La Súper Liga Americana, imaginando el fútbol en el 2030
A comienzos de 2016, los presidentes de River, Boca, Racing, Independiente y San Lorenzo convocan a una conferencia de prensa en un hotel porteño. El presidente de River anuncia: “Hartos de la corrupción y de los manejos turbios, hemos resuelto retirarnos de la Asociación del Fútbol Argentino. Crearemos nuestra propia asociación: la Federación Argentina de Fútbol (FAF)”.
Los periodistas se miran azorados. Sabían del descontento de los clubes grandes con la AFA y la distribución de los ingresos por derechos televisivos. Pero nadie imaginó que llegarían a una ruptura. “Es sólo una maniobra para negociar”, declaró el presidente de la AFA. “Pero no cederemos a chantajes”. Los clubes, sin embargo, no dan el brazo a torcer y el campeonato local comienza sin los cinco equipos que concentran el 80% de los seguidores.
A las pocas fechas, queda claro que el público no está interesado en el torneo. Los partidos se juegan en estadios semivacíos y los ratings televisivos caen a un piso histórico. El Gobierno intenta una mediación, que es rechazada por los clubes grandes.
Algunos meses después, Nacional y Peñarol de Montevideo anuncian su retiro de la Asociación Uruguaya de Fútbol y su afiliación a la FAF. A los 15 días, los paraguayos Olimpia y Cerro Porteño toman la misma decisión. Con representantes de tres países, la FAF cambia su nombre por Federación de Fútbol del Sur (FFS). El torneo de la FFS congrega a los nueve equipos más populares de la Argentina, Uruguay y Paraguay. Los partidos se juegan a cancha llena. Peñarol sale campeón.
La FFS firma un acuerdo con YouTube Sports para la televisación de los partidos por streaming. Los clientes pagan una suma fija y pueden ver todos los partidos. Los recursos se distribuyen entre los clubes, en función de la cantidad de público de cada uno. El acuerdo es una bocanada de oxígeno. Los recursos generados por la TV ya no se utilizan para financiar clubes pequeños deficitarios, lo que genera disponibilidades de caja para los grandes. Los usan para reclutar jugadores. Algunos repatrian cracks de Europa.
No es sencillo. La FIFA anunció que los jugadores que participen de la liga de la FFS podrían ser sancionados de por vida.
La Universidad Católica, la Universidad de Chile y Colo-Colo se unen a la FFS. También Alianza de Lima, Universitario y Sporting Cristal de Perú. Un tiempo después, también los más populares de Colombia.
El presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol declara: “Tras fracasar las gestiones por ayuda del Gobierno, la Asociación Uruguaya de Fútbol no tiene más alternativa que volver al amateurismo”. Algunos clubes uruguayos pequeños buscan unirse a la FFS, pero son rechazados.
“La FFS se reserva el derecho de admitir los equipos que considere contribuyen a elevar la calidad deportiva y económica de la Liga”, es la respuesta oficial.
Clubes pequeños de la Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay empiezan a cerrar y dejan libres a sus jugadores. Muchos otros se vuelven amateurs. En cada país, hay fuertes debates sobre el rol que debe asumir el Gobierno.
“Hay que asistir a los clubes”, dicen algunos. “Constituyen un patrimonio cultural invalorable para la sociedad”.
“No debemos detener este proceso de cambio industrial”, sostiene la posición contraria. “El sistema de clubes, asociaciones nacionales y torneos locales está obsoleto. Es una reliquia de un tiempo en que, para ver fútbol, había que ir a la cancha del barrio. La misma reestructuración que afectó a las industrias de los medios y de la música está llegando al fútbol”.
En general, los gobiernos no intervienen. Muchos clubes desaparecen y otros se unen a ligas regionales semiprofesionales. En Chile, algunos millonarios compran equipos. En Argentina, el Ente de Reorganización del Fútbol brinda asistencia financiera a los clubes en problemas. Si bien el programa tiene una duración inicial de dos años, finalmente se extiende por tiempo indefinido.
El fútbol brasileño vive su propio proceso de reconversión, aunque dentro del marco de la Confederación Brasileña de Fútbol. El ganador del torneo brasileño juega contra el campeón de la FFS por el título de Súper Campeón de Sudamérica. La Copa Libertadores deja de disputarse, ante la falta de interés del público y de los sponsors. La FIFA levanta la amenaza de suspender a los futbolistas que jueguen en la FFS.
Con los 20 equipos de mayor convocatoria de la América Hispana, desde Argentina a México, queda estructurada la Súper Liga Americana, un torneo largo de 38 fechas. Colo-Colo sacude el mercado de pases con la incorporación de Alexis Sánchez. Gonzalo Higuaín firma con River. Boca recluta a Mourinho. Los jóvenes talentos ya no son transferidos rápidamente a Europa. Un estudio encuentra que el salario promedio de un jugador de la Liga Americana es sólo un 20% inferior a las ligas europeas. Y la brecha se sigue cerrando.
Ante el interés de nuevos clubes por participar de la FFS, se crea la Liga B, con equipos de importancia regional como Newell’s, Rosario Central, Cobreloa, Libertad y Cienciano, entre otros. Los tres primeros de la Liga B ascienden a la A. La Confederación Sudamericana de Fútbol, ya sólo una cáscara vacía, se disuelve. El golpe mortal se lo da la decisión de tres franquicias de los Estados Unidos de incorporarse en la Súper Liga Americana: los Tiburones de Miami, los Terremotos de Los Ángeles y los Coyotes de Nuevo México.
Finalmente, la FIFA admite a la FFS como la nueva federación regional que representa a la América Hispana. Declara: “La asociación que organice la liga es una cuestión menor. Lo importante es que el balón nunca deje de rodar”.
Pero la transformación recién comienza. Ahora se presenta el desafío de estructurar las ligas europeas, americanas, africanas y asiáticas en una Súper Liga Mundial de fútbol. ¿Cuál es el formato correcto? ¿Tiene sentido mantener ligas por países? ¿Mundial de clubes?
Esta historia continuará…