[Reseña] Lamp — Ichiya no Pathos (Dusk to Dawn)

El primer disco en un lustro del melancólico trío protagoniza la entrada de hoy

Iván Campos
BeatnikMag

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Cinco años han tardado Lamp en volver a deleitarnos con un nuevo disco, justo el que conmemora el vigésimo aniversario del primer lanzamiento del trío. Y lo han hecho con una colección que incluye veinte temas inéditos, cifra que, viendo la efeméride, no parece elegida al azar. La verdad es que es curioso lo que mueve el grupo en occidente viendo diversos datos como pueden ser los oyentes mensuales en Spotify1, por lo que está claro que estamos ante un grupo que tiene ese “algo” que hace que la gente les ponga en un pedestal como a tantos otros artistas que igual en Japón no despiertan tanto interés fuera de círculos nicho, sobretodo porque se adscriben a cierto sonido retro que interesa. Digo esto porque justamente, aunque me guste Lamp en general, siempre me ha parecido una formación donde parece que te tengas que sentir forzado a que te guste. En otras palabras, no considero al grupo como una especie de ente al que hay que seguir a ciegas, cosa que en principio pensaba que me iba a complicar bastante el hacer esta reseña al pretender no caer así en el hype. Pero la verdad es que este nuevo trabajo me ha gustado más de lo que esperaba.

Aunque con matices que iré mencionando, me he encontrado con un disco más relajado que otros de la formación, quizá solamente Hachigatsu no Calendar/August Calendar es la más animada de la veintena de temas debido a que suena al Shibuya-kei sofisticado de la vertiente bossa-nova de otros discos anteriores. Pero dejando atrás esto, mi sensación es que estamos ante un disco que está dividido en dos partes, donde las primeras diez canciones me han parecido que tienen un componente más alegre, como ese Misty Townque, por cierto, tiene un toque Taeko Onuki que es lo que suele gustar a los fans occidentales del trío. Y Weekend tiene elementos que me han recordado a temas como Kimi wa Tennen Shoku de Eiichi Ohtaki, lo cual deja claro la sensación que desprende. Dejando de lado este tipo de reminiscencias, la sensación de estar ante una primera parte con un sentimiento más feliz se refuerza en temas como Kaeri michi/Cold Way Home, o Shinya-bin/Late Night Train donde en este último tema Yusuke y Saori cantan sobre una pareja que está recordando un viaje en tren de madrugada con una complicidad buscada que quizá en otras porciones posteriores del disco no están tan presentes. Pero este sentimiento solamente en es apariencia, porque las letras de la mayoría de pistas siguen un esquema muy nostálgico, donde rememorar eventos pasados que nunca volverán es la norma.

Personalmente me ha gustado mucho la segunda mitad del disco, con un sonido más intimista y “nocturno” que casa mejor con esas letras amargas. Quizá esto es porque a veces me he encontrado con algunas canciones que suenan a Ichiko Aoba o Kahimi Karie, como Bedroom no gogo wa/Bedroom Afternoon. Y la nostálgica Fuyu no hi/Winter Day (El viento, las palabras/Todo se ha ido/La estrella azul, la ciudad donde vives/Sólo en mis recuerdos) por alguna razón me ha hecho retrotraerme a la época del primer disco en solitario de Etsuko Yakushimaru. Un tema que, aunque no lo parezca, musicalmente es bastante peculiar dentro del grupo debido a que suena más eléctrico de lo normal (como también pasa en Furui Note/Old Notebook), con un sencillo solo de guitarra de por medio pero que, a la vez, sigue las dos estructuras principales de este disco: nexos de unión basados en transiciones imperceptibles y pasajes que varían mucho entre sí en una misma canción.

Quizá donde más se nota esto es en Asamoya no naka wo/Amidst the Morning Fog y Heya no Hitori/Alone in my room siendo estos dos temas unidos por un oboe donde este tipo de estructura es mucho más evidente. Y es que estos ejemplos, lo mismo pasamos de un tema donde una guitarra con reverb está presente durante los primeros dos minutos, para pasar inmediatamente a una canción folk con toques espaciales que a su vez se transforma en un acompañamiento de cuerdas algo estremecedoras al principio, hasta que todo vuelve a la serenidad en la parte final. Y con el cierre más de lo mismo, una pieza intimista donde Yusuke y Kaori despiden el disco solamente con el verso “En algún lugar distante en el universo, tu tiempo estaba marcado” y que supone el final del sublime catálogo de emociones que ha resultado ser la fiesta de celebración que ha supuesto Ichiya no Pathos, del que quizá su única pega es su larga duración.

Reseña extraída del nº 110 de City Game Pop Express, la newsletter hermana de Beatnikmag. Suscríbete en este link.

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Iván Campos
BeatnikMag

Graduado en comunicación y apasionado de la prensa escrita desde que tengo uso de razón. Escribo sobre videojuegos y cultura pop japonesa en Canino y AKB.