‘This Is Us’: Beth Pearson y la crisis de los cuidados

Azul Corrosivo
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3 min readApr 2, 2019

La matriarca Rebecca Pearson había cargado hasta ahora con el yugo del duelo, de criar sola a tres hijos y de gestionar su propia salud mental en This Is Us, pero en el capítulo 16 de la tercera temporada el foco femenino se ha desplazado a Beth, la mujer de Randall Pearson.

Ella, que siempre se había mostrado fuerte para su familia, está viviendo su propio proceso de autoconocimiento, recuperando objetivos que abandonó de forma forzada cuando era adolescente y aferrándose a la idea de que merece ser feliz y perseguir sus sueños de la misma forma que siempre lo había hecho su marido. Cuando Beth comienza su cambio de rumbo profesional, Randall acaba de ganar unas elecciones en un distrito de Filadelfia, y considera que su compromiso con la ciudadanía es prioritario, así que le pregunta a Beth si de verdad es necesario que persiga su felicidad ahora. Que a él le viene fatal, que si no se puede quedar mejor con las niñas. ¿Y cuándo es el momento idóneo si otros siempre serán los primeros de la fila?

Poder dedicarte a lo que siempre soñaste es, de hecho, un privilegio en el que entran en juego factores tan poco accesibles como la clase o el poder adquisitivo. Pero incluso cuando cuentas con ese colchón, el obstáculo del machismo te recuerda que tú tampoco podrás llegar tan alto como los que ponen las trampas. Y aunque Randall se ha mostrado siempre como un apoyo para Beth, por fin se trata más a fondo un problema global que llevamos presenciando durante 50 episodios de dramas familiares: la desigualdad en los cuidados, desde Rebeca y Jack, cuya historia sigue idealizada, hasta Beth y Randall.

La estructura social y cultural se ha encargado de hacernos creer que nuestros deseos son secundarios, tanto en el ámbito profesional como en el relacional y sexoafectivo, y abandonarnos para cuidar a otros es una constante en la vida de las mujeres. Por eso este momento vulnerable y lúcido de Beth, despedida del que había sido su trabajo durante los últimos doce años, es tan importante como epifanía tras dos temporadas aguantándolo todo por su pareja y olvidándose de sí misma: ha detectado los mecanismos que la oprimían y los ha rechazado, a sabiendas de que el statu quo -encarnado por Randall- se revolvería, pintándola como madre egoísta en un intento de forzar un sentimiento de culpa.

El nuevo trabajo de Beth como profesora de ballet se percibe como secundario, relegándolo a existir en los márgenes como un capricho prescindible; y el nuevo trabajo de Randall como concejal, asociado a lo masculino por su ostentación del poder, se trata como esencial e ineludible.

Beth acude a la cena de trabajo de su marido con una sonrisa (#eleganza), a pesar de haberle escuchado reprenderla minutos antes, porque su carrera es importante para él y está por encima de una discusión. Son cuidados. En cambio, una reunión de trabajo de Beth nunca podría ser tan trascendente aunque fuera la mismísima presidenta de los Estados Unidos, porque ni las más privilegiadas tienen tanto poder como el más mediocre de los hombres.

Los valores del que hasta ahora se había mostrado como el perfecto aliado se tambalean cuando su mujer quiere poner su vida y sus intereses a la misma altura que los suyos. Por eso el momento idóneo para intentar romper el techo que nos asfixia es cualquiera.

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Comunicación audiovisual, cultura y gatos. Never not hungry. Antes en BuzzFeed España y BuzzFeed LOLA.