Vaguada
Conocí a Karla Martínez en la presentación de su primer poemario: es decir, conocí a Karla Martínez gracias a que escribió un poemario. Desde este momento les digo que, por motivos de afecto, me permitiré llamar Karli a Karla, porque así ha sido en mi vida desde ese día de su presentación: hace más de dos años, en la biblioteca de la universidad.
En ese entonces la biblioteca proporcionó un espacio abierto a la comunidad para hablar de libros que nos cambiaron la vida. Yo llevé la novela Nada, de Janne Teller, y Karli metió Las heridas son de quien las reconstruye porque, aunque llevaba tiempo publicado, no había tenido la oportunidad de presentarlo. Ambas fuimos las primeras en llegar al lugar. Ella estaba nerviosa. Me platicó lo que iba a hacer y pensé “qué ingeniosa, se armó una presentación gratuita”; luego me empezó a hacer preguntas sobre qué podría decir, “pues si tú lo escribiste y yo no lo he leído, ¿qué quieres que te diga?” pensé (solo lo pensé), pero me puse profesional: le pregunté ¿por qué lo escribiste? ¿Cómo fue el proceso? ¿Cuál es tu poema favorito? ¿Te gusta alguno en especial que quieras compartir? Karli se puso güiri güiri, y yo “pues anda, di eso”.
Por supuesto la presentación fue un éxito. Ahora escribo el prólogo y soy una pequeña parte de la gestión de este nuevo proyecto suyo, Vaguada.
Casi de inmediato me di cuenta que ella y su obra no son lo que esperarías de un poeta y su poemario: y esto lo digo completamente como un halago. Podía escuchar y ver el cariño que tenía (tiene) por ese primer libro, un cariño que puede ser comprendido por todas y todos aquellos que se han autopublicado o tiene proyectos autogestivos; sin ser del todo consciente, comencé a admirarla, y mi afecto no solo recae en nuestra amistad, sino en el hecho de haber encontrado a una mujer que saca adelante su labor artística en una ciudad que, equivocadamente, hemos asumido es terreno árido para la creatividad.
Para quienes se están aquí después de Las heridas son de quien las reconstruye, Vaguada implica evolución y acompañamiento, sin perder la pasión y vigor que sigue la tradición de Karla Martínez; para quienes llegan, les damos una bienvenida al estilo de esta obra: es decir, una bienvenida cálida, caótica, turbulenta, intensa, rápida y arrolladora. Y con todo eso, ante tus ojos te encuentras un poemario hecho con cariño, cuidado y aprendizaje.
Marissa Vargas Sánchez
