Sobre la “nueva” Diáspora y el Brooklyn anónimo: Apuntes sobre The Sound of Ill Days de Rojo Robles

Chemi González
BajoCriterio
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8 min readAug 9, 2017

El pasado viernes 4 de agosto en la plataforma Vimeo on Demand estrenó el primer largometraje del artista multidisciplinario Rojo Robles: The Sound of Ill Days. Puertorriqueño afincado en Brooklyn, NY desde el 2010. El trabajo de Rojo no debe de ser desconocido para los que siguieran las artes teatrales y audiovisuales generadas en el casco riopedrense y metropolitano durante la pasada década en Puerto Rico. Desde el 2004 con su proyecto El Kibutz del Deseo, Rojo realizó cantidad de proyectos teatrales de su autoría como director y escritor- entre los que se encuentran: Insultos de Ciudadanos Motorizados (2004), El Sonido de los Días Perdidos y El Interior de las Almohadas (ambas 2007) y Policías, Vaqueros, Burócratas y Piratas (2009)- así como otros múltiples trabajos de videoarte y corte literario. Al trasladarse a Brooklyn, Rojo busca darle continuidad a su corpus artístico de trabajo ya forjado en Puerto Rico, usando el cine. Veraalba Santa otra artista multidisciplinaria nuestra, presente desde sus inicios en los trabajos del Kibutz también ahora residente en NY, compartía la inquietud con Rojo de darle continuidad a un trabajo ya comenzado en otro espacio y circunstancias. Eso dio pie a la voluntad de realizar este largometraje que ahora nos presentan.

La película fue gestada y realizada en un periodo de aproximadamente 4 años y medio en donde se trabajó en ella intermitentemente, según la disponibilidad de elenco, equipo, permisos, locaciones y agendas de vida. Tal hazaña de por si requiere de gran preparación y organización a nivel logístico, sobre todo en cuanto a continuidad y coherencia se refiere. Los que hemos realizado proyectos audiovisuales de manera independiente o hemos sido parte de su gestión y elaboración en cualquiera de sus áreas, sabemos de sobra lo que eso implica. Desde ese punto de vista, un trabajo como The Sound of Ill Days es una apuesta que ya rinde satisfactorios frutos. Es un “statement” artístico rebosante de coherencia y compromiso. Que en el marco del quehacer audiovisual nacional puedan seguir surgiendo trabajos como Sound es una muestra imparable del poder de la creación artística y los pros de la gestión independiente que va mas allá de los contras. Sí, es más ardua y prolongada que la gestión subvencionada y realizada desde lo “oficial”, pero es un trabajo creativo solamente comprometido con la visión que quiere compartirnos. Ay de aquellos que nos hemos creído -me incluyo- en mas de una ocasión que un cine nacional no comercial es una misión imposible.

Si la historia del cine en Puerto Rico ha sido nada de incipiente pero sí de crasamente mal documentada e historiografiada, la del cine de la diáspora puertorriqueña ha sido prácticamente arrinconada e invisibilizada, como la misma condición colonial y sus complejos le restan importancia y significado a todo lo que sea expresión de la diáspora. ¿O acaso cuánto estudiante de comunicaciones de las pasadas dos décadas conoce o ha podido accesar los trabajos de cineastas como José García, Frank Borres, Ricardo Méndez Mata o Poli Marichal? ¿Cuánto se habla en Puerto Rico de Miguel Arteta que es quizás el cineasta boricua mas exitoso ahora mismo en cuanto a haber solidificado una carrera constante? Pero claro, al ninguno de estos nombres trabajar en suelo patrio, se invisibilizan y al extremo se les acusa de “abandonar la patria” y se les trata con el desdén colonial al que “los de la isla” ya están acostumbrados.

Porque claro, según los dictámenes coloniales, la diáspora solo sirve para producir alaridos nostálgicos, como los recientemente perpetrados por cierto especial navideño de cierto banco que se me antoja innombrable, y según Hollywood y los saberes de la industria y la metrópoli, de West Side Story pa’ abajo, los boricuas en Nueva York solo pueden vivir en el ghetto, hablar de los issues del ghetto, escuchar salsa o cualquier ritmo de moda y no saber hablar español a pesar de que pongan todo su empeño en ello -Ah, eso sí, los insultos y los boricua-bestialismos, esos si los saben y a la perfección-. En tiempos recientes ya las películas de Bruno Irizarry -Shut Up and Do It! , 200 Cartas- comenzaron a introducir en clave de comedia en la mentalidad nacional cinéfila reciente la noción de la diáspora “profesional” al opuesto de la diáspora marginada/marginalizada. Una diáspora boricua no necesariamente nacida y criada en Nueva York, con flujo de constante movimiento entre “la isla” y la urbe, que no vive en el ghetto, que domina ambos idiomas, que llega ya a Nueva York siendo profesional, formada académicamente y con un bagaje ya a cuestas.

Ejemplo de ese caso es Teresina, la protagonista de Sound of Ill Days interpretada por Veraalba. Uno de los aspectos mas interesantes de Sound es como se posiciona y discute la noción de idioma, dentro de la prisma tanto colonial de su protagonista como de la psicológica. Teresina aventaja a su esposo Patrick (Michael Barringer) en ser bilingüe a la perfección, algo que Patrick a pesar de años de relación no ha podido lograr y claro está, se implica y se sugiere aunque no se expresa directamente una ventaja de poder que Teresina utiliza a su favor. El “release” de poderse expresar en dos lenguas, de ocultar cosas en una y expresar otras en otra. Durante la semana que retrata el filme vemos que Teresina logra forjar una serie de relaciones significativas, por mas efímeras que sean, con extraños y conocidos que se cruzan en su camino en donde el bilingüismo será clave importante para forjar esos encuentros.

En el otro espectro del matrimonio de Teresina y Patrick tenemos el de sus mejores amigos: Tildano (Marcos Toledo) y Silvana (Libby Osler) que son el reverso: él bilingüe y ella no. Al contrario de Patrick hacia Teresina que solo expresa apatía y desinterés ante el español, Silvana no deja de echarle flores a la belleza del idioma español y su sonido y de lamentarse ante Tildano de su incapacidad de aprenderlo. Una de las mejores escenas del filme es la de una conversación telefónica entre Teresina y Silvana donde la primera expresa dudas a la segunda sobre una posible infidelidad amorosa. Tildano sale al ruedo intuyendo el contenido de la conversación y cortante agarra el teléfono para reclamarle a Teresina en un español explayao acerca de la necesidad de ser honesta con Patrick y a pesar del “explayamiento boricua” de Tildano ante Teresina, Silvana solo puede reafirmar en lo hermoso e interesante que encuentra la fonética española. A Rojo no se le escapan las implicaciones coloniales de dicho argumento y lo deja muy claro en el contexto diaspórico que retrata, que aunque si ante el amo -la metrópolis- no tendremos el poder. La carta del bilingüismo es una nuestra, auto-impuesta, pero nuestra, y la misma puede jugarse como carta de envidia ante los que no poseen la capacidad del bilingüismo o se niegan a ver mas allá de su lenguaje establecido.

El otro aspecto que se me antoja mas interesante de The Sound of Ill Days es el diálogo que establece con el espacio. Con una ciudad de Nueva York que puede resultar anónima, onírica y fantasmal. En términos cinematográficos generales ya es sabido que Nueva York usualmente significa Manhattan, desde el impecable mundo de la Quinta Avenida y el Upper East Side, pasando por la bohemia de SoHO y Tribeca y los barrios “gritty” y “ghettoish” de Harlem y el Hell’s Kitchen y así por el estilo. Claro está, Brooklyn lo que se dice ausente como escenario cinematográfico nunca lo ha estado, pero su invisibilidad en torno a y en comparación con Manhattan es notable, y salvo cineastas específicos como Spike Lee, Wayne Wang, James Gray o Noah Baumbauch que han usado constantemente a Brooklyn como alma y motor de sus filmes, es apenas quizá muy recientemente a la par con el agresivo proyecto de gentrificación de su entorno urbano, que Brooklyn ha empezado a figurar prominentemente en cine y televisión como “location” usual para mostrar Nueva York. Esto claro, no es coincidencia, como tampoco lo sea que el gentrificado Williamsburgh sea quizás el barrio mas prominentemente presentado actualmente en los proyectos que retratan a Brooklyn Williamsburgh que hasta finales del siglo 20 era el epicentro boricua de Brooklyn irónicamente-. En Sound vemos rincones y calles desconocidas de barrios como Bed Stuy, Crown Heights y Flatbush, y un Prospect Park selvático y salvaje que sirve de escape y rincón clandestino ante el letargo urbano. De hecho, es en Prospect Park donde incluso se encuentra el color en una atmósfera en donde un blanco y negro sobrio y elegante desprovee al entorno de encantos particulares, a su vez reafirmando una anónima cotidianidad urbana en las que los personajes principales combaten o postergan su letargo de diferentes maneras: inventando historias, creando performances poéticos de danza que no llegan a nada, haciendo drogas, bebiendo, creando falsas identidades a través de las redes sociales y fragmentando la comunicación de las mas diversas maneras posibles.

El hilo narrativo de Sound of Ill Days, el de una semana en que el matrimonio de Teresina y Patrick entra en crisis no declarada pero si sentida, esa semana en que ese entorno puede desmoronarse, atascarse o reinventarse -pero que no queda clara ninguna resolución- lo retoma Rojo de su obra teatral ya mencionada El Sonido de los Días Perdidos, de donde rescata la situación principal y sus personajes. Es una reapropiación, mas que una adaptación, y dicho marco narrativo, que es uno archiconocido y que han explorado con maestría cineastas que aquí son referencia intachable de Allen a Antonioni, es uno que en términos narrativos no importa mucho, es mas bien una excusa, un hilo conductor que sirve a Rojo para hacer una opera prima muy libre y a la misma vez concisa. Que le permite dialogar con sus principales influencias, que tiene muy presentes como cineasta y artista visual sin desplegarlas adrede, mas bien descodificándolas para plantear una reformulación de un cine abierto, que provoque sensaciones. A ese crisol en donde confluyen espacio, lenguaje, letargo y ciudad, contribuye aportando y profundizando texturas la ecléctica banda sonora a cargo de la banda Fantasmes, que ayudan a sitiar a The Sound Of Ill Days en su particular terreno paralelo, nunca muy lejos de las realidades cotidianas, sociales y oníricas que informan y espero sigan informando el quehacer cinéfilo de Rojo Robles.

Para ver Sound of Ill Days pueden accesar a: https://vimeo.com/ondemand/117134

Además se presentará en la Casa de Cultura Ruth Hernández Torres en Río Piedras el jueves 24 de agosto a las 7 pm, estaremos charlando sobre la película con la actriz y co-productora Veraalba Santa, Joaquín Octavio González y este que suscribe, Chemi González.

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