Una economía de la pérdida
Un comentario a la vida misma
Todos perdemos dinero, todo el tiempo. Es inevitable. La economía es un juego de suma cero, esto significa que para que alguien gane otra persona debe perder. Esto, para muchos filósofos y liberales, se lee como un orden natural ya existente en la Naturaleza. Los fuertes se alimentan de los débiles; solo lo más aptos sobreviven. Jordan Peterson y algunos más creen en ello, son una especie de predicadores del estoicismo y la virtud de la buena vida, sea lo que sea esto. Algunos otros, más contestatarios, llenan las redes de comentarios contra esta forma de pensar. Suelen hacer un llamado al humanismo y a las lecciones de Marx.
Sin embargo, uno y otro, en el devenir de la vida está cautivo de esta inevitable pérdida. Todo lo perdemos, el tiempo, lo primero. No por hacer nada, de forma categórica lo perdemos, vivimos un instante eterno en el que el pasado y el futuro solo es una abstracción. Perdemos amigos, familiares y amores. Perder es una de las acciones que más realizamos a lo largo de la vida hasta antes de, por supuesto, perderla. ¿qué hay después de allí? Nadie lo sabe, pero apuesto a que allí también habrá algo que perderemos.
Además de todo esto, debemos acordar que nuestra realidad parece ser un combustible inagotable para el absurdo. Nada tiene lógica ni sentido común, por lo que el hecho de la pérdida adquiere incluso más significado. Pues no hay manera lógica de entender cómo es que perdemos aquello que estaba en nuestras manos. Es inentendible. Esto es igual para todos, en mayor o menor medida, pero lo es. No importa en tal caso la ideología, frente a la realidad no hay bastión que pueda protegernos. Perdemos, no importa el lugar desde el cual queramos levantar la voz.
Hace años leí un libro sobre trading, un bestseller, en extremo bello. Un libro que aparte de enseñar y recoger las maneras de hacer trading intradía, es un libro de enseñanza para el control de las emociones. Una de las curiosidades que cuenta Mark Douglas en “Trading en la zona”, ve del sentido de la pérdida. Siguiendo el ejemplo de los doce pasos, en el cual todo alcohólico, así tenga años sin beber, se sabe como alcohólico. No se cura, más bien vive un día a la vez con aquella verdad para no dejar ganar al instinto de la adicción. Pues bien, dice Douglas, todos somos perdedores, y lo vamos a ser para siempre, pero se vive un día a la vez, fallando cada vez menos.
No olvidar nuestra realidad como perdedores es crucial, conviene no dejar pasar esta idea, un buen día no es más que eso, un buen día, y esto lo es también para los malos. Una racha de malos días quizá deba dar una señal para detenerse y revisar las acciones que estoy llevando a cabo. Un racha de días buenos tampoco significa un periodo de estabilidad, solo el resultado de algunas buenas decisiones, conviene no estar confiado. Porque así como llega un golpe de suerte luego de un periodo de tiempo de flaquezas financieras, llega un golpe que derrumba el castillo levantado en el aire por la abundancia.
Perder esta en nuestra naturaleza, aprender a gestionar las emociones que esto conlleva a lo mejor nos brinde una oportunidad de afrontar la vida de maneras más positivas. La frustración que trae consigo la pérdida es un clavo que suele dejar nuestro corazón suspendido en la pared del vacío. Los NFT, las criptomonedas, el mercado bursátil o un emprendimiento comercial son apuestas que tensan la red sobre la que las sociedades se construyen. Algunos pierden, otros ganas. El mercado baja, pero vuelve a subir. Sube y vuelve a bajar. Estas acciones no deberían crear escándalo o paranoia.
Perderemos, debemos aprender a perder cada día menos, que la perdida sea menos frecuente con el pasar de los años. Este ejercicio es una manera de madurar nuestro pensamiento y llegar a modos de vida mejores, más estables. Conviene tomarse el tiempo para reflexionar, antes o después de un día de trabajo, en el mejor de los caso en ambos momentos. Las noticias, el caos y el absurdo está allá afuera, pero debemos estar preparados para afrontarlo sin perdernos en el intento de alcanzar aquello que llamamos éxito.
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