Velocidad de la ciudad y la dimensión política de la técnica
Comienza Marzo. Toda la calma del verano deja paso al dinamismo laboral y estudiantil. Dejamos las fotos de sol por los tacos, las canciones bailables por música que nos acompañe en los trayectos en micro y en metro. Salimos de un estado de latencia, de reposo y comienza un cambio en la velocidad. Todos sentimos en alguna medida ese cambio. Pero comprender la idea de cambio es un desafío no solo vital, si no también algo que la ciencia realiza. Hoy quiero rescatar algunas experiencias que nos permiten comprender nuestros ritmos urbanos.
Desde los antiguos pensadores griegos, Heráclito describía el cambio como el elemento fundamental en que se constituye la realidad. El problema del movimiento es tan antiguo como la paradoja de Zenon, de un atleta tratando de alcanzar una tortuga en una carrera. Varios siglos después Isaac Newton inaugura las ecuaciones del movimiento que hoy conocemos en el colegio y que usamos en el examen de conducir para describir la velocidad y la aceleración de un cuerpo. Posteriormente, en la revolución industrial, cuando las personas automatizaron los carruajes usando locomotoras, autos y barcos a vapor que todo se volvió más rápido. Desde mediados del siglo XIX que las formas de vida urbana deben adaptar nuestras necesidades de velocidad. Junto con la electrificación de las ciudades fue evolucionando la bicicleta hasta lo que hoy conocemos (Bijker, 1987). Ciertamente, el transporte es una tecnología central en nuestra velocidad diaria.
Hoy en Chile se tienen varias oportunidades de mejorar la calidad de vida de las ciudades –no solo de Santiago- a partir de las ciencias del transporte.
Entender este cambio no es solo un proceso físico, sino que social y tecnológico. El transporte público en la capital muestra mecanismos confusos para asignar su costo del pasaje y un centralismo y tecnicismo exagerado para su implementación. Es necesario reconocer tras los medios de transporte que tenemos, las diferencias de ritmo entre Santiago, Copiapo o Hualpén con decisiones eminentemente políticas –disfrazadas de técnicas- que hacen que las ciudades tengan ciertos ritmos. Es aquí donde hay que aprovechar el conocimiento científico para plantear nuevas políticas basadas en evidencia.
El Transantiago es desde 2007 un enorme dolor de cabeza en Santiago. Muchos reportajes y estudios han tratado de descifrar que ocurrió –y sigue ocurriendo– con un sistema tan ineficiente de transporte urbano. El sociólogo Sebastián Ureta, de la Universidad Alberto Hurtado, público recientemente “Assembling policies: Transantiago, human devices and the dream of world-class society” (2015, MIT Press) en que explora el diseño e implementación del polémico sistema, así como describe desde la sociología, con un énfasis cualitativo y una gran capacidad analítica, su evolución y desafíos. Pocos estudios dan cuenta de la dimensión política de la técnica tan claramente en Chile como este.
Por otra parte, los flujos de personas en la capital son un tema digno de observar. Los investigadores en Ciencia de datos (#DataScience) Eduardo Graells y Alonso Artroza publicaron en 2014 una detallada visualización de la encuesta origen-destino de la ciudad de Santiago, que muestra como nuestros flujos dan cuenta –nuevamente- de segregación social. Estos métodos de visualización nos dan información no solo de nuestros desplazamientos, si no del comportamiento de nuestras ciudades y permiten tomar mejores decisiones sobre cómo nos movemos.
El problema del transporte no es solo capitalino. Otras ciudades de Chile tiene ritmos muy distintos, y esto se debe a la ausencia no solo de una mayor población, si no a un problema de desarrollo país. Ciudades como Concepción, Temuco o Antofagasta son buenas candidatas para un tren subterráneo, pero la falta de recentralización estructural y déficit de un gobernanza regional explican estas inequidades.
Desde el sur, el tema del tren de superficie está siendo retomado hace algunas semanas con la campaña emprendida por la cuenta anónima@ampliadodeltren. Esta revitaliza la discusión sobre la necesidad de un transporte permanente en nuestra larga geografía. En Chile, este es un ejemplo de cómo nuestra política no se basa en evidencia. A pesar de las múltiples ventajas en conectividad, disminución de la contaminación, eficiencia y seguridad del tren por sobre el transporte en carretera, la falta de voluntad política y las presiones del gremio de los camioneros –históricamente vinculado a la derecha conservadora — ha impedido el resurgimiento del tren como medio de transporte. Algunos dirán que es porque no es rentable por la falta de pasajeros. La experiencia internacional muestra que todo sistema ferroviario se sustenta en la conectividad industrial.
Aquí es donde se puede, al menos, inferir que la falta de un desarrollo industrial en Chile tiene ciertos sectores políticos que han desarrollado un conjunto de políticas que, por lo bajo, no han fomentado las mejoras de EFE ni de otros proyectos ferroviarios por negar con ideología a la evidencia. Este equilibrio entre ideología y evidencia es uno de los mayores problemas al momento de hablar de políticas basadas en el conocimiento. Noticias del biotren Hualpen-Concepción resultan esperanzadoras, por como cambiará los ritmos de las ciudades, pero también hay que observarlas tanto como un avance tecnológico y como una disputa ideológica.
Ciudades como Concepción, Temuco o Antofagasta son buenas candidatas para un tren subterráneo, pero la falta de recentralización estructural y déficit de un gobernanza regional explican estas inequidades.
Por último, luego de un aumento explosivo en Santiago y otras ciudades en los últimos cinco años de los ciclistas — entre los cuales me incluyo– y cambios en la regulación del transporte en bicicleta ocurridos durante 2015, hoy la bicicleta entra en la discusión tanto científica como política del ritmo de la ciudad. La evolución de este medio de transporte así como la cultura tecnológica que forman sus entusiastas miembros tendrá a fines de marzo un evento central: el foro mundial de la bicicleta ocurrirá en Santiago. Los desafíos de un transporte sustentable, justo y seguro serán parte de las discusiones, así como el ritmo de las ciudades.
Hoy en Chile se tienen varias oportunidades de mejorar la calidad de vida de las ciudades –no solo de Santiago- a partir de las ciencias del transporte. Este inicio de marzo es una gran oportunidad de comenzar a reflexionar en nuestros desplazamientos, tiempos y velocidades, a ver nuestros pies desplazarse en múltiples máquinas y pensar: ¿Qué ritmo queremos vivir? ¿Cómo debemos movernos por la ciudad? ¿Cuál es la información que requerimos para tener, no solo una sensación de progreso, si no que un ritmo sustentable para nuestro modelo de vida?
Publicada originalmente en MQLTV http://mqltv.com/velocidad-de-la-ciudad-y-la-dimension-politica-de-la-tecnica/