Distribución, espectadores, cine
Con mucho afán alarmista y poco rigor, El Mercurio publica hoy que ‘El cine chileno perdió 60 millones de espectadores en 40 años’. El titular se refiere a cine chileno cuando de verdad habla de cine en Chile, es decir, al hábito o rito de asistir a la sala de cine; no es que el cine chileno, producido en el país, haya perdido gente, sino que menos gente va al cine en Chile. Ahora bien, ¿se perdieron los espectadores? Cambiar la pantalla grande por la tele o Internet es, simplemente, pedir el mismo remedio en otro envase (que aún no esté claro el negocio, es otra cosa).
Más allá de él artículo y sus falencias (como comparar de igual a igual la asistencia a salas de un año como 1967, donde apenas estaban apareciendo los primeros televisores, contra los niveles de asistencia actual, 2008) llama la atención que nazca a propósito de un Informe de la Cámara de Exhibidores de Multisalas de Chile, para ver qué pasa con la baja asistencia a las salas.
¿Cómo no va a haber baja asistencia a salas cuando el ticket que se paga aquí, es de los más caros de Latinoamérica? Además, si antes el cine prácticamente no competía con nada, hoy sí lo hace, ¿qué ventaja ofrecen hoy las salas de cine para competir con la oferta de películas descargadas, o en cualquier formato casero?
El tema no es sencillo y ha sido debate en cada seminario o revista de cine que he leído en los dos últimos años. Ni hablar de la posibilidad del cine independiente de competir contra la armatoste que cada estudio de Hollywood tiene para distribuir y que termina sacando de cartelera a las películas más humildes.
Quizás es tiempo de que el Fondo apoye proyectos que se la jueguen por buscar nuevas formas de llegar al público. No solo por la búsqueda de un lenguaje cinematográfico particular, sino también por un proyecto que innove en aspectos como el marketing y la distribución… elementos que finalmente acercan o alejan a una buena película de su público.