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Fernando Suarezserna
BAMcomunicacion
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4 min readFeb 26, 2020

por Fernando Suarezserna

Photo by Jacob Morch on Unsplash

Hace casi un año desbloqueé mi teléfono, escribí seis palabras y presioné Enviar Tweet. El mensaje ha sido compartido miles de veces. No es mi mejor escrito, pero sí el que más ha resonado en la democracia digital de Likes y Retweets. Uno que ha sido robado por muchas cuentas. Y todo usuario de Twitter sabe que el robo es el mayor halago que uno puede recibir en esa plataforma. Lo reproduzco a continuación:

“Seré breve” — un bebé sin vacunas.

Uno podría asumir que cualquier persona es capaz diferenciar entre un chiste y el anhelo por la muerte de bebés. Y luego terminaría por aprender una valiosa lección: en cuanto a comprensión lectora en el mundo digital, no podemos asumir nada. Y en el mismo lugar que unos ven risas, hay quienes ven crueldad. Quizá es como decía Hegel, “El que sólo ve maldad a su alrededor, es porque la maldad la tiene en el ojo”.

El humor no es un compás moral que encierra lecciones, y mucho menos deseos ocultos. En todo caso, lo que la comedia ofrece es una reflexión sobre la vida y sus emociones más fuertes: tristeza, enojo, vergüenza, lujuria, felicidad y miedo.

Lo complejo del humor es que, como género, está atado a una fecha de caducidad bastante próxima. Porque podemos encontrar ensayos que fueron escritos hace miles de años que nos ofrecen grandes ideas, y también obras de teatro y novelas que nos conmueven hasta las lágrimas. Platón, Shakespeare, Shelley, Cervantes, y muchos más. Pero es muy complicado encontrar una comedia de hace cien años que nos lleve a las carcajadas.

Todo lo que decimos tiene contexto, geografía y tiempo. No existe una segunda opción. Y al igual que el teatro, la comedia necesita presentarse frente a una audiencia para existir. En el tiempo, geografía y contexto desde los que escribo esta columna, hay un porcentaje de lectores que no sólo se indigna con los pensamientos ajenos, sino que disfruta mostrarse indignado. Son críticos que, ante nuestra diversidad de pensamiento, “nos invitan a la reflexión”. Porque en su narcisismo intelectual, no conciben la posibilidad de que hayamos reflexionado y llegado a una conclusión distinta que ellos.

La lógica atenta contra un principio fundamental de marketing: nunca intentes combatir percepciones con datos, porque las percepciones siempre serán más fuertes. Lo dicen Trout y Ries en su libro seminal de mercadotecnia, Positioning, y a su forma también lo dijo hace cientos de años Johann Wolfgang von Goethe: “Las personas ven en el mundo lo que llevan en su corazón”.

Por varios días he tenido en mente una entrevista que le hice a Mauricio Fernández, icónico ex alcalde de San Pedro Garza García. Ese día, Mauricio me dijo: “nadie batea mil”. Como no soy beisbolero, tardé en entender la referencia que encerraba una lección: todos nos vamos a equivocar. El único que no comete errores es el que no hace nada. Y nadie nos definimos por treinta segundos buenos o malos.

El tweet de los bebés sin vacunas me llevó a enemistarme con algunos desconocidos en internet. Hace unos días viví una situación similar, pero más próxima: me metí en una bronca con amigos de muchos años porque, en un grupo privado, hice un chiste sobre un tema sensible. En esta ocasión puntual no creo haberme equivocado, pero de algo puedo estar seguro: me voy a equivocar, y muchas veces. Porque ante la incertidumbre entre hablar y quedarse callado, creo que siempre es mejor expresarse, y con más razón cuando estás en un círculo de confianza. Y cada vez que hablamos hay riesgo de errar, pero es uno que vale la pena correr.

Hace mucho que dejé la religión, pero si algo extraño de mis días de creyente, es el poder que encierra la idea de la redención. Porque en el mundo judeocristiano hay una aceptación total de que todos vamos a equivocarnos, y de que nuestros errores no son los que nos definen. Sobre todo, reina la idea de que, si nos arrepentimos de corazón, el día de mañana podemos levantarnos y ser mejores.

El humor es un primer paso a ser fieles a quienes somos, en lugar de convertirnos en lo que la sociedad, la historia o los demás quieren que seamos. Y si pierdes a alguien por no traicionarte a ti mismo, entonces no perdiste nada.

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Fernando Suarezserna
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