El Impuesto Mental

La verdadera “fuga de cerebros” no ocurre con expatriados. Ocurre en nuestras propias cabezas. 

Santiago Siri
Argentina Potencia

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¿Cuantas conversaciones con amigos, en familia, con el del tercero ‘b’, un tachero o tu peluquero son sobre política? ¿Cuanto tiempo mental perdemos en debatir sobre cual es la mejor forma de sobrevivir en esta jungla financiera? ¿Porque no podemos parar de especular?

Este trillado destino del país nos termina drenando el bocho. No podemos hablar de otra cosa. La política pareciera ser lo único que nos une como sociedad, volviéndonos zombies respecto a todo lo demás. Habla la presidenta y en las redes sociales inmediatamente se refleja esa fiebre que monopoliza a todos. “La culpa es de los empresarios que especulan”, “el gobierno no ofrece incentivos para la inversión”, “apuestan al dólar en lugar de bancar al peso”, “el peso tiene una inflación que desalienta su atesoramiento”, “los subsidios igualan oportunidades para todos”, “los planes sociales son un plan de contingencia no de desarrollo” y así en infinite loop, dibujando retóricas circulares.

Cuando la ventaja de la guita fácil supera a todo incentivo para generar valor real, perdimos. Cuando pedir racionalidad económica se vuelve sinónimo de golpista, perdimos. Cuando se nos fuerza a pensar lo que nos es ajeno, perdimos.

La película El Estudiante de Santiago Mitre aporta a nuestro folklore un relato posible sobre la génesis de esta cosmovisión dominante. A fin de cuentas, El Colegio sigue siendo nuestra cantera de burócratas y la universidad pública opaca a sus logros científicos con sus pujas permanentes. Viendo el film, cualquier extranjero imaginaría encontrarse con los periplos de un científico, investigador o alumno que busca conocimiento. Pero lejos de eso, se resignifica al estudiante para retratar a aquél que sólo busca poder.

Trailer de El Estudiante.

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