“Un momento, estoy hablando español… ¡qué diablos!”

La ya clásica escena en la que el personaje de Brendan Fraser en “Bedazzled” (2000) se asombra a sí mismo dominando nuestro idioma -el segundo más hablado en todo el mundo, dicen las buenas lenguas- bien podría ser la voz de Alexa, que quien con tan sólo 6 años de edad y gracias a la combinación de su Inteligencia Artificial con nuestra Curiosidad Natural, ha alcanzado en muy poco tiempo, según este nuevo estudio realizado por Mindgeist, números en constante crecimiento en cuanto a alcance geográfico, desarrollo de complejidad y cantidad y diversidad de skills, o habilidades, hablando en el idioma de Cervantes.

Finalmente luego de años de esperarlas, las tecnologías digitales han logrado poder establecer un lazo con nosotros, los usuarios, de la manera mas natural: mediante la voz.

Desde que nacemos y emitimos nuestro grito primal (no, no hablo de esa forma de psicoterapia creada por Arthur Janov, ni de la genial banda escocesa que tuvo su época dorada en los ’90) al presentarnos al mundo, la voz (y una larga lista de sonidos y onomatopeyas asociados a reacciones, sentimientos y sensaciones) es LA INTERFAZ con la que nuestro sistema operativo cuenta para poder comunicarnos con y entender el mundo que nos rodea.

Y aquí estamos, como niños, o como nosotros mismos allá por 1994 o 1995 cuando accedimos por primera vez a la web: jugando, experimentando, tratando de entender qué se puede hacer, qué no, cómo y por cuánto tiempo.

Instalamos, probamos, nos equivocamos, nos asombramos, nos frustramos, nos olvidamos de aquellas skills que nos nos dieron nada, y algunos, trabajando de este lado del mostrador de la comunicación (medios, agencias, marcas) tratamos de imaginarnos cómo integrar estas novedades a nuestro viejo mundo de audiencias, mercados, segmentaciones, atención dispersada, productos y servicios que necesitan crecer o evolucionar cada trimestre, inversionistas y accionistas que esperan milagros y un puñado empresas tecnológicas que dictan el pulso de la cultura pop.

El desafío que se nos presenta es parecido en algún punto a la oportunidad que en mayor parte desaprovechamos con la web (y luego con los móviles): de qué manera llegar a los usuarios con propuestas de real valor, sin maltratar su nivel intelectual, sin desperdiciar su tiempo y con la plena consciencia de que esta vez no habrá lugar para banners, pop ups, preroll ads y todos los neologismos que nos hemos inventado para no decir la palabra interrumpir. Porque al final de cuentas, si la cosa va de voz y de conversaciones, a nadie le gusta que lo interrumpan, o que le cambien de tema en medio de una charla.

La oportunidad está allí, frente a nuestros… oídos. No la dejemos escapar, y hagamos que la combinación de nuestra facilidad para comunicarnos con la voz y las posibilidades que nos brinda la tecnología nos siga asombrando positivamente.