Esta guerra la hemos perdido

roberto bustamante
apuntes desde el encierro
5 min readMar 29, 2020

“Para sumarle que tengo la conciencia de estar dentro de un mundo en el que la humanidad se ha armado todo un sistema de vida en base a ese tipo de relatos. Ganar, vencer, convencer, imponerse, defenderse, triunfar. Siempre se trata de eliminar lo que se interpone en el logro de sus objetivos. Para mí es evidente que esta civilización ya no da más de sí y que eso se debe a que se imaginó siempre en esos términos.” (Rodrigo Lajo).

Este no es un texto pesimista. Aceptar que una batalla o una guerra la hemos perdido no implica necesariamente que todo esfuerzo por encontrar una vacuna para el COVID-19 o Coronavirus es inútil o que no vale la pena hacer el aislamiento social obligatorio o no sirve cuidar a quienes más lo necesitan. Por el contrario, este primer apunte en borrador quiere manejar el argumento de que, moralmente, está bien aceptar que todos nuestros supuestos (modernidad, gobernabilidad, estado, sociedad) han estado errados y que, al final, reconocer que un virus nos ha mandado a todos los humanos del planeta a nuestras madrigueras es quizá un primer paso hacia un nuevo tipo de gobernabilidad entre humanos y no-humanos.

Paralelo al COVID-19 otro tipo de lenguaje se propaga como virus, el lenguaje bélico: “Guerra contra el virus”, “esta batalla la ganaremos”, “el enemigo invisible”. Esto no es exclusivo del Perú. Está en todos lados. Aparece en portadas de revistas de Economía, Salud, Política. Los manuales de ciencias políticas son revisados de nuevo para saber qué y cómo afrontar a este “enemigo invisible” pero con el que no se puede, en teoría, negociar (1). El COVID, como bien lo ha metaforizado Guillermo Nugent a partir de Latour, se parece demasiado al humano frente a la naturaleza: le interesa expandirse más y más sin fijarse ni interesarse en lo que se destruye en el camino. Es una fuerza imparable.

Mientras tanto, las ciudades se parecen más y más a las viejas ciudades apestadas de antaño (2), las que son, además, las ciudades perfectamente vigiladas: el higiene como pretexto para el control social, para la expansión del lenguaje militarizado, para mantener a todos en casa, contados, numerados, convertidos en estadística. Hay un poco de pedagogía política en este proceso.

Pero al COVID no le interesa nada de aquello. Hemos visto imágenes también de las playas y calles del mundo, algunas falsas, otras reales. Animales “retomando” lo que es suyo, delfines en la Costa Verde, pumas paseando por las calles de Santiago de Chile, peces en los canales de Venecia. ¿Dónde está la tierra que íbamos a heredar? Podríamos verlo al revés, y darnos cuenta que el COVID no es sino una forma del planeta para el control de otras especies, como la nuestra. Nuestra forma de vida, desembozada, hiperconsumista, expansiva sin control y sin contención de ningún tipo, ha sido detenida.

Y otra vez el lenguaje bélico. El lenguaje bélico nos da tranquilidad porque reafirma nuestra comodidad como la especie superior dentro del planeta. Es la humanidad o la naturaleza. Es nuestro estilo de vida y un algo que ni siquiera sabemos que está vivo (3). No queremos que nuestro statu quo se vea amenazado, pero ya es tarde. Los médicos del mundo, en su mayoría, ya han dicho que tarde o temprano todos estaremos infectados con el COVID-19, que lo que se trata es de convivir. De vivir en paz con el COVID-19 y que este viva en paz con nosotros.

Esto, según la lógica del lenguaje bélico, es admitir la derrota. Que no somos superiores, que la tierra no es nuestra, que la tierra es también del COVID-19, de otras tantas “enfermedades”, virus y bacterias, que estas también puedan ser consideradas partes beligerantes y que tengan, en cierto modo, voz y voto. Lo cual ya ocurre: los médicos, los biólogos, los científicos que están alertándonos del calentamiento global, hace rato que fungen de traductores, pero no les escuchamos, no tanto por ellos, sino porque no queremos pensar en un tipo nuevo de gobernabilidad entre humanos y no-humanos, un nuevo tipo de Parlamento donde las fronteras entre sociedad y naturaleza queden un poco disueltas (4). ¿Dónde quedaría la modernidad si aceptamos la voz y voto de los no-humanos? ¿Dónde nuestra aparente superioridad como especie? ¿Dónde nuestra idea de la herencia de la tierra?

Entonces, claro, desde la lógica del lenguaje bélico, aceptemos que la guerra la hemos perdido. Como digo, no se trata de una visión pesimista. Aceptar la derrota nos abre un campo nuevo, optimista, para la convivencia, entre nosotros como especie, y también entre humanos y el resto de la naturaleza.

(1) En el Perú sabemos de “enemigos invisibles”. Durante el período de Conflicto Armado Interno, la agrupación terrorista Sendero Luminoso apostó por camuflarse entre los ciudadanos para que, de ese modo y según ellos, la represión no atacara con fuerza al no saber distinguir entre amigo y enemigo. Por supuesto eso no ocurrió. Las fuerzas del orden atacaron, por muchos años, de manera indiscriminada, aplicando la tierra arrasada. Tiempo después variaron su estrategia hacia el asesinato y desaparición selectiva. Ver Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

(2) “La ciudad apestada, toda ella atravesada de jerarquía, de vigilancia, de inspección, de escritura, la ciudad inmovilizada en el funcionamiento de un poder extensivo que se ejerce de manera distinta sobre todos los cuerpos individuales, es la utopía de la ciudad perfectamente gobernada. La peste (al menos la que se mantiene en estado de previsión), es la prueba en el curso de la cual se puede definir idealmente el ejercicio del poder disciplinario. Para hacer funcionar de acuerdo con la teoría pura los derechos y las leyes, los juristas se imaginaban en el estado de naturaleza; para ver funcionar las disciplinas perfectas, los gobernantes soñaban con el estado de peste” (Vigilar y castigar, Michel Foucalt, FCE).

(3) Es una hipótesis, pero otras consecuencias del lenguaje bélico es la normalización de la represión y la extensión de poderes a las fuerzas del orden, tal como se observa también en muchas partes del mundo, cuando no la desconfianza entre prójimos humanos.

(4) Un nuevo orden político con humanos y no-humanos incluidos está bozquejado en el libro de Latour Down to earth, que reseñé hace no mucho. Debe leerse también la reciente columna de Latour, traducida por Matheus Calderón: “La originalidad de la situación actual, me parece, es que, al permanecer encerrados en casa mientras que afuera solo existe la extensión de los poderes de la policía y las sirenas de las ambulancias, colectivamente jugamos una forma de caricatura de la figura de biopoder que parece haber salido directamente de un curso del filósofo Michel Foucault.”

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roberto bustamante
apuntes desde el encierro

Investigador en temas de cibercultura y literacidad digital. Solo opiniones personales. Más bio en http://www.bustamante.pe