¿Qué tienes en mente?

Sugerencias para revisar la pregunta

Juan Daza Arévalo
Baltaca
6 min readDec 31, 2016

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Otra pregunta primero: ¿en qué estás pensando? que se presta para un par de interpretaciones: una interrogación incómoda o una sugerencia del esfuerzo grande que hacemos para poner en marcha un ejercicio de empatía. Hay otras posibles interpretaciones pero quiero darle un par de palabras a esas dos.

Es incómoda en la medida que no siempre se está preparado para un dar inicio a un ejercicio de meta-cognición en el que se activan a voluntad mecanismos de reconocimiento para estar conscientes de los pensamientos: el porqué, su origen y el sentido mismo. Tal vez por eso es tan bien recibido el “en nada” que aparece casi siempre, al rato de una pausa.

¿En qué estas pensando? es una interrogante positiva porque da cuenta de la necesidad hermosa, poética, de querer conectarnos con otra persona desde las preguntas mal hechas, hasta el abrazo bien dado. Sentimos un llamado por comprender las realidades ajenas, tal vez pensando que en el espejo que es el otro, reposan las dudas propias y podemos contar con algo de eco, un poco de de resonancia. Una prueba de no que estamos tan solos.

Por otro lado la pregunta: ¿Qué tienes en mente? propone la identificación de algo que puede ser descrito y que está ubicado en un lugar. ¿Acaso la respuesta más honesta es: “consciencia, algo de memoria, un poco de mi identidad, la vaga idea de control, un poco de introspección y a veces la capacidad de controlar mis pensamientos”? construyendo la respuesta a partir de las ideas de Paul King en Quora que se lanzar a establecer: ¿cuál es la diferencia entre consciencia y mente?

Queremos definir las cosas porque nos hace bien conocer sus características y reconocer constantemente sus límites. De ahí que los mapas nos ofrezcan desde el topos (del griego τόπος, “lugar”, y apunta a un tópos koinós, “lugar común”)[1] dos posibilidades: el territorio -topografía- y el contexto -topología-. Queremos un mapa de la mente y partimos del cerebro como el lugar en el que, creemos, todo pasa. Por ejemplo, el saliente presidente Obama presentó en el 2013 una iniciativa de investigación buscando una pronta respuesta: The White House Brain Initiative.

¿Está la mente encapsulada en el cerebro? ¿Hay sincronía de una mente extendida entre el cerebro y las neuronas que habitan en nuestras tripas y en nuestro corazón? ¿La consciencia está en la mente o el hecho de tener consciencia permite que emerja la idea de mente? ¿Es la intuición una forma de expresión mental? ¿Es necesario definir el concepto de “mente”, vale la pena hacerlo?

En las goteras del fin del Siglo 19, William James “[…] comparó la experiencia cotidiana de la conciencia a una corriente de agua que fluye continuamente, pese a ocasionales interrupciones y cambios de dirección.” [2] La idea un flujo, una suerte de “río” era, para James, una sucesión de pensamientos separados, islas flotantes (favor no pensar en el postre) que se encontraban luego de manera unificada. Y fue el primero en aclarar el dilema de saber qué es pero no poder definirla.

La definición es la bandera clavada en el piso del explorador que supo ver el territorio y querer llegar más allá de su orilla. Sin embargo, la mente no se puede ver porque está claro que es algo más que un registro electroquímico, que confirma la existencia de actividad cerebral. Sabemos que hay un sistema de impulsos eléctricos basados en neurotransmisores cubiertos de mielina. Dice R. Douglas Fieds citado por NIH:

Una neurona genera un impulso eléctrico, llevando a la célula a que libere sus neurotransmisores […]. El neurotransmisor, a su vez, se une a la neurona cercana. La neurona que recibe [la información] genera su propio impulso eléctrico liberando su propio neurotransmisor (una molécula), disparando un proceso en muchas más neuronas… [3]

Pero eso no es la mente. Es la descripción del proceso que la ciencia ve, que se confirma en un experimento validando una hipótesis. Es lo que puede comprobar y por eso, las ideas subjetivas de consciencia y mente se remontan a discusiones filosóficas. Se opta entonces por hablar de inteligencia y creer que las herramientas propuestas por Alfred Binet miden la capacidad del cerebro; o los tres niveles de John B. Carroll con habilidades estrechas, amplias y el factor g de Spearman; o las debatidas inteligencias múltiples de Howard Gardner donde nace también una inteligencia emocional promocionada por Daniel Goleman; o la inteligencia fluida y otra inteligencia cristalizada como la propone Raymond Gattell y otras tantas que se quedan por fuera. La inteligencia es el producto de la mente y una suerte de baile sincrónico, electroquímico, en el cerebro y el cuerpo.

Las fracciones que se crean para interpretar el dilema de mente-cuerpo se convierten en nichos desde donde se lucha por mantener un paradigma de lo que puede ser la versión de cada uno de mente, y cada uno defiende sus posturas para que la pseudociencia no desvíe la idea de una disciplina sólida que respalda los nuevos descubrimientos. Pero el afán de encontrar respuesta es cada vez mayor porque los vientos de innovación y creatividad traen pneumas antiguos que buscan la fórmula secreta para hacer y hacer mejor, y más en estos tiempos compulsivos de startups y millonarios que encuentran el Grial en algún garaje o en un dormitorio universitario.

Queremos de una vez por todas encontrar la puerta de entrada al universo de la mente y saber cómo es que la hacemos parte de las industrias creativas de manera alineada con el proceso de entregar valor. Por eso, no sorprende encontrarnos con pistas y listados de los “10 secretos” para hacer de la mente un aliado y que podamos dar siempre con la respuesta correcta. Se desplaza a ratos la definición y se aplaza la búsqueda para acampar en la vecindad que se asoma como el lugar más tranquilo para desentreñar los misterios: la mentalidad. El resultado de la suma de cultura más persona; los comportamientos y las conductas que tenemos y que a ratos nos definen.

Mentalidad puede ser un eufemismo de mente y la usamos sin distingo para contemplar la idea de un posible cambio y que con nuevos hábitos, nuevos patrones de comportamiento o de la construcción atenta de nuevas ideas y sus asociaciones, se habiliten nuevas conexiones en el cerebro. Y que lo anterior no sea tomado como una definición de neuroplasticidad porque faltan muchos elementos y en ese caso es necesario referirse a la obra de Eric Kandel. Sin embargo, pensamos que es posible cambiar y hoy se habla del mindfulness para abordar la conciencia desde la atención plena y como una forma de transformación personal.

Hay varios autores que se refieren a ese estado pleno de consciencia y en mi caso me he encontrado con la obra de Daniel J. Siegel como referencia [4] y que en el 2014 se lanzó a dar su definición de mente. La definición a la que llegan con un equipo de trabajo, con mucho debate e investigación y seguro de estar tocando un nervio delicado y propenso al descrédito fue:

“Yo creo (y no puedo encontrar ciencia alguna que lo refute) que un aspecto importante de la mente puede ser definido como un proceso materializado y relacional, emergente y auto-organizado, que regula el flujo de energía e información tanto para nosotros mismos como para nuestro entorno.” [5]

Llevo un buen tiempo leyendo y revisando esta definición y lo hago pensando en lo que implican los términos y lo vuelvo a leer desde los sistemas complejos para entender el concepto de emergente y auto-organizado; desde lo social en la idea de relacional; pienso si materializado realmente recoge lo que significa “embodied” o si es más encapsulado o atrapado… y está la idea de flujo de energía e información porque ese es el epicentro del debate.

Leo las críticas y la resistencia al concepto de “energía” como algo que compartimos, es una espiral que no tiene fondo. Y eso es lo que más me gusta, porque creo que Siegel se atreve a empujar la vara y abrir la puerta a las muchas conversaciones que hacen falta para entender la mente como algo que se extiende en “nuestro entorno” y se alimenta y multiplica de una forma que aún no comprendemos. Sospecho que es otra terra incognita que imaginamos plana.

Una mente extendida y conectada que se hace a sí misma en la medida que aparece. ¿Qué tienes en mente? Nos tenemos desde/en las mentes. Suena bien para abrir la mente.

Referencias:

  1. Topos (Literatura) (s.f.) Recuperado el 31 de diciembre de Enlace
  2. The Psychology Book. (2012). London, UK. : Dorling Kindersley.
  3. National Institutes of Health, NIH. (2006). Electrical Impulses Foster Insulation of Brain Cells, Speeding Communications Recuperado el 31 de diciembre de 2016 de: Enlace
  4. Siegel, Daniel J. (2010). Mindsight: The New Science of Personal Transformation. EE.UU.
  5. Siegel, Daniel J. (2014). The Self is Not Defined by the Boundaries of Our Skin Recuperado el 31 de diciembre de 2016 de: Enlace

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Juan Daza Arévalo
Baltaca

Hackeando el bienestar a punta de agilidad (agile).