthropocène à partir de rencontres et des questions issues de ses recherches en Amérique latine.

En esta serie bilingue, Julie Le Gall, profesora e investigadora de la École normale supérieure de Lyon, actualmente en sabático en el Centro de estudios mejicanos y centramericanos (México), propone abordar la incertidumbre en y del Antropoceno a partir de encuentros y preguntas desarrolladas en sus investigaciones en América latina.

© Candela Sotos. Buenos Aires, 2020

Entrevista con Candela Sotos, fotógrafa y artista española, residente en Buenos Aires, creadora de una búsqueda alrededor de la Flor de Yrupé.

El 2 de febrero de 2020, Candela Sotos propuso a un grupo reducido de personas ver la floración nocturna de la flor de Yrupé, una planta amazónica autóctona del norte argentino. El encuentro de avistamiento nocturno se dio en el Jardín botánico de Buenos Aires Carlos Thays, dando continuidad al Primer ciclo cultural y artístico sobre el Antropoceno urbano que la École urbaine de Lyon organizó con el apoyo del Institut français d’Argentine en noviembre de 2019.

Impredecible y predecible a su vez, la floración de Yrupe nos hace jugar a las escondidas en el corazón de la capital argentina, entre humanos y non humanos. El tiempo se suspendió y resonó con la historia de la resistencia política española.

El material filmado de aquel día formará parte de una obra audiovisual de la que compartimos unos stills (imágenes fijas).

Para profundizar:
www.candelasotos.com
Candela.sotos@gmail.com

Leer el libro de artista hecho por la ocasión por Pablo J. Méndez.
Méndez Pablo J., 2020. Forjar alianzas: la memoria compartida con el yrupé — Sobre Z. de Candela Sotos.

Entrevista realizada por Julie Le Gall, el 1 de marzo de 2020.

Candela, colaboraste con el Jardín botánico Carlos Thays de Buenos Aires, por un proyecto y un encuentro sobre la flor de Yrupé. ¿Se puede hablar de una “performance” de la flor?

El cuerpo de la Yrupé tiene un rizoma del que se extienden unos tallos espinosos abriéndose a las hojas de metro y medio con unas flores carnosas de más de cien pétalos que sólo se abren en verano, por la noche, una vez al año y de manera imprevista. La germinación se produce porque la flor se cierra atrapando a los insectos en su primer amanecer. En el segundo atardecer, la flor se abre y se marchita pasando de un blanco a un rosado fucsia. El cuerpo que es casi el de un animal por su crecimiento y movimiento, flota al tener unos micro conductos vacíos por donde pasa el aire. Esa flotabilidad de la hoja de gran dimensión ya es un placer visual. No entiendes como puede sostenerse y de dónde sale la flor o cómo es su estructura. Es una de las primeras preguntas que se hace al verla.

La floración de la Yrupé cerraba un ciclo de tres años en los que trasladé mi residencia de España a Argentina para poder acompasarme a los ritmos de crecimiento de esta planta y poder así, durante dos primaveras-veranos, documentar el proceso. La primera etapa se realizó en el jardín de la Universidad Torcuato Di Tella manteniendo la temperatura del agua, cambiándola de contenedor y ayudando a su crecimiento en el ecosistema desplazado de Buenos Aires. Al año siguiente en diciembre del 2019 la Yrupé fue finalmente trasladada al Jardín Botánico Carlos Thays de Buenos Aires gracias a la curaduría artística del jardín y la encargada del estanque, Gabriela Cutrera.

Universidad Torcuato di Tella, 2018. © Candela Sotos, 2020

Entonces, es una “performance” vegetal acompañada por la construcción de un tejido de vínculos entre humanos, entre humanos y non humanos…

Durante el proceso fui encontrándome gente que acompañaba esa observación, comentarios, historias propias de los otros o imaginaciones. Son relaciones afectivas que coincidían con ese crecimiento y con las que compartí charlas sobre por qué hacia esto o simplemente personas que debido a mi interés ya me preguntaban “¿Como va la planta?” como quien hablase de un familiar.

La floración era por tanto una forma de unir a esas personas en la medida de lo posible. El jardín me permitió conformar un grupo para acceder por la noche y ver la floración. Hice una convocatoria pública por mis redes y una lista de posibles asistentes. Cada día visitaba el jardín por la mañana y comprobaba si los capullos estaban por florecer o no. Hubo un par de días de grabación nocturna en los que erré la floración porque cambió el tiempo bruscamente de la mañana a la noche.

Hubo un día que estaba segura y avisé a los invitados confirmando con unas horas antes. La floración dura aproximádamente una hora. La relatividad del tiempo en el que abre la flor, el movimiento, el color y la intensidad con la que se la observa, es lo más cercano a un fenómeno animista. Es decir, es una experiencia conjunta en la que la observación está tan concentrada en adivinar el movimiento que le concedes una noción de vida muy clara. Si partimos de la base, a la planta se le concede esa noción de vida, también se puede especular con qué tipo de vida, conexiones con otros seres tiene y qué tipo de auto-organización posée para hacer lo que hace. Sé que esta cuestión del fenómeno animista se vuelca diréctamente en la ficción, pero no es tan lejana de los últimos estudios de la inteligencia de las plantas. Si le concedo vitalidad me lleva a reflexionar que tiene un cerebro, un pensar, una inteligencia que da posibilidades a imaginar futuros de conexión o que ya existen sólo que no soy capaz de percibirlos como ser humano.

Día de floración. Jardín Botánico Carlos Thays. Febrero 2020. © Candela Sotos, 2020

Yrupé nos habla de lo efímero. ¿Cómo relacionas ese proyecto con la incertidumbre, con qué tipo de incertidumbre estás liderando?

Creo que la incertidumbre es un estado intrínseco del proyecto para Yrupé desde las posibilidades de crecimiento y en el acompañamiento mutuo que nos une (a la planta y a mi) rozando todas las complicaciones de la migración, la adaptación, las posibilidades de no-crecer como las dos noches que dura su floración. Del rizoma de la planta salen varios capullos que comienzan a salir a la superficie, un día de calor fuerte, puedes comprobar como se elevan y ese día indica que si el clima no varia como suele hacer bruscamente el cambio climático, de la mañana a la tarde, la planta florecerá.

La primera vez que busqué la planta en los Esteros del Ibera (en Corrientes) hubo una tormenta torrencial. Me informaron que las plantas, debido a las grandes lluvias, se habían desplazado río abajo. El cambio climático es una de las variables que más me hizo relacionarme con la incertidumbre en lo más concreto. Leía muchos blogs y libros de botánica, pero algo que nos trae esta nueva situación es que no podemos identificar dónde estamos en comparación al deber ser. Lo que me ayudó es seguir los consejos de Javier, un chico que tiene un vivero en Guernika (Provincia de Buenos Aires) y planta Yrupés todos los años. Es paradójico que la guía estuviese en un lugar que se llama Guernika, teniendo en cuenta todo el recorrido del proyecto.

Entiendo que atrás hay un proyecto familiar y político, vinculado a la guerra civíl española. ¿Qué sentido tuvo ese trabajo sobre la flor de Yrupé respecto a tu búsqueda artística sobre tu propia familia?

Mi tío abuelo, Guillermo Fernández Zúñiga, biólogo y cineasta científico español, fue parte de las Misiones Pedagógicas de la República, estuvo vinculado al Instituto Escuela y creaba documentos audiovisuales que ayudaban a explicar las tésis doctorales de biología de científicos del Museo de Ciencias Naturales. Es convocado para dirigir el equipo cinematográfico del Buque Artabro, una expedición científica con profesionales de varias disciplinas que se iba a realizar en el Amazonas. Se produce el levantamiento militar que desencadena la Guerra Civil Española y sus ambiciones profesionales se vieron frustradas. Sin embargo comenzó a trabajar en el equipo de propaganda del Partido Comunista cubriendo el diario audiovisual de la República o fotografiando las trincheras por todo el territorio español. Finalmente exiliado en Francia, transita por varios campos de concentración; Argelès-sur-Mer, Brams, del que huye a Paris para tomar un barco a Buenos Aires.

En 1947, ya en Buenos Aires, consigue un trabajo en los Estudios de cine San Miguel, gracias a amigos exiliados como Rafael Alberti o Gori Muñoz. Durante el fin de semana, utilizaba los estudios enlazando pedazos de película virgen de otras cintas comerciales para poder crear las suyas propias de naturaleza. Allí repitió la creación de una colmena artificial y filmó el cortometraje de las Abejas

como ya había hecho en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid en 1935 antes de la Guerra.

La Flor de Irupé es una de las películas nunca terminadas de Zúñiga, de la que sólo quedan unos negativos y la foto fija de rodaje en Corrientes. Hasta donde yo tengo entendido, la película, pensada e ideada en Argentina, iba a ser un docu-ficción sobre la planta. En ella aparecían escenas musicales de una bailarina que representaba a una mujer indígena del mito paraguayo de la Yrupé y una narrativa documental de cómo es la flor y sus características.

El ejercicio en si, de ayudar al crecimiento de la planta con mis propios medios hace alusión a esta creación de espacios ficticios reducidos para recrear naturaleza. La Yrupé aguanta altas temperaturas, es agreste en su estructura, pero sobretodo es, para mi, la metáfora de la resistencia. Cómo en un lugar cerrado, delimitado en tiempo o en espacio, existen a pesar de las circunstancias, posibilidades para la creación y el crecimiento.

Olga Ferri en La Flor de Irupé, Guillermo Fernández-Zúñiga. © Archivo fotográfico Guillermo Fernandez Zuñiga. ASECIC.

¿Porqué elegiste hacer tu taller en el jardín botánico y no en un espacio abierto?

Barajé en todo momento el contenido simbólico que suponía hacer crecer la planta en lugares de espacio abierto, en mitad de la naturaleza o la idea de hacerlo incluso en España pero el proyecto también se volvía colonial. La Yrupé fue bautizada como Victoria Cruziana en honor a la Reina de Gran Bretaña durante el siglo XIX. Varios botánicos enviában semillas porque la nobleza codiciaba mantener la Yrupé en sus jardines. El Jardín Botanico Kew Gardens fue el primero en conseguirlo, práctica que se repite hasta hoy en la mayoría de jardines botánicos europeos que tienen la suficiente insfraestructura.

En Madrid tenía la opción de hacerlo en una charca circular rodeada por los bonsais que donó el expresidente de España, Felipe Gonzalez. Este detalle hacía que fuese bastante interesante ya que para mi el proceso ténia que tener un cierto carácter de institucionalidad. Es como una forma de revindicar el trabajo de Zuñiga desde el punto de vista de memoria histórica. Cuando él volvió a España, busca sus peliculas anteriores de la guerra en el Museo de Ciencias Naturales. Ahi conoce a Rogelio, el que es ahora encargado de su archivo y asumen que no se encuentran porque probáblemente su trabajo fuese depurado por su republicanismo. Igualmente después de su etapa en Argentina, trabajó en España con UNINCI, productora conocida por Viridiana (censurada durante la dictadura). Fue director de producción de películas de Juan Antonio Bardem, Buñuel, Carlos Saura. El mismo crea la Asociación de Cine Científico de España sin embargo muchas de sus imágenes aparecen como anónimas :

su archivo fotográfico nunca fue expuesto, el archivo está depositado en la Filmoteca Nacional sin poder hacerse una catalogación y la difusión de su trabajo siempre se enfoca en su cine que documenta la naturaleza.

¿Cómo inscribes tu trabajo dentro de una reflexión sobre el Antropoceno, en particular sobre el Antropoceno urbano?

La Yrupé, si bien es autóctona del Paraná argentino, no es una especie que crezca de manera natural en Buenos Aires. Con el proyecto se genera un ecosistema desplazado para la planta de igual manera que con todas las especies que controla y contiene el Jardín Botánico, espacio creado por el humano para imitar la naturaleza. Esta estrategia de dominación es en si mismo el Antropoceno. Pero dentro de este contexto, la idea no es alienarse a la misma sino subvertir dentro del mismo el orden. Juntarse a ver la floración de esta planta, sin el ofrecimiento de poseer o consumir posibilita que se genere un vínculo con la misma y entre los que comparten. Podríamos pensar qué futuras practicas artísticas dentro del Antropoceno urbano se pueden plantear para crear relaciones interespecie en este orden de alianzas.

Biografía :

Formada en fotografía analógica en Madrid en la Escuela EFTI, Centro Internacional de Fotografía y Cine, obtuvo en paralelo su Licenciatura en Comunicación Audiovisual. Candela Sotos es diplomada en Master 2 Arts Plastiques, especialidad Fotografía y Arte contemporáneo por la UFR Art, Philo- sophie et Esthétique à l’Université Paris VIII. Desarrolla una obra con diferentes medios: prácticas botánicas, ediciones, instalación y especialmente fotografía y video. Su práctica explora las formas de memoria inscritas en la naturaleza. Esta busqueda intenta desvelar como se forja la narrativa que construye la Historia.
Ha recibido becas de la Comunidad de Madrid, el Fondo Nacional de las Artes (Argentina) o del Cen- tro de Residencias artísticas de Matadero y ha presentado su trabajo en el laboratorio de arte diseño y ciencia ficción MUAC — UNAM, México, Medilab Prado o en el Festival Embarrat (Museo Trepat). Trabaja en colaboración con otros profesionales de otras disciplinas, como investigadores del CSIC, antropólogas de la UNAM y con la Asociación por la recuperación de la memoria histórica en España.

VERSION FRANÇAISE

Entretien avec Candela Sotos, photographe et artiste espagnole, résidant à Buenos Aires. Candela Sotos est à l’origine d’une création sur la fleur d’Yrupé.

Le 2 février 2020, Candela Sotos a proposé à un petit groupe de personnes d’observer la floraison nocturne de la fleur d’Yrupé, une plante amazonienne autochtone originaire du nord de l’Argentine. Ce rassemblement a eu lieu au Jardin botanique Carlos Thays à Buenos Aires, dans la continuité du premier cycle culturel et artistique sur l’Anthropocène urbain que l’École urbaine de Lyon a organisé avec le soutien de l’Institut français d’Argentine en novembre 2019.

Imprévisible et prévisible à la fois, la floraison de l’Yrupé nous fait vivre un jeu de cache cache au coeur de la capitale argentine entre humains et non humains. Un espace temps suspendu, qui a résonné avec l’histoire de la résistance politique espagnole.

Le matériel filmé ce jour-là fera partie d’une œuvre audiovisuelle. L’équipe en partage ici quelques images fixes.

Pour aller plus loin :

www.candelasotos.com
Candela.sotos@gmail.com

Lire aussi le livret d’artiste réalisé pour l’occasion par Pablo J. Méndez.
Méndez Pablo J., 2020. Forjar alianzas: la memoria compartida con el yrupé — Sobre Z. de Candela Sotos.

Entretien réalisé par Julie Le Gall, le 1er mars 2020

Candela, vous avez collaboré avec le jardin botanique Carlos Thays de Buenos Aires, pour un projet et une rencontre sur la fleur d’Yrupé. On pourrait presque parler d’une “performance” de la fleur d’Yrupé ?

Le corps de l’Yrupé possède un rhizome dont les tiges épineuses s’ouvrent sur des feuilles de 1,50 m de large avec des fleurs charnues de plus de cent pétales qui ne s’ouvrent qu’en été, la nuit, une fois par an et de façon inattendue. La germination se produit parce que la fleur se ferme à la première aube en emprisonnant les insectes. Au deuxième coucher de soleil, la fleur s’ouvre et se fane, passant d’un blanc à un rose fuchsia. Le corps, qui rappelle celui d’un animal en raison de sa taille et de ses mouvements, flotte grâce à des micro-conduits vides par lesquels l’air passe. La flottaison de cette grande feuille est déjà un plaisir visuel. On ne comprend pas ce qui la tient, d’où vient cette fleur, quelle est sa structure… Toutes ces questions se posent quand on la voit…

La floraison de l’Yrupé fermait un cycle de trois ans au cours duquel j’ai déménagé de l’Espagne vers l’Argentine, afin de me mettre au rythme de la plante et de documenter ses évolutions durant deux saisons printemps-été. La première étape a eu lieu à l’été [austral] 2018–2019 dans le jardin de l’Université Torcuato Di Tella : nous avons aidé la plante à se développer dans l’écosystème de Buenos Aires où elle avait été déplacée, en maintenant la température de l’eau, en la changeant de récipient. L’année suivante, en décembre 2019, l’Yrupé a été finalement transférée au Jardin botanique Carlos Thays avec le soutien de sa direction artistique et de la responsable de l’étang, Gabriela Cutrera.

C’est donc une “performance” végétale qui s’accompagne de la construction d’un tissu de liens entre humains, entre humains et non humains…

Au cours de ce processus, j’ai rencontré de nombreuses personnes qui ont accompagné l’observation par des commentaires, par leur histoire ou celle d’autres personnes, par des histoires imaginaires. Ces relations affectives ont coïncidé avec la croissance d’Yrupé ; j’ai partagé avec elles des discussions sur les raisons qui m’avaient amenée là ; il s’agissait parfois de simples personnes qui, connaissant mon centre d’intérêt, commençaient par me demander “Comment va Yrupé ?”, comme on parlerait d’un membre de ma famille.

La floraison était donc un moyen de réunir toutes ces personnes, dans la mesure du possible. Le jardin m’a autorisée à convoquer un groupe pour y entrer la nuit et observer la floraison. J’ai lancé un appel public à travers mes réseaux et une liste de participants possibles. Tous les jours, je faisais une visite au jardin le matin et je vérifiais si les bourgeons étaient sur le point de fleurir ou non. Plusieurs fois, j’ai filmé la nuit et j’ai manqué la floraison parce que le temps changeait brusquement du matin au soir.

Puis un jour, j’étais certaine que la floraison allait se produire et j’ai averti les invités, je leur ai confirmé l’observation quelques heures avant. La floraison dure à peu près une heure. La relativité du temps durant lequel s’ouvre la fleur, le mouvement, la couleur et l’intensité avec laquelle elle se laisse observer, rapprochent la floraison d’un phénomène animiste. On fait une expérience ensemble où l’on se concentre tellement pour deviner le mouvement de la fleur lors de l’observation qu’on concède clairement une vie à cette plante. Partant de là, on peut spéculer sur le type de vie dont il s’agit, les liens que la plante a avec les autres êtres, le type d’auto-organisation qu’elle possède pour faire ce qu’elle fait. Je sais que cette question du phénomène animiste est directement considérée comme une fiction ; elle n’est pourtant pas si éloignée que ça des dernières études sur l’intelligence des plantes. Si je concède que cette plante est vivante, cela m’amène à penser qu’elle a un cerveau, une pensée, une intelligence qui ouvre des possibilités d’imaginer des connexions futures ou qui existent déjà, mais que je ne suis pas capable de percevoir en tant qu’être humain.

Yrupé parle de l’éphémère. Comment relier ce projet à l’incertitude ? À quel genre d’incertitude faites-vous référence ?

L’incertitude est un état intrinsèque au projet Yrupé, depuis l’univers des possibles qu’offre sa croissance, jusqu’à l’accompagnement mutuel qui nous unit, la plante et moi, en passant par toutes les complications de la migration, de l’adaptation, des possibilités qu’elle a de grandir ou non, des deux nuits que dure sa floraison. Plusieurs bourgeons sortent du rhizome de la plante et commencent à faire surface ; un jour de forte chaleur, on peut voir comment ils montent et cela indique que c’est ce jour là que la plante fleurira, si le temps ne change pas — et ça arrive souvent du matin au soir, brusquement, en cette époque de changement climatique.

La première fois que je suis allée chercher Yrupé dans les Esteros del Iberá [vaste réseau de lagunes, estuaires et marais, et réserve ornithologique, de la province de Corrientes, Argentine], il y a eu une tempête torrentielle. On m’a dit que les plantes s’étaient déplacées vers l’aval en raison des fortes pluies. Le changement climatique est la variable qui, concrètement, m’a rapprochée le plus de l’incertitude. Je lisais beaucoup de blogs et de livres de botanique, mais cette situation nouvelle nous montre une chose: nous ne pouvons identifier où nous en sommes par rapport à là où nous devrions être. Ce qui m’a aidée, c’est de suivre les conseils de Javier, qui a une pépinière à Guernika (province de Buenos Aires) et qui plante des Yrupés chaque année. Et que ce guide se trouve dans un endroit appelé Guernika, compte tenu de l’ensemble de l’histoire du projet, c’était assez paradoxal.

Je comprends qu’il y a derrière tout cela un projet familial et politique lié à la guerre civile espagnole. Quelle était le sens de votre recherche sur Yrupé par rapport à cette quête artistique sur votre propre famille ?

Mon grand-oncle, Guillermo Fernández Zúñiga, biologiste et cinéaste scientifique espagnol, prenait part aux Missions pédagogiques de la République, il était lié à l’Instituto Escuela et créait des documentaires audiovisuels qui aidaient à expliquer les thèses de doctorat en biologie des scientifiques du Musée des Sciences naturelles. Il est appelé à diriger l’équipe de tournage sur le navire l’Artabro, pour une expédition scientifique composée de professionnels de diverses disciplines qui devait se dérouler en Amazonie. Le soulèvement militaire qui déclenche la guerre civile espagnole a lieu, frustrant ses ambitions professionnelles. Cependant, il commence à travailler dans l’équipe de propagande du Parti communiste pour couvrir le journal audiovisuel de la République ou photographier les tranchées sur l’ensemble du territoire espagnol. Il finit par s’exiler en France, traverse plusieurs camps de concentration, Argelès-sur-Mer, Brams, d’où il s’enfuit à Paris pour prendre un bateau à destination de Buenos Aires.

En 1947, à Buenos Aires, il trouve un emploi aux studios de cinéma San Miguel grâce à des amis exilés, tels Rafael Alberti ou Gori Muñoz. Le week-end, il utilisait les studios pour assembler des morceaux de pellicule vierge provenant d’autres films commerciaux, afin de créer ses propres films sur la nature. Il y a reproduit la création d’une ruche artificielle et a filmé le court métrage Las Abejas

comme il l’avait déjà fait au Musée des Sciences naturelles de Madrid en 1935, avant la guerre.

La Flor de Irupé [La fleur d’Irupé] est l’un des films inachevés de Zúñiga, dont il ne reste que quelques négatifs et la photo du tournage à Corrientes. Pour autant que je sache, le film, pensé et conçu en Argentine, devait être un docu-fiction portant sur la plante. Il comprenait des scènes musicales d’une danseuse représentant une femme indigène selon le mythe paraguayen de l’Yrupé et un récit documentaire sur l’aspect et les caractéristiques de la fleur.
L’exercice que je fais, qui consiste à aider la plante à pousser avec mes propres moyens, fait allusion à cette création d’espaces fictifs réduits pour recréer la nature. L’Yrupé supporte des températures élevées, c’est une plante sauvage, elle est surtout pour moi la métaphore de la résistance. Dans un lieu fermé, délimité dans le temps et dans l’espace, il existe, malgré les circonstances, des possibilités de créer et de grandir.

Pourquoi faire votre atelier au Jardin botanique et non dans un espace ouvert ?

J’ai hésité tout le temps. Cultiver la plante en plein air, au milieu de la nature, offrait un contenu symbolique. Ou j’avais aussi l’idée de le faire en Espagne, mais le projet devenait alors aussi colonial. L’Yrupé a été nommée Victoria Cruziana en l’honneur de la reine de Grande-Bretagne au XIXe siècle. Plusieurs botanistes envoyaient des graines, parce que la noblesse convoitait de conserver l’Yrupé dans ses jardins. Le jardin botanique de Kew Gardens a été le premier à y arriver, et c’est une pratique encore à l’oeuvre aujourd’hui dans la plupart des jardins botaniques européens qui disposent d’une infrastructure suffisante.

À Madrid, j’avais la possibilité de faire l’atelier dans un étang circulaire entouré par les bonsaï offerts par l’ancien président espagnol, Felipe Gonzalez. Ce détail rendait l’endroit très intéressant, car je voulais que le processus ait un certain caractère institutionnel. J’y voyais une façon de revendiquer le travail de Zuñiga, du point de vue de la mémoire historique. Quand il est rentré en Espagne, il a cherché au Musée des Sciences naturelles ses films réalisés avant la guerre. Il y a rencontré Rogelio, le responsable actuel de ses archives. Tous deux ont supposé qu’ils restent introuvables, parce que le travail de Zuñiga a probablement subi une purge car il était républicain. Cela dit, après son séjour en Argentine, il a travaillé en Espagne avec UNINCI, une société de production connue pour le film Viridiana (qui a été censuré pendant la dictature). Il a été le directeur de production des films de Juan Antonio Bardem, Buñuel, Carlos Saura. Il a lui-même créé l’Association du Cinéma Scientifique d’Espagne, mais nombreuses sont ses images restant encore anonymes

Ses archives photographiques n’ont jamais été exposées, elles sont déposées à la Filmoteca Nacional [cinémathèque nationale] sans y être cataloguées et la diffusion de son travail se limite toujours à son cinéma documentaire sur la nature.

© Preparación de semillas. Jardín Botánico Carlos Thays. Candela Sotos. Buenos Aires. 2019

Comment inscrivez-vous votre travail dans une réflexion sur l’Anthropocène, en particulier sur l’Anthropocène urbain ?

L’Yrupé, bien qu’elle soit originaire du Bassin du Paraná argentin, n’est pas une espèce qui pousse naturellement à Buenos Aires. Avec le projet, on génère un écosystème déplacé pour que la plante pousse, c’est un espace créé par l’homme pour imiter la nature, comme pour toutes les espèces que le Jardin botanique contrôle et contient. Cette stratégie de domination est, en soi, l’Anthropocène. Mais dans ce contexte, l’idée n’est pas de s’aliéner à cette stratégie, mais de subvertir l’ordre au sein même de l’Anthropocène. Se rassembler pour voir la floraison de cette plante, sans offrir la possibilité de la posséder ou de la consommer, permet de créer un lien avec elle et entre ceux qui partagent ce moment. On pourrait penser que les futures pratiques artistiques au sein de l’Anthropocène urbain seront proposées pour créer des relations inter-espèces de cet ordre-là.

Traduction de l’espagnol (Espagne) : Julie Le Gall, avec une base du traducteur automatique en ligne www.DeepL.com/Translator

Biographie :

Formée en photographie argentique à Madrid dans l’école EFTI, Centro Internacional de Fotografía y Cine, Candela Sotos a obtenu en parallèle sa licence en Communication Audiovisuelle. Candela Sotos est diplômé en Master 2 en Arts Plastiques, spécialité Photographie et Art contemporain par UFR Art, Philosophie et Esthétique à l’Université Paris VIII. Elle développe une œuvre avec différents mediums : des pratique botaniques, des éditions, des installations et spécialement la photographie et la vidéo. Sa pratique explore des formes de la mémoire gardes dans la nature. La recherche essaye de dévoiler comment s’est forge le récit qui fait l’Histoire.
Elle a reçu des bourses de la Région de Madrid, Fonds National des Arts (Argentine), du Centre de résidences artistiques Matadero avec le programme Ranchito Argentina (AECID). Elle a présenté son travail au laboratoire Art, Design et Science Fiction. MUAC (Musée universitaire d’art contemporain) — UNAM, Mexique; au Festival Embarrat (Musée Trepat). Candela travaille en collaboration avec des professionnels d’autres disciplines, tels que des chercheurs du CSIC (Real Jardin Botánico de Madrid), des anthropologues de l’UNAM au Méxique et de l’Association pour la récupération de la mémoire historique, Espagne.

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Lucas Tiphine
Anthropocene 2050

Coordinateur éditorial d’Anthropocène2050. Chercheur post-doctoral à l’École Urbaine de Lyon.