Mañana ensalada pero hoy salchipapa

Economía conductual, procrastinación y Dumbo.

Erick Bakovic
aporta
7 min readNov 11, 2018

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Por los últimos años me he dedicado a aplicar principios de economía conductual a proyectos de innovación social en Aporta, el laboratorio de impacto social del grupo Breca. Para los no familiarizados con la economía conductual, esta es básicamente el amorío entre la psicología y la economía (no digo matrimonio por la alta tasa de divorcio que existe, y la economía conductual ha venido para quedarse). A diferencia de la clásica, la conducual no ve a los humanos como máquinas tomadoras de decisiones perfectas sino por el contrario, como seres que solemos actuar de forma no tan racional…

Durante este tiempo he acumulado muchos aprendizajes sobre esta disciplina y su potencial impacto social y tenía la firme intención de escribir sobre ellos en este medio. Sin embargo, como sucede cuando te propones hacer algo que requiere tiempo y esfuerzo, nunca existe el “momento perfecto para comenzar”: Mucho trabajo, algo enfermo, con hambre, cumpleaños de algún amigo, familia, la nueva serie en netflix, limpiar las ventanas del comedor porque no entra suficiente luz. En todas las situaciones el “Yo de hoy” le tiraba la responsabilidad de escribir esta historia al “Erick del futuro”.

Y esto no es nuevo. Estoy seguro que más de uno se sentirá identificado con algunas de estas situaciones:

Mañana fijo ensalada de frutas. (Mientras se sirve el segundo chicharrón). Mañana ordeno mis cosas de todas. (En el 4to capítulo de una serie en Netflix). Mañana arranco mi libro. (Viendo lo que comen sus amigos en Instagram).

Aparentemente “mañana” todos somos más fit, ordenados y cultos. Este problema ya lo tenían mapeado los bodegueros desde hace años:

“mañana confiaremos en ustedes, hoy no””

Creo que es difícil encontrar a un ser humano que no procrastine en ̶c̶a̶s̶i̶ ̶t̶o̶d̶o̶s̶ algún aspecto de su vida. Como dice el fantástico Dan Ariely en su libro Predictably Irrational: Nadie se despierta diciendo “hoy es un buen día para una colonoscopía”. Hay cosas que simplemente no nos provocan hacer, a pesar que racionalmente sabemos que son buenas para nosotros.

He ahí el el problema de fondo: Sabemos que es bueno para nosotros, pero entonces ¿por qué no lo hacemos y terminamos procrastinando?

Según los G.I.JOE: Knowing is half the battle

Para estos héroes de antaño tal vez funcionaba, pero para cambiar conductas el simplemente “saber” puede llegar a ser irrelevante.

¿Acaso alguno de ustedes no sabe, por ejemplo, qué hacer para bajar de peso? (Por si no sabes: 1. No solo pagar gimnasio, sino ir también. 2. Súbele a la lechuga y bájale al tacu tacu).

Creer que la información es suficiente para cambiar conductas es un error grande. Lo malo es que muchísimas empresas e instituciones siguen obrando bajo este nerdental dogma.

Si ya conoces algo del mundo de la economía conductual, seguramente has oído o leído a Khaneman y su sistema 1 y 2. Lo que plantea el premio nobel es que básicamente tenemos dos sistemas de pensamiento, uno intuitivo, rápido y automático (sistema 1) y otro lógico, racional y que requiere de esfuerzo, pero es algo flojo (sistema 2). Si quieres curiosear más sobre el tema, lee Thinking Fast and Slow.

Para entenderlo en pocas palabras, me tomaré la libertad de usar la analogía de Jonathan Haidt (en su libro The Happiness Hypothesis)

Nuestra mente es como un elefante (sistema 1) siendo cabalgado por un humano (sistema 2). Puede que el jinete quiera ir a un lugar, pero si el elefante no le da la gana, el jinete nada podrá hacer. En resumen: No importa que sepas perfectamente que una ensalada es más saludable que una pizza, cuando estés frente a ambos, el “elefante” intuitivo, rápido y automático no pensará en los beneficios a largo plazo de la ensalada y se irá por la pizza (salvo que sea una hawaiana).

¡Esa lechuga se ve deliciosa! (said no one ever).

“The mind is divided in many ways, but the division that really matters is between conscious/reasoned processes and automatic/implicit processes. These two parts are like a rider on the back of an elephant. The rider’s inability to control the elephant by force explains many puzzles about our mental life, particularly why we have such trouble with weakness of will. Learning how to train the elephant is the secret of self-improvement.” (Sacado de Forbes)

La pregunta del millón es como lograr entrenar este impulsivo Dumbo que tenemos en nuestro interior para que no se siga comportando de forma tan cortoplacista. Para esto existen muchas formas, consejos, teorías, libros de autoayuda, productos de telemercado, horósocopos y tips de abuela que ofrecen ““soluciones””. Pero como verás en este GIF no han tenido mucho éxito:

Según la OMS para el 2045 el 22% de la humanidad será obesa. “Fun” fact: El Perú ya tiene un 22% de obesidad.

Personalmente la “fórmula” que mejores resultados me ha dado al momento de generar hábitos saludables es la de BJ FOGG (Científico del comportamiento y fundador y director del Behavior Design Lab de Stanford. Pueden ver su modelo acá),

Fogg plantea que para lograr cambiar una conducta y que se mantenga en el tiempo tienes 3 opciones:

A. Tener una epifanía

B. Cambiar tu entorno (lo que te rodea)

C. Hacerlo en “pasos pequeños”

En vista de que tener una epifanía no es cosa de todos los días, las opciones b y c son las que debes considerar. El ejemplo que lo explica más fácil es el de año nuevo:

Nos vestimos de amarillo, comemos uvas, damos vueltas con maletas, nos guardamos lentejas en el bolsillo y hacemos nuestras promesas para el próximo año. Entre esta anónima lista de deseos, apostaría a que sueles encontrar alimentación saludable, dejar de fumar, hacer ejercicios, leer más, y toda una serie de vida perfecta que solo se encuentra en facebook.

El 3 de enero nuestra motivación está por los cielos: un kiwi de desayuno, lechuga de almuerzo, medio apio de cena y hacemos ejercicio hasta descubrir dolor en músculos que no sabíamos que teníamos.

Inevitablemente nuestra motivación baja y todas nuestras promesas se comienzan a desvanecer junto con ella. Es ahí dónde procrastinamos la vida saludable que tanto deseamos pero que ̶e̶l̶ ̶g̶l̶o̶t̶ó̶n̶ ̶d̶e̶ ̶D̶u̶m̶b̶o̶ nuestro sistema 1 se niega a adoptar.

La clave: No podemos forzar a nuestro sistema 1, pero podemos forzar el contexto, es decir aplanarle el camino a nuestro elefante, hacérselo en bajada, sencillo y agradable para que sistema 1 y 2 anden en sintonía.

Como dice Fogg no trates de hacer 50 abdominales, o leer medio libro en una noche: Prométete a ti mismo hacer sólo 2 abdominales al despertar. O leer 2 páginas antes de dormir. Procura que todo sea ridículamente sencillo para que el jinete no procrastine y el elefante se anime a ir por esa ruta. Donde la motivación falla, la facilidad de la tarea debe compensar.

Para lograrlo es importante aprovechar los momentos de alta motivación para modificar tu entorno y hacerte las cosas más fácil cuando en el futuro cercano (TIP: la motivación para bajar de peso suele ser muy alta los domingos de inactividad, justo después del postre). El truco es que tu “yo del futuro” la tenga fácil el comer saludable y más complicado el comer chatarra (Por ejemplo: prepara ensaladas y tenlas en porciones ya listas para servir, elimina la comida chatarra de tu casa y tu app de delivery, deja un mat de yoga en el suelo para que tirarse a hacer esos dos abdominales sea sencillo, deja tu libro abierto al lado de la cama).

Lamentablemente nuestro Dumbo interno es una criatura de necia y de costumbres, sin embargo no es indomable. Como dice el dicho: “Fake it until you make it” (que no es un simple dicho, de hecho tiene un correlato importante respecto a las terapias cognitivo-conductuales): Cuando comenzamos a realizar una actividad con relativa frecuencia, “hackeamos” nuestro propio auto-concepto y nos comenzamos a definir como una persona que… “come saludable”, “lee mucho”, “hace ejercicios”. Y poco a poco evitaremos las actividades que vayan contra nuestro propio auto-concepto. Es en ese momento la conducta esporádica se vuelve un hábito.

Históricamente la receta que le pone un fin a la procrastinación son los famosos “deadlines”. El deadline, como diría Tim Urban (acá su genial TED Talk ) y varios experimentos de Dan Ariely, termina siendo de ayuda para activar la conducta deseada (ya sea por pánico y/o mejor organización).

A nivel personal creo que el mayor problema comienza cuando nos topamos con cosas que no tienen un deadline claro: Escribir un libro o cambiar ese trabajo que engorda la cuenta bancaria pero no el alma. Todos tenemos algo en lo que procrastinamos en la vida, a veces comenzar dieta y otras una historia en Medium, sin embargo solemos olvidar que todo (y todos) tiene(n) un deadline. Para concluir te pido que pienses en las cosas estás procrastinando y que deberías a comenzar a hacer antes de seguir tachando pequeños círculos de tu propio calendario de vida.

¿Cuántos círculos te quedan para tu deadline? ¿Cuánto más crees que puedes procrastinar?

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