Naomi Watts en ‘Vigilante’ o el armario irreal de los personajes femeninos
Hay montones de productos audiovisuales en los que las mujeres sufren diversos vapuleos y traumas. Son encerradas en sótanos, presencian asesinatos, cuidan a parientes terminales, atraviesan temporales y escapan de hombres que quieren matarlas, pero es bastante más complicado verlas con el pelo sucio recogido en un moño y llevando una sudadera porque no sacan energía para otra cosa.
En Vigilante, la nueva serie de Ryan Murphy, Naomi Watts es una artista adinerada que consigue la casa de sus sueños a las afueras, pero ve su vida en peligro cuando ella y su familia empiezan a recibir cartas amenazantes. Hay supuestas infidelidades, desconocidos que se cuelan en su casa y una conspiración que pretende inculpar a su marido. Suena bastante estresante, pero el abrigo ligeramente oversize sobre jersey blanco perlado de cachemir y los mocasines Gucci son más importantes.
El armario de tonos blancos, crema y camel de Nora Brannock está tan presente de principio a fin que parece un personaje más en la historia. Lleva capas de lana, bufandas, fedoras, trench coats… todo en la misma gama de colores. No la pillas con un accesorio de menos ni cuando está al borde de un ataque de pánico. Su pelo está perfectamente peinado en un estiloso bob con ondas. Y en algún punto de la miniserie simplemente quieres zarandearla porque pasan meses sin que se ponga un vaquero.
Ya sabemos que el estilo es puro privilegio y estatus. En Big Little Lies solo vemos a Jane Chapman (Shaileene Woodley), el único personaje con problemas económicos, vestir con piezas que no parecen sacadas del Prada de la calle más rica de tu ciudad. En The Undoing, Nicole Kidman se enfrenta a la desaparición de su marido ataviada con vestidos metálicos de Givenchy. El vestuario de la asesina Villanelle (Jodie Comer) en Killing Eve tiene entre sus prendas un vestido rosa chicle de tul de Molly Goddard. En The Bold Type se cuentan con los dedos los looks “descuidados” de las protagonistas. En el remake de Irma Vep de HBO, Alicia Vikander aparece perfectamente vestida por Nicholas Ghesquière en su descenso a la locura… Y así.
De alguna forma, la mayoría de series protagonizadas por mujeres o destinadas a mujeres intentan que se hable de cómo se visten. El peso que ha ganado este apartado en lo que consumimos es inmenso y celebrable, hasta el punto de que prácticamente todos los nuevos shows tienen sus respectivos textos analíticos en las webs de moda, pero no estoy segura de que todos los personajes femeninos necesiten ser iconos de estilo.
Me encanta ver un vestidor gigante, una colección obscena de tacones que nunca sabría llevar y fantasear con salir a la calle ofreciendo inspiración estética aunque esté deprimida. Pienso seguir viendo todas y cada una de esas series, devorando TikToks sobre cómo crear tu propio armario cápsula y disfrutando de que las mujeres de la ficción se arreglen todas las noches para salir aunque tengan una vida ocupadísima -como en The Split-.
Es solo que hoy, aquí sentadita con mi sudadera de una tienda aleatoria de Inditex y un pantalón de pijama de calidad cuestionable, me apetecía pensar que mostrarnos casi siempre canónicamente atractivas, siempre preparadas para pasarlo bien -como cantaban en Canguros-, podría no ser nuestra única razón de ser. Sí un complemento, sí una forma de expresarnos, sí un disfraz; pero tampoco una obligatoriedad.
Que a lo mejor también está bien ponerte lo que puedes y andar por ahí con el rímel corrido como en Fleabag. Quizá algunas mujeres de la ficción también tienen que servir de inspiración para la mediocridad, entendida ésta como la ausencia de lo extraordinario, lo no destacable; porque nuestras vidas suelen ser más de salpicarse la camisa con el tomate de los macarrones que de salir improvisadamente a una fiesta privada un martes. Y no pasa nada.
