¿Impostoras?
Escrito por Eider Garate y Sarah Crevillen
Llevas meses, no, años, no… ¡una vida preparándote para este momento! Y, cuando por fin llega, dudas de si es para ti. Nada de lo que has hecho parece ser suficiente.
¿Y si has llegado por casualidad? ¿Suerte? ¿Cómo podrían salvarte años de estudios, experiencia, 20 portfolios o, qué demonios, tu talento personal, de fracasar estrepitosamente?
En 1978, las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes bautizaron este no tan raro fenómeno como “el síndrome del impostor”. Pero muchas lo conocemos simplemente como nuestro inseparable compañero de aventuras.
Es curioso como, siendo algo que puede afectar a todas las personas por igual, el estudio original, The imposter phenomenon in high achieving women: Dynamics and therapeutic intervention, se centre especialmente en las inseguridades de las mujeres. Esto nos hace pensar que quizá carguemos con un legado de sesgos y expectativas obsoletas, que ya es hora de dejar ir.
Es el momento de empezar a brillar por nuestros logros y no por nuestros miedos
Somos Sarah y Eider, dos diseñadoras junior en BBVA, y no tenemos una receta mágica de 10 pasos para hacer desaparecer el dichoso síndrome. Pero queremos compartir contigo cómo este último año nos enfrentamos a él, para que tú, seas quién seas, mires cara a cara al “impostor” y también vivas para contarlo.
Recordar nuestros objetivos despierta el valor para atreverse, y nos permite recoger las limitaciones de cada momento como aprendizajes.
— Sarah Crevillen
Después de varios años sirviendo cañas y tres o cuatro crisis existenciales llega un punto en el que te planteas por qué sigues intentándolo.
Lees descripciones de ofertas de empleo y sientes que, para cuando seas la persona que están buscando, tendrás ochenta años y ni siquiera entonces será suficiente.
En esas andaba yo cuando se inició el proceso de selección para el programa Future Designers III de BBVA y eso mismo me pregunté: ¿por qué seguir?
Este ejercicio de reflexión me reveló algo importante: recordar nuestros objetivos despierta el valor para atreverse y nos permite recoger las limitaciones de cada momento como aprendizajes.
Siento que el diseño es la manera de cambiar el mundo, de abrir caminos para que la gente pueda explorar y vivir la mejor versión de sí misma. El tiempo es un regalo, y esto es en lo que quiero invertir el mío, mi objetivo. Y todo esfuerzo merece la pena para conseguirlo.
Esto fue lo que puse sobre la mesa cuando llamé a la puerta de BBVA y resultó que al otro lado había un grupo de gente a la que mueve esa misma determinación. Gente inquieta, inconformista, que busca siempre ese próximo paso. Gente inspiradora y dispuesta a alcanzar como compañeros los objetivos que nos unen.
Cuando formas parte de un equipo que comparte tus pasiones e inquietudes, encuentras el espacio en el que poder dar ese cien por cien. Entonces los obstáculos se convierten en retos y los proyectos en una experiencia de crecimiento personal.
Poco a poco, alcanzar mi objetivo se convirtió en el día a día y, en ese espacio de equipo tan genial, me atreví a proponer, a equivocarme y gané el coraje para seguir aprendiendo.
Así que, aunque sabemos que para lograr transformar el mundo a través del diseño tendremos que enfrentarnos a grandes retos y “el impostor” se pasará indudablemente a saludar, cuando lo haga, podré decirle adiós y seguir avanzando.
Hay que ser crítica con una misma porque es lo que te hace mejorar como profesional, pero partiendo de otra realidad que a primera vista no se ve desde las gafas de una impostora.
— Eider Garate
Llegué aquí gracias a un cambio de los acontecimientos debido a la pandemia. Tuve tiempo para reflexionar, tenía que hacer mi TFG y, como diseñadora industrial, no planeaba otra cosa que diseñar un producto que mejorase la vida de las personas.
Aunque la idea inicial era juntar niños y hospitales para generar un equipo más amigable que no diese miedo, ni fuese frío, ni evocase estar enfermo, me fui dando cuenta de que en ese proceso también intentaba mejorar las esperas, las salas desangeladas… En definitiva, la experiencia de las personas frente a situaciones difíciles. Al final, una pandemia mundial imposibilitó que mi TFG girase en torno a los hospitales, ni en torno a los niños, pero sí me dio esa primera reflexión de que el diseño iba mucho más allá de un resultado de producto físico, que hay muchas experiencias que cambiar, muchos procesos que mejorar y muchas soluciones que crear.
Con esa idea entré a BBVA como Future Designer, con un perfil súper junior, sin tener ni idea de cómo mejorar la experiencia de las personas frente a lo financiero pero dispuesta a intentarlo. Empecé con el subidón por la selección acompañada de mucha ilusión y ganas, aunque no tardó en explotar la burbuja y llegó el bajón por las inseguridades, sentir que no sabía lo que hacía, que no aportaba…
Conocerse a una misma me parece la clave para poder mejorar y, a veces, una misma no tiene la foto completa de su desempeño, por lo que podría nombrar a muchas compañeras de distintos perfiles que me dieron luz y que amortiguaron la caída: Soledad Abad — Diseñadora de Contenido, Marta González — Investigadora para el Diseño, Jone Ojinaga — Diseñadora de Servicios y Blanca Fernández — Diseñadora UX/UI, además de las anteriores Future Designers, que ya son grandísimas profesionales.
Hay que ser crítica con una misma porque es lo que te hace mejorar como profesional, pero partiendo de otra realidad que a veces no vemos desde las gafas de una impostora. Cuando empiezas a reconocer tus fortalezas y empoderarte de ellas, cuando ves tus debilidades como puntos que quieres mejorar pero sin obsesionarte, ese enfoque es el inicio del crecimiento.
Y poco a poco, con esfuerzo y sin perder el foco, es como sigo aplanando esa caída, hasta que empiece a subir y no pare de crecer.
Aunque hayamos vivido este síndrome de distintas formas, entre las dos descubrimos que deshacerse de ”el impostor” no es una película de superhéroes invencibles ni estándares absurdos de perfección. Es un argumento mucho más mundano y estamos seguras de que tú también lo has vivido.
Te deshiciste de él cuando aprendiste a montar en bicicleta, cuando viajaste sola por primera vez, cuando diste tu opinión delante de una cara nueva…
El síndrome del impostor no es una enfermedad incurable, ni una parte inherente de quienes somos. No es ese titán invencible en el que lo hemos convertido. Es solo un miedo, como otro de los tantos que ya hemos conquistado.
Cuando crecemos, como profesionales y como personas, nos enfrentamos a situaciones nuevas y es normal que salir de la zona de confort nos genere ese miedo paralizante. Nos decimos que ese sentimiento significa que no somos capaces, pero solo es el indicador de que estamos frente a un nuevo desafío.
Convertirnos en nuestra mejor versión es un proceso que dura toda la vida, así que no esperes a serlo para intentarlo. No podríamos ser valientes sin un miedo que superar y no podríamos aprender si ya lo supiéramos todo.
Atrévete, sé valiente. Busca a esas personas que te inspiren y acompañen. Y, sobre todo, vive cada paso como un aprendizaje más y déjate sentir el orgullo de superarte a ti misma.
Porque nuestros logros no son suerte, son producto de nuestro esfuerzo. Y somos capaces, muy capaces.