El desigual toque de queda

Leo Soto
Arreglando el mundo
6 min readOct 28, 2019

En Chile a todos (me incluyo) nos falta conectar con la realidad de otros.

Estamos atrapados en burbujas de gente parecida. Los “otros”, fuera de la burbuja son las tribus ajenas, que cuando se equivocan es claramente con mala intención. Enemigas, incluso. Los “nuestros” son las tribus amigas, que cuando nos equivocamos son siempre errores entendibles.

Te quiero compartir a lo que yo viví la semana pasada en que por circunstancias de la vida me tocó estar en diversos sectores socioeconómicos y geográficos de Santiago.

No es lo que me contaron. Es lo que viví.

El toque en mi casa

Justo después de que se decretó el toque, se puso algo movido el barrio (Pedro Fontova, Huechuraba). Caceroleos y una marcha espontánea. En mi comunidad el conserje que estaba terminó haciendo doble turno. Un vecino fue mucho mas rápido que nosotros en llevarle comida y apañarlo.

Se escucharon ruidos muy aislados en la noche. Parece que saquearon el super que está cruzando Vespucio (justo en el límite con Conchalí) y le quisieron prender fuego. Los otros supermercados mas cercanos se salvaron.

El Domingo (segundo día), la cosa escaló. Tipo 18:00 un amigo me avisa que no entre en auto por Pedro Fontova porque le llegaron piedrazos y tuvo que darse una vuelta larga por otro lado. Llegué a Pedro Fontova a las 18:50 (a las 19:00 se adelantó el toque ese día). Me salvé, no me tocaron piedrazos. Quedaba una protesta y habían muchos militares. Doblé a la izquierda a la primera oportunidad y en pocos minutos estaba en casa. En ese último kilómetro de trayecto, todo tranquilo. Mamás con niños pequeños de la mano caminando. Un joven trotando.

En la media noche del Lunes para Martes estaba haciendo el turno de guardia en la comunidad. Había miedo por los audios de Whatsapp y la posibilidad de que gente fuera a saquear los súper del sector que hasta ahora se salvaban. El día anterior me había excusado de hacer guardia, ahora tocaba aperrar.

Todo estuvo tranquilo. Las guardias sirvieron más para tener conversas más largas con los vecinos que para otra cosa. Para los otros días me anoté en el turno de las 5:00 a las las 6:00. Siempre nos “acompañaba” un helicóptero que sobrevolaba el sector.

Al par de días un supermercado abrió. En realidad abrió antes pero las filas eran horribles y ni lo intenté. Pero a mitad de semana la única incomodidad era tener que estacionar en la calle, pues solo permitían entrar a pie. Había resguardo policial por si acaso. No tuve problemas para sacar efectivo ni para cargar bencina (evité los días de locura con largas filas).

El Viernes ya no hice guardia. El Sábado abrió otro super. O quizás siempre estuvo abierto. Fuera de la preocupación, todo bastante normal.

El toque en el Sur de Santiago

El Domingo en la mañana, después del primer toque de queda mi madre me llama. Me dice que pasó algo en la noche. Un auto en medio del toque de queda le chocó la reja.

Por suerte ella estaba bien (un arbolito amortiguó el impacto antes de que el auto chocara la reja), pero en medio de todo lo que pasaba, su casa estaba expuesta. Partí para su casa, en La Cisterna.

No estaba fácil conseguir maestro. Pero un tipo que iba pasando nos ofreció ayuda, porque justo estaba haciendo un trabajo de construcción cerca. Lo llamé más tarde pero se le complicó el transporte. Lo fui a buscar, a San Bernardo.

Waze me llevó por un camino poco afortunado. En una esquina, ya cerca de la casa del maestro, estaban saqueando una ferretería a mi izquierda y un supermercado mayorista a mi derecha. Gente corría por la calle, autos trataban de avanzar y otros venían contra el tránsito a tomar “pasajeros” con su botín. No había carabineros ni militares. Puro caos.

Llegué a destino. Volvimos a La Cisterna. Los únicos militares que vi en el camino de una comuna a otra estaban cortando el tránsito al lado de…un recinto militar. No encontramos absolutamente nada abierto donde comprar materiales de construcción. Eran las 3 de la tarde y la ferretería del 21 de Gran Avenida (que está al lado de la PDI y pensé que podía estar más segura) estaba cerrada. La estación El Parrón (también al lado de la PDI) a su suerte, sin ninguna protección.

¡Adelantaron el horario del toque!. Quise buscar un salvoconducto para poder ir a dejar yo a los maestros. Protesta en el 25 de Gran Avenida, camino a la comisaría. En una esquina carabineros y militares. En otra caceroleos pacíficos. En otra los vándalos tirano piedras. Los pacíficos increpaban a los vándalos cuando arrancaban para su lado. Por suerte fui a pie. Por mala suerte los vándalos atacaron justo cuando crucé y me tocó caminar rápido para huir de la lluvia de piedras. No corro, porque da susto hacerlo con tanto militar apuntando con armas largas.

Carabineros estaba sobrepasado con lo de salvoconductos (e igual me lo negaron cuando tocó finalmente mi turno, sugiriéndome “que se apuren los maestros no más”). Llamo a los maestros para que se vayan con tiempo aunque quede la reja abierta, porque no los alcanzo a ir a dejar. Hay una horrible columna de humo a un par de kilómetros, algo se quema, ojalá no sean viviendas. En el 25 de Gran Avenida “los pacíficos” ya no lo son tanto: ahora están puteando a los militares y carabineros, por lo visto las lacrimógenas terminaron en esa esquina y no donde los vándalos, que se mueven más rápido.

La lluvia de piedras es mas caótica — no queda otra que cruzarla igual para llegar rápido a casa de mi madre y llevarla por esa noche a mi casa. La de ella no me parece segura con esa reja abierta. El toque de queda no la protege, ¡al contrario! Además un amigo me llama que en Pedro Fontova le tiraron piedrazos a su auto y que entre por otro lado. Mejor tener a la familia junta en medio de tanto caos.

Camino a mi casa me convenzo que fue buena idea llevarla. La policía y los militares no se ven por ningún otro lado de la comuna (tuve que “conejear” un laaaargo trecho para evitar barricadas).

Con el toque de queda allí las calles son tierra de nadie.

Día siguiente es un alivio ver que la casa de mi madre está ok. La puerta sobrepuesta sigue donde mismo. Voy por el maestro a su casa. Tiene cara de cansado. Yo me excusé en mi comunidad de hacer guardia (estaba agotado), pero él tuvo que hacer hartas horas de ronda. Vive no tan lejos de una villa de carabineros, hay antecedentes de vándalos que atacan allí como represalia. La municipalidad colaboró con barreras plásticas para dificultar el movimiento de vehículos. Es el apoyo que tuvieron.

Y en San Bernardo prácticamente no queda supermercado sin saquear.

Al menos ese día encontramos una ferretería abierta y compramos materiales de construcción. Al día siguiente estuvo arreglada la reja. Mi madre mas tranquila. Yo no tanto.

Mi barrio se sentía agitado, pero comparado con esa otra realidad, la verdad la teníamos fácil. Empecé a usar el buscador de twitter con nombres de poblaciones o sectores varios de Santiago a ver cómo era la cosa en otras realidades. Videos y fotos, para juzgar uno mismo.

Vi una muestra la peor parte. Los disparos, la violencia cruda y la tragedia que puedes encontrar si buscas en Twitter como fue el toque de queda y la acción de la policía/militares para muchos otros. Y dónde he dicho “toque de queda” en realidad debí decir todo el estado de excepción y militarización.

En mi barrio nos pusieron un poco nerviosos y nos asustamos.

A mi vieja y al maestro los dejaron desprotegidos.

Pero a muchos otros, que no conozco, los acosaron. Los balearon. Los mataron.

Otra desigualdad más a nuestra larga y triste lista.

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