El Jardín No Tan Secreto

Fernando Suarezserna
BAMcomunicacion
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3 min readFeb 19, 2020

Por Fernando Suarezserna

Jardín Botánico (Culiacán)

La semana pasada asistí a la boda de mi amigo Lalo. Abrazos, canciones, tequila, fotografías y algunos pasos de baile a destiempo amenizaron la noche. Me quedé con ganas de ponerme la corbata en la cabeza para bailar. Como no he dejado de pensar en eso, dejo esta columna como amenaza para el siguiente de mis amigos que se case: voy a ponerme esa corbata en la cabeza.

La fiesta fue en el Jardín Botánico de Culiacán, un lugar que parece difícil de creer por su belleza. Entre la música y la noche, no pudimos dejar de observar la flora que nos rodeaba. Me gusta pensar que las plantas también nos miraron a nosotros.

A propósito de jardines, hace tiempo leí que George R. R. Martin –escritor de los libros de Game of Thrones– clasificaba a los escritores en dos tipos: arquitectos y jardineros. A grandes rasgos, decía que los arquitectos son a los que les gusta planear y ser metódicos con lo que están por contar y que, por otra parte, los jardineros son los que siembran conceptos, los riegan con su trabajo, y esperan a ver qué historia florece.

La metáfora de Martin me pareció agradable a nivel intelectual, y más interesante aun cuando pensé en Luis Barragán. Él ha sido el único mexicano en ganar el Pritzker, el equivalente al Nobel de arquitectura. La obra de Barragán se caracteriza por su gran manejo de la luz y de color, pero, sobre todo, por sus inigualables jardines. Estos espacios fueron tan importantes para Barragán, que les dedicó una parte de su discurso de aceptación del Pritzker:

Jardín Botánico (Culiacán)

“Un jardín bello es presencia permanente de la naturaleza, pero la naturaleza reducida a proporción humana y puesta al servicio del hombre, y es el más eficaz refugio contra la agresividad del mundo contemporáneo.”

La arquitectura y los jardines conviven; la planeación y la originalidad en un escritor también. Y lo más importante: un jardín es el escenario ideal para celebrar la felicidad de mi amigo Lalo, que comienza una nueva etapa con su pareja (Aunque no me haya puesto la corbata en la cabeza).

Jardín Botánico (Culiacán)

Si cierro los ojos y pienso en un jardín, el primero que me viene a la mente es el que recorrí incontables veces de niño: el de casa de mis abuelos. Pienso en el naranjo floreado, los aguacates, los helechos en la entrada, y la zona de “hospital” pegada a la lavandería, donde mi abuelita llevaba a las plantas que necesitaba curar. Hace poco me enteré de que, al igual que su mamá Paquita, mi abuelita solía platicar con sus plantas mientras las regaba. Construyó un jardín para conversar y para ser feliz.

Yo supongo que por eso los creyentes a veces pintan el Cielo –la eterna felicidad– como un gran jardín. En caso de existir y de ser un jardín, a mí me encantaría que fuera el de casa de mis abuelos.

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Fernando Suarezserna
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