Atrapados en la Red

Fernando Suarezserna
BAMcomunicacion
Published in
3 min readMar 12, 2020
Cineteca

La semana pasada visité la Cineteca. El Parque Fundidora es una fuente inagotable de sorpresas: museos, bicicletas, convenciones, festivales de música, un cine y puestos de elotes se han convertido en dueños del lugar.

Ya en Cineteca, armado de unos nachos con queso y un chocolate Kit Kat, mi novia y yo nos encontramos en un dilema: ¿Agua mineral Topo Chico o una Dr. Pepper? Después de repetirme a mí mismo la falsa promesa de que — ahora sí — ya me voy a poner a hacer ejercicio, pedí una Coca-Cola Light.

Caminamos por la oscuridad de la sala en busca de dos butacas vacías, ya había comenzado la película: 12 Monos (1995). Una obra maestra de la ciencia ficción, donde comandados por el mítico director Terry Gilliam, Bruce Willis y Brad Pitt nos regalan un nivel de actuación admirable. Es una de esas películas donde es difícil que salgas siendo la misma persona que entró a la sala.

Soy fanático de las películas de ciencia ficción y, en especial, tengo un gusto específico por las que salieron antes del año 2000. Es innegable que existe un factor de nostalgia, pero más que eso, lo que me mueve es la visión futurista que teníamos antes de la masificación del internet. El imaginario colectivo de la pantalla grande ponía sus deseos y miedos al futuro en el mundo físico: implantes cibernéticos, viajes en el tiempo, alteración del ADN y hasta invasiones extraterrestres.

En la vida real, la llegada del futuro nos pegó por otro lado: en los medios digitales. Nuestro día a día cambió para siempre con el manejo de la comunicación y los smartphones. Como dijo Peter Thiel, fundador de PayPal: “Queríamos carros voladores y, en lugar de eso, tenemos 140 caracteres”.

No se trata de glorificar el pasado ni de suponer que antes todo era mejor, pero sí de observar con interés el cambio en nuestro imaginario. Y la realidad es que antes “escapábamos” de nuestro espacio físico para encontrar a nuestros amigos en internet. Hoy, con muchas más herramientas de comunicación que las que existían a inicio de siglo (Twitter, Instagram, WhatsApp, TikTok, Facebook, etc.), parece que lo que anhelamos es lo contrario: el escape del internet hacia el mundo físico, en donde — quizá no es para sorprenderse — encontramos una mayor conexión con los demás y con nosotros mismos. Cada vez con más frecuencia observamos dinámicas sociales donde se prohíbe el uso del celular durante las cenas entre amigos, conciertos Phone-Free, o de plano “retiros digitales” donde, por convicción propia, nos alejamos de las redes sociales por un tiempo.

En el balance de los daños, el internet ha traído a mi vida un saldo positivo: amigos, oportunidades profesionales, y sí, hasta amor. Eso no hace menos cierto ni interesante el anhelo del escapismo al mundo análogo. Bajo este lente, podemos dimensionar el extraordinario valor de una buena conversación, un café compartido, una visita al museo o hasta de salir a caminar al parque.

Al terminar 12 Monos, mi novia — a quien conocí en internet — y yo vimos la exposición de fotos de montañas, y luego nos sentamos a discutir la película en una banquita debajo de un árbol. Nuestra relación comenzó en internet y, en este escapismo al mundo “de verdad”, desde la banquita del Parque Fundidora, observamos un puesto de comida ambulante. Nos miramos y, en silencio, creo que ambos pensamos lo mismo: te invito un vaso de elote.

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Fernando Suarezserna
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