Que comience la liga

Apuntes de Rabona
Apuntes de Rabona
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5 min readJul 19, 2016

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Por Arturo Molina (@MoliNarrarte)

Por un momento creí que no encontraría a nadie de la pandilla. Pensé que todos estarían, como yo, inmersos en una profunda depresión por la decadencia mundial que se vive en el futbol. Con todo y decepciones, ya están casi todos en la Canchita; falta el Maragol, así que no hay ni balón ni equipos organizados. Una vez más Pablito nos quiere “culturizar” a punta de charlas. Llego a la banquita, saludo a Toto y al Adriancho, los demás medio que le ponen atención a Pablova; está hablando de un tal Shan Pol Sagrt –cómo es mamón para pronunciar palabras en francés–: nadie le entiende, repite el nombre pero igual no sabemos qué rayos dice, termina perdiendo el glamour y nos dice que el apellido del escritor es Sartre. No entiendo sus ganas de fanfarronear.

Pablito a veces se pasa de filosofocador, creo que fuma cosas raras. Resulta que este señor escribió un libro sobre la soledad del hombre, principalmente de todos aquellos problemas que le aquejan en su diario acontecer, una lucha constante por resolver sus conflictos existenciales, del hartazgo propio frente a la sociedad y de cómo vuela la mente de una persona adulta en sus momentos solitarios, a ratos taciturnos… La neta no entiendo mucho de lo que dice mi cuate pero es interesante escucharlo, tiene el don de provocar asombro, esa capacidad que tanto se ha perdido en mi generación.

Antes de que comenzara a profundizar en su plática un balón golpea su cabeza por detrás. “Ya deja de lavarles el coco, pinche mariguano”, Maragol saluda con un solo ademán a todos, “cámara, que se haga la reta”, en automático la bandita se levanta y se ponen al medio, en el círculo central. Yo me quedo sentado en la banquita: ya sé que seré al último que elegirán; justo por esa acción les doy motivos para dejarme fuera del juego; no me había fijado que el Joseco no estaba –al parecer la charla de Pablito me atrapó–, así que nos quedamos impares. Al verme desparramado en la banca de cemento, Maragol se justifica para no meterme a ningún equipo; alcanzo a ver su risa burlona mientras los demás se voltean. Que comience el juego, que comience la Liga, señores.

No me queda más que ser un espectador, ya ni de árbitro me ponen, al menos cuando me ponen de referi puedo joder a todos con faltas que me invento.

Ni hablar, aquí estoy, solo en la banquita, llenando de extraños pensamientos mi mente; primero hablo conmigo mismo acerca de la primera jornada del Apertura dos mil dieciséis. Creí que ya tenía suficiente de futbol mexicano, que en las competiciones internacionales encontraría el mero buen juego, además de tener partidos casi a diario, mas no es así. Los últimos torneos me hicieron darme cuenta de la pobreza deportiva en el mundo del pambol. Ahora pienso que me gusta más tener la dudosa calidad del balompié nacional, pero constante, semanal, tres días de deleite para conversar con los demás; de hecho, mientras la pandilla juega, se dan sus ratos para hablar acerca de los resultados. Yo estoy feliz porque mis Pumas ganaron, quizá cuestionable por el asunto del autogol, pero Palencia se cuelga su primera estrellita en la frente.

Los amigos andan muy sensibles, cada jugadita cerca del área la quieren marcar como penal, ya se parecen a los árbitros de la Liga MX. Qué extraño, no recordaba que el arbitraje también está en decadencia; generalmente también ellos se hacían presentes, tenían personalidad, eran parte del juego; en las últimas competiciones internacionales no pude aprenderme uno solo de sus nombres, ni siquiera del de la final de la Copa América, con todo y que traía su desmadrito en la cancha. No obstante, los jugadores mucho tuvieron que ver en la feria de tarjetas de esta primera jornada: comenzaron bastante agresivos, con violencia; espero que no sea un reflejo del rumbo que tomará la Liga.

Toto profundiza por la banda derecha, llega hasta la esquina y le manda un centro como enviado con la mano a Maragol, éste no desaprovecha, aún no cae el balón y ya se nota en su mirada la travesura que intentará; quiebra para quitarse a un rival y le pega bello a la de gajos, Adriancho se avienta para tapar, pero imposible, el balón está prácticamente al fondo. Todos gritan el primer gol después de tantos intentos; parecían el América, llegando a cada rato pero sin definir una. “¡Golazo! Como Silvio Romero, chingao!”, el Maragol, aparte de ser un alzado, es americanista, échate ese trompo a la uña. Yo no entiendo cómo es que logran ser protagonistas cada semana, ya sea dentro o fuera de la cancha; ¿o será que debo dejar de ver el resumen deportivo en la televisora oficial?

Pichi viene muy agresivo haciendo faltas a diestra y siniestra, suelta patadas directo a las piernas, la pelota no le importa, quién sabe qué trae. El Maragol lo amenaza con expulsarlo si sigue así; pero al voltear y verme ahí sentado, expectante, se arrepiente; yo le grito “sí lo puedes expulsar, aquí estoy yo”, no me hace caso y continúa jugando. Yo me quedo pensando un poco en lo que decía Pablito sobre el señor éste Sartre y lo trato de entender desde mi punto de vista: son mis amigos pero a veces me desespera que no me tomen en cuenta para jugar; la mayoría de los domingos la paso charlando conmigo mismo más que peloteando con los chicos. Me siento un poco harto.

En una jugada Pichi llega al límite, le suelta tremendo patadón a Toto y marcan penal; Maragol quiere pegarle a Pichi pero lo detienen, le dicen que se tranquilice y que lo cobre; él se perfila, se para un poco a la pose de Cristiano Ronaldo, “pinche farol”, pienso yo; Adriancho aguarda aunque sabe que Maragol no falla un penal. El balón sale disparado por el flanco izquierdo del portero quien, con todo y sus kilos de más, se avienta valientemente y logra parar el tiro, cual Pikolín frente a las Chivas. El Maragol no se la cree y del mismo coraje corre a Pichi de la Canchita, se voltea para decirme que voy a entrar, pero yo ya estoy por tomar camino a mi casa; él me llama, pero no hago caso, por hoy, todos se pueden ir al carajo.

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