España & Perú

Christopher Pierce
BCN 1.0
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3 min readSep 27, 2019

Ha sucedido tantas veces que ya debería estar acostumbrado, sin embargo cada situación es diferente y los protagonistas siempre logran sorprenderme. Que cuestionen mi nacionalidad ha sido una constante a lo largo de los años, aunque confieso que es bastante más incómodo cuando sucede en mi propio país.

Acá en España me ocurrió con la segunda persona con la que intercambié palabra alguna: el muchacho que me vendió el chip para el celular. Antes de eso únicamente había hablado con el conserje del hotel, porque ni siquiera el agente de migraciones me dijo ni pío, solo echó un ojo a mi pasaporte y le estampó ese gran sello rojo que indicaba que podía entrar sin problemas.

El muchacho del chip era bastante joven y trabajaba en un centro comercial que encontré a pocas cuadras de donde nos hospedábamos. Hablaba en tono amable, incluso cuando se quejaba sobre el trámite pesado que significaba conectar un nuevo chip. Me había pedido mi pasaporte para ingresar mis datos en su base de nuevos clientes. Todo iba a bien, hasta que en un momento me dijo:

–Tu pasaporte es de Perú, pero ¿de dónde eres?

–De Perú –respondí.

–¿En serio? Pareces guiri.

–¿Parezco qué?

–Guiri… mmm… gringo. Pareces gringo. ¿Pero tus padres de dónde son?

–De Perú también.

–¿Los dos?

–Así es.

–Saliste afortunado eh…

–¿Afortunado?¿Por qué?

–Pues porque eres blanquísimo y rubio.

No supe qué responder porque no tenía nada que responder. En realidad me parece que lo dijo como una especie de cumplido, pero sinceramente creo que eso lo hizo peor. Me pregunté qué hubiera dicho si yo fuera un tusán, un afroperuano o cualquier otro tipo de persona que se saliera de su estándar de cómo es supuestamente un peruano. ¿Le habría parecido “afortunado” también? Luego pensé en como los seres humanos tendemos a simplificar las cosas, comprimimos información para entender el mundo que nos rodea y, como resultado, generalizamos. Trazamos el mundo en países y queremos asociar cada país con una etnia, a una fisionomía específica. Es una de las falsedades más grandes de la historia: no hay y nunca ha habido un solo país que esté compuesto por una población absolutamente homogénea.

La situación me hizo recordar a El Gato, un pescador de Punta Hermosa que conozco de toda la vida. Su esposa es hija de españoles que huyeron de la Guerra Civil y hace unos años decidieron emigrar a este país, dejando su casa, sus remos y su bote. El Gato vivió en un pueblo pequeño de la meseta central y trabajó en construcción. Odió España. Profundamente. La odió porque se encontró con una sociedad que no lo aceptaba. “Son muy racistas”, fue lo que me dijo, “no les gustaba que estuviera allí”. Cuando finalmente regresó a Perú quemó su pasaporte y juró nunca más volver, a pesar de que aquí se quedaron su mujer y sus hijos.

En el momento asumí que El Gato exageraba, como siempre lo ha hecho, con esa forma de hablar tan grandilocuente que tiene. Pensé que lo que le había pasado es que no aguantó estar lejos de ese frío rincón del Océano Pacífico que siempre había sido la fuente de su existencia. Pero ahora entiendo su historia. Sus días en España no deben haber sido nada fáciles.

El tiempo que siguió transcurrió en el más abosluto silencio. El centro comercial seguía con su ritmo vertiginoso y algunos curiosos entraban en la tienda para ver los precios de los nuevos modelos de celulares. Algo cambió en la expresión del muchacho del chip. Quiero creer que se dio cuenta que lo que había dicho no era un cumplido sino todo lo contrario, lo mostraba como una persona con una visión del mundo acomplejada donde algunas personas son más “afortunadas” que otras solo por el color de su piel. Mientras esperaba que termine su trabajo, se me ocurrió que quizás España bien podría explicar muchas cosas del Perú.

Varios minutos después me entregó el teléfono y esbozó una ligera sonrisa.

Ya estoy conectado.

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Christopher Pierce
BCN 1.0
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Brand & Business Innovation. Design Director Creativo at Partn&rs (www.partners.pe)