La Casa de Cristal: ¿Existe un Derecho a la Privacidad?

Federico Ast
Astec

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Algunos intelectuales de la era digital, como el profesor de Columbia Eben Moglen, creen que vamos a un mundo de surveillance masivo. En un post anterior, ya expliqué por qué creo que las profecías de un futuro distópico son exageradas.

Me gustaría tratar ahora un punto clave relacionado con el surveillance: la ética de la privacidad.

¿De dónde viene la noción de un derecho a la privacidad? ¿Cuándo nace? Y, sobre todo, ¿tiene futuro?

La casa de cristal, donde todos ven todo, desde adentro y afuera.

En el libro The Zero Marginal Cost Society, Jeremy Rifkin explica que antes del nacimiento del capitalismo y de la sociedad burguesa, la vida se vivía más o menos en público.

La gente se bañaba en público, y orinaba y defecaba en la calle. La actividad sexual no era tan discreta: prostitutas ofrecían sus servicios abiertamente y los hombres discutían sus proezas sexuales con sus hijos.

Sólo con el ascenso de la sociedad burguesa nacen las primeras nociones sobre una escisión entre la esfera pública y la privada.

En las ciudades del Renacimiento, la desnudez pública empieza a ser considerada de mal gusto. En las casas burguesas, los hijos ya no duermen con sus padres, sino en habitaciones separadas. Así es como la noción de privacidad empieza a convertirse en un derecho.

En la serie Roma, los personajes tenían sexo en público con absoluta normalidad.

La sociedad interconectada de la red atravesó los muros del hogar burgués. Eben Moglen advierte sobre los riesgos que los dispositivos de control como microcámaras, software de reconocimiento facial, big data, móviles con geolocalización imponen sobre nuestra privacidad.

¿Es tan mala la falta de privacidad?

En el siglo XVIII, Jeremy Bentham defendió una noción de lo que hoy se conoce como transparencia radical. Escribió: “Mientras más estrictamente seamos vigilados, mejor nos comportamos”.

Bentham diseñó el Panóptico, un tipo de estructura que se popularizó en muchas prisiones, donde un guardia puede observar y controlar a todos los prisioneros, sin ser visto él mismo. Foucault luego extendió el concepto a las sociedades.

Stallone, recibiendo una multa por violar el codigo moral de la utopica ciudad de San Angeles, donde el comportamiento de los ciudadanos es continuamente monitoreado.

Surveillance, sousveillance y equiveillance

Es imposible detener la rueda del progreso. Las cámaras serán cada vez más pequeñas, los móviles más ubicuos y los algoritmos de big data, más potentes. No hay nada que podamos hacer al respecto. Cada vez habrá más dispositivos de control y una mayor amenaza sobre nuestra privacidad.

Hay distintas formas de enfrentarlo.

En su clásico libro The Transparent Society, David Brin desarrolla el concepto de sousveillance, por oposición a surveillance. La surveillance es la vigilancia del gobierno sobre los ciudadanos, desde arriba hacia abajo, ver sin ser visto, como el panóptico y Big Brother.

Pero el abaratamiento de la tecnología móvil democratiza el acceso a los dispositivos de control. Esto permite que los ciudadanos ejerzan vigilancia desde abajo sobre el gobierno. Un caso muy claro es el control sobre la brutalidad policial.

Cuando el poder de vigilancia de los ciudadanos iguala al del gobierno, se dice que hay una situación de equiveillance. En este equilibrio, el gobierno sabe que sus abusos serán detectados y posiblemente castigados.

Esto hace que los escenarios apocalípticos tipo Big Brother probablemente sean temores infundados, extrapolación de miedos de la sociedad industrial a las nuevas tecnologías.

También es cierto que la gente comienza a adoptar un enfoque diferente sobre la privacidad y el control. Los jóvenes (y no tanto) se sacan selfies todo el tiempo y las comparten con cualquiera. No les importa que con cada foto estar entrenando un software de reconocimiento facial que podría ser utilizado por la NSA.

¿A quién le importa? Vamos a un mundo abierto.

Chris Anderson, el histórico editor de Wired, defendía un concepto de transparencia radical. En los medios, esto significa abrir las redacciones por completo al público, mostrando cómo funciona todo el proceso de creación de contenidos.

La transparencia radical también llega a las empresas. La startup Buffer publica un informe mensual de crecimiento de su base de usuarios, ingresos y disponibilidad de efectivo. También divulga cuánto ganan sus empleados y los métodos que usan para determinar la compensación de cada uno.

En definitiva, no sé si volveremos a tener sexo en la vía pública. Aunque sí es claro que nuestro comportamiento es más fácil de rastrear, controlar y divulgar. A medida que nos acercamos a una vida en casas de cristal, menos parece importar a los jóvenes la ética de la privacidad. Es una generación abierta, que parece estar redefiniendo los límites entre los aceptado y lo vergonzoso, entre lo público y lo privado.

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Federico Ast
Astec
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Ph.D. Blockchain & Legaltech Entrepreneur. Singularity University Alumnus. Founder at Kleros. Building the Future of Law. @federicoast / federicoast.com