Papo loco está más Colo que una cabra

A propósito del performance “There is no place like home” y otros trabajos del artista

Kemel Jamis
BajoCriterio
9 min readNov 16, 2016

--

Mañana 7 de enero de 2017 el artista puertorriqueño Papo Colo llevará a cabo una acción de arte titulada “Procesión-Migración” junto a varios actores, músicos y animales en la carretera 186 de El Yunque. Algunos de los gestos de “Procesión…” se han descrito para el público en varias entrevistas recientes:

Otros detalles se irán revelando durante la acción misma de mañana para involucrar al público que decida acompañar a Colo en su procesión. El performance no culmina con esa caminata sino que se extenderá por 400 días en los que Colo permanecerá mudo (sobre) viviendo en El Yunque. El público podrá visitarlo para ver el progreso de la pieza e intercambiar libros por dibujos en un buzón que está en lo que será la residencia (artística) de Colo el próximo año y pico.

El formato es similar al de “Step Piece” de Vito Acconci en donde el artista invitaba al público a que viniera a su casa periódicamente por varios meses para que evidenciaran como iba mejorando su “endurance” en la acción simple de subir y bajar de un taburete hasta que su cuerpo no pudiese más y desplomara. Claro, a medida que el ejercicio constante le daba más resistencia física al artista las demostraciones se hacían más extensas y entraban en juego la resistencia y paciencia de la audiencia.

La celebración de “Procesión- Migración” ocurre paralela a una serie de actividades como parte del festival Puertos Ricos (este fin de semana) y a una retrospectiva de su obra en el Museo de Arte de Ponce hasta el 30 de enero que se enfoca principalmente en su perfomance seminal, también de resistencia física, “Superman 51”, donde Colo se amarró cincuenta y una cruces de madera al cuerpo y las arrastró por Manhattan hasta desplomarse en el suelo. La retrospectiva incluye también el vídeo “Against the Current” (o Contracorriente) que documenta el performance de Colo en 1983 denunciando la contaminación del río Bronx en New York. En contracorriente Colo remaba en una canoa entre los desperdicios del río.

Papo Colo, “Superman 51" / NY, 1977

Aprovecho la coyuntura de “Procesión- Migración” y las actividades mencionadas para atender otro perfomance de Colo con importantes connotaciones políticas pero de menor documentación mediática, “There is no place like home”, realizado en dos etapas: primero frente al Capitolio en marzo de 2006 y luego en Bajamar el 29 de mayo del 2006.

“There is no place like home”

Pasas por el Capitolio y te llama la atención la escena. No es solo que haya un hombre semidesnudo cargando una cabra por San Juan, es que tiene una manada de seguidores. Esta acción de arte, se transforma rápido en un acto de fe. Es (o fue) un espacio para (re)pensar algunos elementos que componen el imaginario de la (id)entidad puertorriqueña y las políticas que le rodean; religión, magia, bestialismo y el mar ayudan a (con)fundir el imaginario.

En la primera parte del performance, Colo hace cincuenta reverencias budistas en dirección a Washington e imprime con su frente la misma cantidad de estrellas sobre unos papeles en el suelo. En el piso hay una toalla de playa con la bandera puertorriqueña y de la cintura del artista está atada una cabra. Completan la imagen unos músicos tocando tambores y un puñado de personas que le miran desde la lomita. Más adelante no estará tan claro quién mira a quién.

De entrada identificamos ciertos signos que pueden leerse en ese contexto como puertorriqueños. La cabra puede representar el cordero del Estado Libre Asociado, la toalla con la bandera es playa y nación a la vez o la nación del vacilón, mientras que las tres estrellas en la espalda del artista, verde, roja y azul los tres partidos políticos principales del país en aquel entonces.

El número 51 tiene resonancia entre los locales, es el estado vacío, el espacio tentativo de la Isla en la nación norteamericana, pero también es el voto que asegura una mayoría, una norma, el 50 + 1. Esta es la lectura de una mirada, exclusivamente, puertorriqueñista. Sin embargo, su acción está lejos de ser tan inocente. Si algo quedó evidenciado en estas últimas elecciones es que nuestro sistema electoral no funciona con mayorías simples. La ley está diseñada para que no existan segundas rondas como en otros países y por lo tanto el 50+1 no representa un poder práctico.

La toalla/bandera en el suelo es un acto irreverente que paradójicamente se utiliza para las reverencia budistas y no católicas. Puede ser un comentario sobre la apropiación de la nación. Cada cual hace con los símbolos patrios lo que le place, y dejan de ser tan sagrados, oficiales, dejan de ser logos. En algún momento Madonna pasó la bandera/dildo por sus genitales. Ahora nos acostamos en ella, en la orilla de la playa o nos arrodillamos sobre ella para rezarle a un dios, a cualquiera.

La cabra salta de la imagen fija del escudo y se convierte en un personaje fabuloso que supuestamente le habla a Colo, guiando su acción. Colo transcribe la palabra sagrada de la cabra y su discurso nacional en jeroglíficos. De esta forma el discurso nacional ya deja de serlo, es y no es, a la vez. Por un lado, podemos aceptarlo por fe porque estamos ahí convocados y todos los signos aparentan ser correctos y puertorriqueños, por otro lado el mensaje es casi indescifrable, contrario a los discursos “oficiales”, éste no puede “reescribirse en un vocabulario de consonancia científica”(Foucault).

Entonces, las estrellas en la espalda son una forma polite de dar el culo. Papo Colo no puede ver(se) estas estrellas, están pintadas para ser vistas. El carga estas estrellas y le pesa nuestra mirada. Nos da a escoger un partido o a descartarlos o a mezclarlos, votar mixto o no votar, pero ahí están. Las únicas tres estrellas/alternativas/partidos en aquel momento. Si bien nosotros derivamos placer (o significados) de la mirada(scopophilia), el gesto de dejarse ver y queres ser visto también lo deriva, “in the reverse formation there is pleasure in being looked at” (Mulvey). En esta etapa del performance el público congregado en la loma representa el panóptico, la mirada, todos los ojos puestos sobre un centro que ha de desplazarse. Desde este punto de vista el loco es Colo. Es él quien tiene una cabra atada a su cintura y ejecuta el ritual. Lo que pasa es que cuando la mirada sigue a su objeto, se desplaza con él , es parte del movimiento. La locura es contagiosa.

En la segunda etapa de la pieza, Colo le amarra las patas al animal y le carga por la avenida Muñoz Marín hasta Patos Beach o el área de la playa en el Lover’s Lane en Bajamar. Empieza su recorrido solo pero poco a poco los asistentes bajan de la loma y le (per) siguen. En este momento la acción se convirtió en peregrinación. La afectación religiosa no era accidental. Lo más interesante es ver cómo se desplaza el panóptico. De buenas a primeras , ya no somos meros espectadores de un performance, sino que formamos parte de él. Ahora no somos dueños de la mirada panóptica, ahora nos miran, nos miran mirar. Los autos se detienen para comprobar que no se trata de un espejismo: hay un hombre en paños en menores cargando una cabra y una pequeña masa de fools/locos /tontos/(in)felices que le sigue. Lo más aterrador es que nosotros al aire libre a la interperie y ellos atomizados, cubiertos de metal y cristal, nos vigilan. El panóptico queda escenificado.

Una vez en Patos Beach, Colo baja a la playa y el resto se queda, donde más, en el mirador. Nuevamente amarra la cabra a su cintura y le presta su oído. Colo comienza un proceso de “rewriting a primary text in terms of its figural meaning” (Owens), toma esos mensajes de la cabra y los transcribe en la arena. Son mensajes mediados por la locura, una mirada esquizofrénica a lo nacional. En ocasiones el artista abandona los jeroglíficos y se lanza al mar como queriendo escapar de la encerrona insular, pero no puede, regresa a la orilla y a la cabra.

Hay que atender el título de la pieza “There is no place like home”. Puede leerse como una enunciado complaciente, un tono paternalista en la línea del slogan publicitario-turístico “Puerto Rico does it better”. Sin embargo los desplazamientos que propone la pieza apuntan a otra lectura, a un there is no such thing as home, ese lugar como el hogar no existe, nada como casa, casa como nada. Papo Colo oscila entre la casa de las leyes y el mirador Patos Beach, entre el budismo y la santería, entre la mascota y la bestia. Hay puntos de partida, pero no un centro, “the center is not the center”(Derrida) y no puede serlo, ¿cuál sería el centro del centro? Ya no queda una presencia de lo que podemos llamar casa, y si existe está en otro sitio, siempre está en otra parte. Los signos que una vez pertenecieron al hogar, al imaginario doméstico, se han mezclado con cultura popular, ritos espirituales new age wannabees, se han diluido en el mar. Hay una indecisión entre los discursos nacionales predominantes; o somos el país de los cuatro pisos (las congas representan el elemento africano) o ensayamos una apertura al resto del mundo y abolimos el insularismo, o la matamos la nación y asumimos nuestras subjetividades. Ninguna de las anteriores y todas las anteriores.

Por último, consideremos un elemento formal de este performance que a simple vista parecería un desliz teatral. Se trata de un script, de un pre-texto que, como el libreto teatral, anticipa las acciones. El texto parecería ser un impedimento en tanto significa las acciones y suprime el elemento “sorpresa”. El autor nos deja saber que se repartió el script para romper “con el estereotipo de que el performance es un medio loco y absurdo” como si loco y absurdo no fueran dos significados de rigor. Sin embargo el script sirvió para resignificar el performance. Primero, los espectadores al conocer la cronología y naturaleza de las acciones ya eran parte del performance y se posibilita la lectura del panóptico desde los automóviles, nos miran a nosotros que de súbito y tal vez sin conciencia estamos performando y sabemos(lo dice el guió) hacia donde vamos.Y segundo, el script llama la atención sobre las eventualidades no previstas, memorablemente el final. Según el guión Colo realizaría jeroglíficos por 51 minutos en la playa y se quedaría junto a la cabra hasta el anochecer, pero tuvo que acabar antes cuando la cabra atribulada (casi la ahogan accidentalmente) no le dejó terminar como previsto. Entonces, después de todo la cabra sí iba dirigiendo este performance, tuvo “la última Palabra”(Colo se conformó con la escritura), y Papo Colo queda como un instrumento, como un loco. Más loco que una cabra.

Mañana documentaré sonidos y entrevistas de “Procesión- Migración” para el podcast “Al Margen” con William Rosario Cruz como parte de su próximo episodio sobre performance y producción emergente. Subscríbete gratis en Itunes : bit.ly/AlMargeniTunes o tu proveedor de podcasts favorito.

--

--