Don McCullough “Connection”. (CC BY-NC 2.0). Vía Flickr

Descargar pensamientos

Usarnos como dispositivos de confianza para la construcción de ideas

Juan Daza Arévalo
Baltaca
Published in
4 min readJan 7, 2017

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Un par de amigos están en recuperación (pocas veces cae tan bien el decir “ustedes saben quienes son”) y pasé a hacerles la visita (expresión llena de romanticismo y complicidad). Estaban juntos con males compartidos y en brazos distintos como un misterioso complemento y simetría del amor que empieza a consolidarse entre los dos ahora que son pareja o pareja que ya se hace pública porque tal vez fueron pareja siempre, desde antes de ellos mismos saberlo. En todo caso, los visité y mientras hablábamos surgió una idea poderosa: la descripción de la escritura informal y frecuente de los blogs como una descarga (download) de pensamientos con el futuro fin de revisarlas luego, con distancia, y mejor mirada.

Antes se hacía en la forma de una bitácora, un diario, un texto privado con candado. Yo podría soñar por llegar a encontrarme eventualmente con un pensadero como el que propone J.K. Rowling en sus libros de Harry Potter. Ideas que se extraen con una varita mágica para que descansen en un líquido que las protege o en la forma de lágrimas que comprimen historias completas. Eso es lo que tenemos en el lenguaje y que pensamos hace parte del trabajo de la memoria: guardarnos en esas ideas que a ratos tenemos.

Llevo ya un ciclo de textos pensando en la mente y en esa idea de un sistema colectivo/compartido de información y energía que tanto me gusta de Daniel J. Siegel y que con gusto repito acá:

“Yo creo (y no puedo encontrar ciencia alguna que lo refute) que un aspecto importante de la mente puede ser definido como un proceso materializado y relacional, emergente y auto-organizado, que regula el flujo de energía e información tanto para nosotros mismos como para nuestro entorno.”

Y ahora que me cruzo con la idea de descargar nuestros pensamientos en textos pienso en lo que implica que otros nos den el soporte para que eso pase. El calor de las palabras, la mirada de aprobación/aceptación/cariño, la cabeza pendulante de pregunta implícita, la ceja levantada que confirma cómo una duda se asoma, los ojos concentrados en no perder los pensamientos del otro. Nos descargamos entre nosotros. Le pasamos al otro la tarea noble y hermosa de ser no escuchas ni testigos: de ser una interface de nuestra mente.

No es necesario un puerto, una bahía, ni una salida. No hay cable que valga. Es la conversación entera la que teje una mente propia que se habilita en el cuerpo de otros. Es por momentos un ejercicio de callar y pensar en sincronía si es el momento de decir “yo he pensado lo mismo”, “claro, y mira que…”, “no lo había pensado y qué más crees que pasa…”, “es increíble porque yo también…” y asombrarnos que no hay un orden de aparición sino un momento para que la idea emerja en conjunto. Y con razón para algunos esta idea no deja de ser una ficción remota y otros la tengamos como una oportunidad cercana de búsqueda.

En 1973 La vida secreta de las plantas, dejaba entrever un grupo de historias compiladas por Peter Tompkins y Christopher Bird. Historias que en su momento no tenían de experimentos para confirmar algunas sugerencias y otras comprobaciones empíricas: información, reacciones y acciones de las plantas, de sistemas colaborativos de cuidado y protección entre plantas, de intercambio real de sentido con otras especies animales y entre distintas variedades… Ideas que pueden ser caricaturizadas como un reflejo cercano al miedo a un universo tan grande de posibilidades y desconocido. Plantas que piensan desde un sistema sin un cerebro que encapsule la mente. Mientras tanto nosotros nos sorprendemos con que el cuerpo piensa desde muchos otros lugares distinto al cerebro y con resistencia empezamos a contemplar la idea de que estamos construyen la mente desde afuera de la cápsula del cuerpo.

Este año TED compartió la presentación de Suzanne Simard donde nos confirma, con ciencia (por si hacía falta), que los árboles se hablan entre sí, se cuidan entre sí, comparten información a nivel molecular por las raíces (que es el centro de su estudio) y toman decisiones de forma colectiva:

Otra muestra de cómo otros seres vivos descargan entre sí lo que importa: el sentido. Por ahora, este es mi esfuerzo de hacer lo mismo.

Referencias

Siegel, Daniel J. (2014). *The Self is Not Defined by the Boundaries of Our Skin* Recuperado el 31 de diciembre de 2016 de: [Enlace](http://www.drdansiegel.com/blog/2014/03/17/the-self-is-not-defined-by-the-boundaries-of-skin/)

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Juan Daza Arévalo
Baltaca

Hackeando el bienestar a punta de agilidad (agile).