La teoría de las mentes rotas
Los jeans en el suelo
con pelos de gato por doquier.
La remera con olor a humedad
porque no la sequé bien.
El cuarto huele a humo,
con el cenicero a medio llenar.
El pastillero
cuenta los días llevo de locura.
Mi voz ronca y mis ojeras
reflejan las noches sin dormir.
Tazas y tazas de café
se acumulan a mi alrededor.
Tengo varios libros sin terminar,
y una vida que ya no quiero colorear.
Las ventanas están cerradas,
ya no quiero ver el Sol.
Dejo que mis plantas se marchiten,
tampoco ellas me hablan,
reflejan mi interior.
¿Dónde dejé mi risa?
Ni siquiera llorar me sale.
No siento nada y eso es lo peor.
El piso es mi almohada.
¿Cómo puede alguien con tanto
sentirse tan poco?
Casi treinta y una vida sin destellos.
Todo fue fugaz. Nada duradero.