El Lado Oscuro de la Revolución Digital
La revolución digital llegó con grandes promesas de liberación, pero generó la mayor acumulación de poder que haya conocido la humanidad en su historia…
La revolución digital democratizó el acceso a la computación y las comunicaciones. Analistas de todas las industrias presagiaron el fin de los grandes intermediarios. En la música, por ejemplo, se decía que los músicos podrían liberarse de la tiranía de las discográficas y tener su propio canal de comunicación con la audiencia.
Sin embargo, las promesas no se cumplieron.
En su libro Quién Controla el Futuro, Jaron Lanier desarrolló una investigación para averiguar cuánto hay de verdad y de mentira en que las profecías sobre Internet como un instrumento de democratización en la música. Descubrió que unos pocos artistas aprovecharon el fenómeno para convertirse en fenómenos globales. Pero los ingresos del músico promedio se derrumbaron.
La revolución digital generó una formidable concentración de poder e ingresos. Un mercado donde el ganador se queda con todo y donde la riqueza se acumula en el 1% más rico.
Los Servidores Sirena
La Odisea cuenta la historia del regreso de Ulises a su ciudad después de la guerra de Troya. En su aventura, debe pasar por la isla de las sirenas, seres mitológicos que seducían a los marineros con su canto y se los comían. Para evitar sucumbir al canto mortal, Ulises cubrió con cera los oídos de sus marineros y se ató al mástil.
A fines del siglo XX, Silicon Valley descubrió que no era necesario pagar a la gente por su trabajo. Bastaba con ofrecer a los usuarios servicios “gratuitos” como email, compartir fotos o mensajes de 140 caracteres para tener a millones de personas trabajando sin compensación.
Nos pasamos millones de horas generando contenidos para Facebook y curando una guía de restaurantes para Yelp. Gratis. Por eso, Lanier los compara con las sirenas. Nos seducen con el canto de sus productos. Y nos comen todos nuestros datos que monetizan a través de la publicidad.
La Nueva Intermediación
A fines de la década de 1980, cuando Kodak era líder de la industria fotográfica, empleaba a más de 140.000 personas. Hoy está en quiebra. La contracara fue la compra de Instagram por parte de Facebook en 2012. Zuckerberg pagó 1000 millones de dólares por una empresa de sólo 13 empleados. Los otros 139.987 trabajos están distribuidos entre los millones de usuarios activos de Instagram.
Pero no reciben un pago por su contribución. Su compensación es el acceso a la plataforma. Un trabajo no remunerado reemplaza a uno que sí era remunerado en el pasado. Trabajos que, en general, sostenían a una importante clase media.
Suele decirse que Internet fue una ola de desintermediación. Es cierto que destruyó a viejos intermediarios. Pero los reemplazó por intermediarios más grandes y poderosos.
Facebook y YouTube conectan a personas, empresas y anunciantes. Amazon e eBay conectan compradores con vendedores. Uber conecta pasajeros con autos. Airbnb conecta anfitriones con huéspedes. Todas las conexiones pasan por el intermediario que acumula datos y los monetiza.
Por su intermediación, estas empresas generan enormes masas de valor con pocos empleados. Walmart, con sus 2.3 millones de empleados, tiene un valor de mercado de 250 mil millones de dólares. Amazon tiene 340.000 empleados y vale 480 mil millones. Facebook, con apenas 20 mil personas, vale más de 500 mil millones de dólares. La función de sus trabajadores consiste, básicamente, en mantener los servidores en funcionamiento. Somos los usuarios los que generamos los contenidos. Y es la empresa la que cosecha los beneficios.
La revolución digital dio origen a innumerables beneficios que son conocidos por todos. También tiene, sin embargo, un costado oscuro.