El Turno de la Política Científica:

Marciano Martín
Aún no somos robots
12 min readOct 3, 2017

Historia y futuro sobre la politica de investigación en Chile.

Roberto Matta, The Vertigo of Eros, 1944

Esta semana nos encontramos con una nueva “Semana de la Ciencia” que el programa EXPLORA-CONICYT convoca desde hace más de 20 años, y donde sus pares regionales, construyen didácticas y llamativas actividades. Sin duda, el tema anual de los océanos es de prominente importancia y vigencia, pero incluso se podría decir que es tardío, luego de que Chile fuera anfitrión de la Conferencia internacional de los océanos, realizada en Valparaíso durante 2015.

Es esperable que en el actual escenario electoral nos olvidemos de lo que ocurre durante una semana: investigadores de todo Chile participan en ferias y visitan colegios, se abren universidades y se maximizan las actividades de comunicación de la ciencia a los ciudadanos. Todo este despliegue puede quedar perdido entre la publicidad de facebook y los constantes descubrimientos de boletas éticamente dudosas en las campañas de algunos candidatos parlamentarios y presidenciales. Pero la ciencia (tambien) es politica y este 2017 ha sido un gran año para la ciencia chilena, pues se cumplen 10 años desde un evento de una escala reducida con las manifestaciones del 2011, pero que es crucial en la historia científica nacional: Morin 2007.

En este documento quiero hacer un repaso de la historia y relación entre ciencia y política en Chile, con un foco en los últimos 10 años, los cuales marcan un cambio de rumbo respecto a la participación de los investigadores en la vida pública y a las prioridades institucionales entre ciencia y política, pero ¿Constituye esto una política científica en Chile? ¿Qué nos falta como país para continuar esta transformación?

Los científicos e investigadores de Chile desde la Dictadura comenzaron a tomar distancia de la ciudadanía. Las universidades eran espacios de libertad ante una terrible represión, física e intelectual. El recientemente inaugurado memorial en la Plaza de los libros, nos recuerda que había ideas que en Chile no se podían compartir. Esta actitud fue acentuada con los estímulos a la investigación individual que el importante programa Fondecyt generó desde 1982. Seria injustificable no reconocer que este instrumento de política ha sido el mayor apoyo económico para entender la naturaleza y la cultura para investigadores en Chile, pero no es posible ignorar que respondía a un paradigma centrado en la curiosidad y competencias individuales, lo que fomento a los investigadores a seguir observando sus cuadernos de campo y sus experimentos.

El recientemente inaugurado memorial en la Plaza de los libros, nos recuerda que había ideas que en Chile no se podían compartir.

Lo cierto, aun en ese escenario algunos investigadores alzaron la voz sobre la censura, la violencia, las violaciones de los derechos humanos y el exilio, publicando cartas en revistas científicas internacionales como Science y Nature, y vociferando en cada conferencia internacional que pudieron. Algunos de ellos nunca más retornaron, pero también se puede reconocer en esta lista varios nombres de los investigadores más respetados en la actualidad como Francisco Brieva, Cecilia Hidalgo, Rosa Deves, por nombrar algunos. Muchos de ellos influyentes personajes en el actual escenario académico nacional y quienes han contribuido a la reconstrucción de las Universidades post-dictadura y al mejoramiento de instituciones de investigación (las que son en su mayoría, instituciones dependientes o vinculadas a las universidades).

Durante los años 90 Chile vivió una década de ciencia normal, en la cual el diseño de políticas y programas recayó en la gestión de CONICYT. En 1995 fue creado el programa Explora, para acercar la ciencia y la tecnología especialmente a los más pequeños. Durante el gobierno de Ricardo Lagos, la aparición del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC, ahora CNID, por que la competitividad paso a ser desarrollo) incorporó nuevas dimensiones a un ya fragmentado escenario institucional. Durante este periodo, muchos de los actuales premios nacionales tuvieron el auge de sus carreras, establecieron programas de investigación avanzada en Chile y construyeron redes académicas que fortalecieron la vocación del científico en Chile, centrándola en la generación de conocimiento, más que en la generación de valor social.

Volviendo ya a 2007, una crisis institucional ocurrió en Conicyt, lo que motivo a los ‘Beneficiarios” — como habitualmente denomina Conicyt a su comunidad — se levantaron contra los cambios reglamentarios y económicos que se proponían en ese momento. Conicyt, quien en sus 50 años nunca ha destacado por su capacidad de su gestión política, debió rediscutir las modificaciones y empujar mecanismos de control de gestión que hasta ese entonces no había sido prioridad. En ese momento el nombre de Jorge Babul superó el espacio de la Bioquímica y se levantó como una especie de guia para las nuevas generaciones que se convocaron en ese lugar. Podemos decir que su figura ha inspirado lo que Podemos denominar hoy “Frente por el Conocimiento” (Aunque el nombre sea de abril de 2017).

Durante los últimos 10 años han habido consecutivos cambios culturales sobre la relación de los chilenos con la investigación, por una parte por el esfuerzo de muchos sectores del estado de hacerse cargo de lo que la académica Soledad Quiroz denomina “el pilar ignorado en el desarrollo” y por otra, por un recambio generacional de la academia, que fuertemente estimulado por los programas de doctorado nacional e internacional (este último denominado Becas Chile) empezó a vivir en una realidad donde la diversidad y tradición de la investigación post-dictadura dieron espacio para buscar más que la subsistencia de su producción académica, y a exigir un “Nuevo trato” con la Ciencia.

Esta nueva generación se cristaliza en fundaciones c (como Ciencia Joven, Kodea, Ciencia Ciudadana, entre otras) y organizaciones civiles (ANIP, Ciencia con contrato, RECH y la mediática +Ciencia para Chile). Estas organizaciones han influido fuertemente en la constitución de mejoras en los actuales programas que maneja Conicyt, Corfo y CNID vinculados a la investigación. No es trivial que estos grupos se hayan institucionalizado en los recientes 5–8 anos. Aun así, hay enormes desafíos pendientes en las condiciones laborales de la investigacion. Un ejemplo son los programas de apoyo a la formacion de doctores, el cual a pesar de sus mejoras en mayo pasado, mantiene deficiencias de las implicancias sociales y economicas de este programa. Este no tiene como hacerse cargo de que esta triplicando la población de investigadores con doctorado en el pais, sin que haya comprension del campo laboral, las necesidades de las regiones o disciplinas o los espacios emergentes, su insercion es una gran incertidumbre para lo que los mas capitalistas denominas ‘el mayor subsidio que el Estado entrega a una persona en Chile’. Es necesario investigar porque el Estado constituyo este y otros programas que forman el sistema nacional de innovacion, de una perspectiva histórica, política, economica y social, para comprender mejor que hemos estado haciendo en gestión del conocimiento sin quedarnos en los diagnosticos estabilizados en la última década y en los indicadores macroeconomicos y bibliometricos que organismos como la OCDE o Scimago entregan anualmente, reduciendo una discusion sociopolitica a sus numeros. Esta paradoja del “superávit” de doctores será uno de los principales problemas a enfrentar por las agencias del Estado en los próximos cinco años en cuanto a politica cientifica. Una opción, que ha planteado el Exdirector de Innovación de MINECON Andres Zahler, es la incorporación intensiva de investigadores a diversos organismos del estado, los cuales urgen de trabajo de investigación profesional y a largo plazo.

Pero este nuevo trato no es solo anhelo de las organizaciones no-disciplinares. Cientos de investigadores han realizado intensivamente discusiones de pasillo, encuentros regionales, congresos, coloquios, mesas de trabajo interinstitucionales en los últimos 10 años que van en la misma linea. No hay que olvidar que hay una superposición entre los universitarios y los investigadores en nuestro Sistema nacional, en donde el 80% de la investigación nacional ocurre en estos ambientes. Es por ello consecuente, que la capacidad de dialogo permanente permee en la construcción de los sistemas de gobernanza del conocimiento, tanto como lo han hecho en la construcción de un nuevo paradigma educacional. En ello hay que superar barreras institucionales autoimpuestas para expandir el dialogo de los valores de lo público y la excelencia, reconociendo el rol que cada actor cumple en el sistema para alcanzarlos. En este ambiente se han generado discusiones sobre la pertinencia de la investigación nacional, la necesidad de paridad de género en la academia, la urgencia de fortalecer la infraestructura fuera de Santiago, la necesidad del acceso abierto a publicaciones y datos, entre otras agendas, que intentan disminuir el elitismo de las profesiones académicas y acercar la investigación nacional a sus vecinos, amigos y otros ciudadanos. Una nueva clase de científico que no solo le importa publicar, sino que también le importa que su trabajo sea valorado fuera de su trabajo.

Es necesario investigar porque el Estado constituyo este y otros programas que forman el sistema nacional de innovacion, de una perspectiva histórica, política, economica y social, para comprender mejor que hemos estado haciendo en gestión del conocimiento

En este aspecto, la profesionalización de la comunicación de la ciencia, con el re despertar en 2012 de ACHIPEC (Asociación Chilena de Periodistas Científicos, que desde 2016 acepta también no-periodistas), la surgimiento de programas académicos como “La comunicación tiene su ciencia” y el renombrado centro de Comunicación de la Ciencia de la UNAB (Fundado por Andres Gomberoff, ahora en UAI, y dirigido por el autor de best-seller Gabriel León) hablan de una nueva cultura del conocimiento nacional. Por su parte, la creación en el Senado de la Comisión del Futuro en 2010, y su multitudinario evento de presentaciones “Congreso Futuro” parecen ser un camino de contacto entre el congreso y los investigadores, que probablemente desde la presencia del Senador Eduardo Cruz-Coke, no había tomado en serio a la ciencia nacional. Todo esto son triunfos de ciudadanos-investigadores que comenzaron a romper entre política, ciencia y ciudadanía. Una verdadera Política de la Ciencia.

Este año han ocurrido tres hechos históricos para la Política de la Ciencia Nacional. Primero, la cristalización de una convocatoria interregional bajo la global “Marcha por la Ciencia”, que en Chile fue particularmente oportuna para la discusión nacional de ministerio. La segunda, es la aprobación en el Senado del primer trámite de una proyecto de ministerio. Esta institucionalidad, con todas las desventajas que pueda tener, es considerada por la comunidad de investigadores un paso clave para amalgamar este proceso de convergencia entre conocimiento y gobierno. Finalmente, el debate presidencial convocado por diversos actores. A pesar del insuficiente desempeño de los todos candidatos que participaron, y el constante reduccionismo a los aspectos económicos, fue la primera vez que se abre la conversación a temas de ciencia y tecnología con quienes aspiran a liderar Chile.

Aun así, todos estos procesos de los últimos 10 años solo muestran una perspectiva particular de la construcción cultural sobre ciencia y política. Aún en todos estos eventos, hay enormes discrepancias, que se pueden observar en las cartas y columnas que se han escrito en los últimos años. Particularmente, El Mostrador ha resultado ser un espacio de debate para esta discusión colectiva, pero que sigue siendo mayormente dominada por investigadores. Una gran deuda en estas discusiones es la conexión de esta transformación del Sistema del conocimiento con las reformas, explicitas e implícitas, del Sistema educacional chileno. Mientras la investigación chilena se intensifica y abre a nuevas áreas, la discusión sobre educación se ha ensombrecido, relegando el rol de la evidencia a un lugar secundario. En ese sentido, la hegemonía de Jose Joaquín Brunner y otros intelectuales de Think Tank no resulta contrastada, exceptuando en ocasiones por especialistas como Iván Salinas, entre otros a raíz de la discusión del SIMCE y otras discusiones de politica educativa. Quizás, en esas mismas líneas, debemos empezar a buscar más conexiones entre investigación, educación y ciudadanía.

A pesar de tener hermosos gráficos y visualizaciones, es muy difícil comprender como este Sistema institucional, presente y futuro, orientará la capacidad de investigación universitaria y no-universitaria, y más aún, si es necesario hacerlo

Ahora bien, todos estos procesos ilustran lo que podemos denominar política sobre la ciencia, pero no una política científica, pues en verdad nadie entiende bien, en un pais con una institucionalidad fragmentada, que se investiga o porque se investiga en Chile. Otros paises tambien tienen problemas similares, pero no tienen el nivel de productividad academica o el producto interno bruto per capita que solemos argumentar para defender nuestro desarrollo actual. A pesar de tener hermosos gráficos y visualizaciones, es muy difícil comprender como este Sistema institucional, presente y futuro, orientará la capacidad de investigación universitaria y no-universitaria, y más aún, si es necesario hacerlo. Aquí, podemos observar lo que el académico Daniel Sarewitz (CSPO, ASU) ha descrito como una política que refuerza la ciencia normal. Es decir, nuestro sistema científico, a pesar de su apertura, profesionalización y calidad, continúa replicando lo que cualquier otro centro de investigación del mundo puede hacer, y en varios casos, con más recursos.

¿Qué requiere la ciencia chilena para esta nueva etapa? Creo que el paso de una política de los científicos a una política científica se encuentra en la incorporación de los ciudadanos como participantes activos de la construcción y financiamiento del conocimiento. En este caso particular, no abogo por la apertura de más revistas de acceso abierto, el incremento de programas de ciencia ciudadana o la construcción de más eventos de comunicación de la ciencia. Considerando que todos estos serán pasos necesarios e inevitables de la elevación de nuestra cultura nacional y regional, quiero abogar por innovar en la estrategia de financiamiento de proyectos. Considerando que Chile presenta cerca de 30 instrumentos de financiamiento, individual o cooperativo, para la investigación, ninguno de ellos asume que los ciudadanos no-expertos (es decir, todos los que no trabajan en un particular tema) pueden también decidir cómo se invierten a largo plazo sus impuestos.

Experiencias como el nuevo centro de Neurociencia en Valparaíso, el polo de innovación de Concepción o el futuro Centro Internacional Antártico de Punta Arenas, marcan un ejemplo en la construcción de una política regional de fomento al conocimiento. El rol de los Cores ha estado presente, aunque probablemente más asociado a sus propias alianzas políticas o personales, más que al entendimiento de los procesos que se esperan lograr en cada una de estas zonas. Entonces, ¿por qué no empoderar a los ciudadanos de las regiones a través de referéndums a decidir sus grandes temas de investigación y desarrollo? Experimentar con un instrumento, de carácter quinquenal, que sea decidido por los ciudadanos en última instancia podría acercar aún más la ciencia. Tal como vemos en estos meses cientos de candidatos hacienda campana, Podemos ver en esta semana miles de investigadores abogando por su trabajo. Una opción es, al igual que otras candidaturas, el cumplimiento de criterios formales (validados por bases legales y tomadores de decisiones) y de calidad (en la centenaria revisión por pares) podría asegurar votaciones con opciones balanceadas y diversas y fomentar la construcción de centro con recursos del fisco y no solo de las arcas regionales.

Por otra parte, la focalización y escala de proyectos de esta magnitud, ofrecería a los investigadores nacionales la oportunidad de coordinar esfuerzos y estrategias para constituir este nuevo trato, aliándose con comunicadores, universidades regionales y centros productivos, construyendo, con la larga experiencia que Chile ha acumulado en investigación, relatos en que puedan convivir las mal llamadas ciencias básicas y aplicadas, en equipos multidisciplinares y con redes nacionales e internacionales.

Este ejemplo, es uno de muchos que podríamos imaginar para transformar nuestra forma de entender relación entre ciencia y territorio, conocimiento y ciudadanía. Pero también, es una posibilidad para comenzar a dejar de hablar de lo que quieren los científicos del estado (la política de la ciencia) y empezar a mirar lo que los ciudadanos esperan de la ciencia (o la política científica). Superar la discusión sobre institucionalidad y financiamiento se han visto como un imperativo para esta transición, pero es cierto que, hasta el momento, luego de una década de fructíferas conversaciones, ese espacio resulta ser un conjunto de expectativas y sueños, más que de propuestas y planes. Pero, la historia de la política científica muestra que las naciones se transforman con el tiempo. Algunas aprenden, como en el caso de Corea del Sur, otras retroceden, como los vecinos de Argentina, quien con el mismo ministro han cambiado de política científica a medida que cambia la presidencia.

En definitiva, este viaje propuesto no es solo una oportunidad de dar cuenta de logros de una decada, si no que para resaltar desafíos del emergente campo de la política científica en Chile. Esta oportunidad para pensar(nos) lejos de las relaciones tradicionales del conocimiento (ejecutivo, parlamento, investigadores y ONGs), para incluir más complejidad en nuestros sistemas del conocimiento y no esperar que algún candidatos nos venga a ofrecer un futuro, si no que partamos por ir construyéndolo colectivamente.

Roberto Matta, Botero 57

Agradecimientos a Sole Quiroz, Seba Escobar y Joy Ortiz por las preguntas y comentarios para mejorar este ensayo.

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