[Reseña] Tempalay – ((ika))

Nos adentramos en el largo, extraño y ambicioso disco del trío psicodélico.

Iván Campos
BeatnikMag
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5 min readJun 3, 2024

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Después de una larga espera de más de tres años desde Ghost Album (no, no cuento ese disco de auto-versiones que fue From Japan 3) Tempalay vuelve con ((ika)), un trabajo bastante más experimental de lo que cabría esperar y que nos sumerge en un océano de sonidos que, bajo mi percepción, parece querer desafiar las fronteras entre lo comercial y lo experimental. Todo añadiendo al cóctel ciertas bases budistas basadas en la reencarnación para dotar al resultado de cierta aura conceptual. Sin ir más lejos, el álbum se abre y cierra con (((shiki-soku-ze-kuu))) y )))kuu-soku-ze-shiki(((, respectivamente, títulos que reflejan el principio budista de “la forma es vacío, el vacío es forma”, sugiriendo aquello del ciclo completo de vida, muerte y renacimiento que es un eje central en el budismo.

Esta estructura me hace pensar que estamos ante un ejercicio simbólico de la evolución constante de la banda y su música, donde cada final es el preludio de un nuevo comienzo. Y lo cierto es que poco tiene que ver este disco con sus trabajos anteriores. Por lo pronto diría que es el que se adentra en más tipos de entornos diferenciados, donde igual se mezclan canciones pop con cierta psicodelia como Soba, hasta otras asociadas al world music como Good Luck Trip o el free jazz en el citado (((shiki-soku-ze-kuu))), lo cual a veces me ha dejado desconcertado, aunque a la vez me he sentido fascinado en muchas ocasiones pensando en qué carajo acabo de escuchar.

Y es que desde que empieza ese tema de apertura del álbum, es evidente que el trío ha decidido no limitarse a ese sonido rock psicodélico y lo-fi de sus anteriores discos para querer pasar más bien a otro estilo más disperso, rozando a veces el vanguardismo. Por ejemplo cuenta con canciones como Okonomiyaki/Jikan ga nai!pista que critica la cultura laboral de Japón donde nos encontramos con pasajes de voces procesadas, al igual que en Aizou; Booorn!! se estructura con scratches además de un riff glam. Y otros como Nehan, tema que adapta al mundo contemporáneo los temas budistas que impregnan el álbum, tiene ciertos ecos techno pop de la primera Yellow Magic Orchestra, todo dando a entender que estos exponentes sirven como un puente transversal en esencia. Appale!! quizá es una de las pocas pistas que sí remiten a otros discos del trío.

Pero sin duda, el sonido más eminente es el oriental. Por ejemplo Q nos envuelve en un folk japonés que evoca imágenes de “yokais” y aventuras al estilo GeGeGe no Kitaro Y otros, como Udon/Tsukimi Udon, nos transporta a un paisaje sonoro melódico que evoca la serenidad de una noche de luna otoñal mientras Ryoto Ohara y AAAMYYY se preguntan ante ese escenario por qué sus sentimientos no son correspondidos. Gran parte de este cambio musical parece ser que es por la alta presencia de esta última, ya que su contribución en este disco es palpable. De hecho se podría considerar un álbum con dos vocalistas, donde la aparición de su voz se siente a veces como un diálogo entre lo masculino y lo femenino (un poco como pasaba en Shingo de su anterior disco) creando un efecto de vocales dobles muy armonioso que la verdad es que queda bien por cómo se compenetran, a lo que se entiende por qué su protagonismo en el grupo esté yendo a más en los últimos años.

Esta dualidad vocal se complementa con la citada diversidad de estilos musicales presentes en el álbum donde la artista brilla especialmente; desde el pop pegajoso de Sashimi/Yukiaru, yukiaru, sore wa mo, hasta temas más contemplativos como la jazzy Room California. Su presencia no es solo por las muchas oportunidades donde se la puede escuchar sino también por la transición hacia terrenos bastante más dominados por los sintetizadores, algo que seguramente Natsuki Fujimoto, el batería, también habrá puesto de su parte sabiendo el sonido que tiene su carrera en solitario. Aquí también podría entender el concepto del disco, ya que este cambio no deja de significar una reencarnación musical para la banda, donde se alejan de las guitarras para abrazar un universo más electrónico y abierto a otras culturas.

Eso sí, este poso experimental me deja una sensación un poco extraña, ya que la mayoria de estribillos, como bien podrían ser los que se escuchan en Superman o Drive my idea, suenan bastante comerciales. O sea, esto contrasta con el sonido y la estructura del álbum, creando una sensación algo contradictoria que no me termina de agradar del todo sabiendo que en anteriores discos tenían otros ejemplos mejor ejecutados que incluso casarían mejor en ((ika)). Por otra parte es curioso asombrarme a estas alturas de mucho de lo que he mencionado, porque realmente estos cambios de dirección realmente se ha ido avisando durante años. Concretamente desde el lanzamiento de Abibanonnon en 2021 se ha ido revelando esta transición musical pieza por pieza. Cada sencillo, desde esta última hasta aquella doble cara A con Q y Hyoui Ishizaki, o Booorn!!, tema que antes de su salida pensaba que iba expresamente sobre la maternidad de AAAMYYY pero que también resultó ser una adaptación de aquello de la transitoriedad de la vida a ojos budistas, ha sido un preludio a este ambicioso proyecto de 71 minutos que, hasta que no lo he escuchado en el contexto de un mismo álbum, los veía un poco dispersos sin que me dijesen gran cosa.

De hecho, aunque hay buenas canciones y en conjunto se combinan de manera acertada, ((ika)) parece carecer de una canción insignia que se ancle en la memoria colectiva así de primeras, como bien podría ser Sonatine del álbum With Love from the 21 Century o Kakumei Zenya de From Japan 2. Es más, diría que al final no deja de ser un álbum que requiere tiempo y ciertas ganas de ser digerido, aunque tiene pinta de que podría consolidarse como una pieza clave en la discografía de Tempalay. En fin, solo el tiempo dirá si alcanza el estatus de sus predecesores. Por lo pronto si es cierto que deja una impresión de ser un lanzamiento ambicioso y sigue una clara senda de búsqueda artística, pero a la vez captura cierta esencia asociada al grupo aún estando en un momento de eterna transición.

En fin, podría describirse este disco como una invitación a explorar la reencarnación musical de una banda que sí deja claro que no teme mezclar lo accesible con lo avant-garde, lo tradicional con lo moderno, y lo personal con lo universal. Aunque hay canciones o elementos sonoros que puedan parecer fuera de lugar en lo que no deja de ser un contexto bastante experimental, al final esto no deja de ser un recordatorio de que la música, al igual que la vida, también está llena de contrastes. Además se refleja la gracia de los Tempalay para fusionar influencias dispares en un todo bastante coherente dejando clara la intención de haber querido lanzar un álbum que no solo se escucha, sino que se experimenta, y que seguramente conectará con aquellos que buscan algo más que la típica música pop.

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Iván Campos
BeatnikMag

Graduado en comunicación y apasionado de la prensa escrita desde que tengo uso de razón. Escribo sobre videojuegos y cultura pop japonesa en Canino y AKB.